Serpientes y escaleras - El fin y el principio
En opinión de Eolo Pacheco
Termina el sexenio de Cuauhtémoc Blanco, comienza el de Margarita González Saravia
El fin y el principio
El final de septiembre marca el inicio de una nueva etapa en la historia de Morelos; el primer minuto de octubre arranca el gobierno de Margarita González Saravia, quien será la primera gobernadora constitucional de un estado que ha sufrido mucho en el último milenio y donde su población está distanciada de sus autoridades. Las promesas de la dama no son distintas a las que hemos escuchado siempre en voz de muchos hombres, la diferencia es que ella sí habla en serio.
Una y otra vez los ciudadanos recibimos ofertas de cambio, de austeridad, de trabajo y de combate frontal a la corrupción. No importa de quien se trate, qué partido represente o cuál sea su ideología personal, todos hablan de lo mismo, dicen ser mejores, que trabajarán por los más necesitados, actuarán con honestidad y cumplirán con lo que marca la ley. “Y si no lo hiciere, que la nación me lo demande” prometen en sincronía con lo que marca el artículo 87 de la Constitución.
El discurso es simple, pero necesario siempre porque al igual que los mensajes de las concursantes de belleza, que piden la paz mundial, suena bien, agrada a todos y no cuesta nada decirlo. El problema es que tratándose de una autoridad todos esperamos que la oferta se cumpla, que se transforme en hechos y la historia no quede, como siempre, en palabras al viento.
El discurso de Margarita González Saravia aborda los mismos tópicos de siempre, pero quienes la conocemos sabemos que habla en serio, que realmente tratará de provocar un cambio y hará todo lo que esté a su alcance para llegar a su objetivo, que es ayudar a los más necesitados y que las cosas mejoren para todos.
El reto es enorme y la solución no depende de ella, la corrupción es un monstruo de mil cabezas que se nutre de múltiples actitudes que se han enquistado en la vida pública, empezando por la complicidad. En tiempos como los actuales lo más simple es dejarse llevar por la corriente y asumir que se trata de un mal endémico que no se resolverá fácilmente, por eso la mayoría de quienes llegan al cargo con intenciones de cambiar las cosas terminan haciendo lo mismo.
No estoy seguro que la gobernadora logrará la transformación de fondo que persigue o si logrará modificar al menos un poco la terrible situación en la que se encuentra la política de nuestro estado, de lo que no tengo duda es que lo va a intentar, que tratará con todas sus fuerzas de lograrlo y no se quedará, como ha sucedido siempre, en la comodidad del discurso. Y eso ya es un cambio mayor.
El llamado de los políticos a acabar con las prácticas corruptas y la impunidad emula al cuento infantil de Pedro y el Lobo, donde el pastor mentiroso se la pasaba engañando a la gente hasta que le dejaron de creer. La clase gobernante han hecho lo mismo: prometen ser diferentes y nunca cumplen, por eso la gente los escucha, pero ya no confía en ellos.
En esta nueva etapa la historia puede ser diferente porque Margarita González Saravia está engañando con la verdad; todos oyen sus palabras, notan que su discurso reiteradamente habla de honestidad, combate a la corrupción y fin a la impunidad, pero no creen, asumen que se trata del discurso de siempre: falso, superficial, bueno para las masas, pero vacío en el fondo.
Incluso dentro de su equipo más cercano hay quienes siguen sin entender que la gobernadora habla en serio, que realmente tratará de provocar un cambio profundo en las cosas, sobre todo luego de dos sexenios que han sido altamente dañinos para el estado y para sus habitantes. No hay ninguna garantía de que lo logre, pero tampoco existen dudas de que tratará de hacerlo.
La nueva etapa de gobierno genera una alta expectativa en muchos, pero también provoca sentimientos encontrados; como nunca la futura jefa del ejecutivo ha logrado generar optimismo sobre el futuro, confianza en ella y la empatía de un pueblo que había dejado de creer en sus gobernantes. El mejor momento de Margarita González Saravia no fue en la campaña, ha sido en esta etapa de gobernadora electa, porque es cuando logró conectar con mucha gente y transmitir entusiasmo por la posibilidad de que finalmente veamos un cambio favorable para todos.
Pero también hay escepticismo porque aunque en su equipo de gobierno hay figuras de primer nivel que generan confianza generalizada, como Juan Salgado Brito, hablamos de un gabinete plano, donde aparecen personajes sin mérito para ocupar un espacio en un gobierno, con historias de corrupción y sin confianza social. Si no existiera empatía con la gobernadora, lo que quedaría del nuevo gobierno es un staff de medio pelo, profesional y políticamente hablando muy por debajo que cualquiera de los últimos cinco sexenios.
Después de dos administraciones de ignominia, el arranque de una historia encabezada por una mujer de primera genera esperanza y revive la ilusión de que Morelos salga de los últimos lugares que ocupa desde hace dos sexenios y también que dejemos de estar en los primeros sitios en la comisión de delitos y atraso institucional.
Lograrlo no será sencillo, ni depende solo de la voluntad de una persona, para que las ideas se traduzcan en hechos hacen falta acciones, equipo y trabajo, de ahí la importancia de un gabinete que acompañe a la gobernadora, que entienda su forma de pensar, que atienda su línea de trabajo y sobre todo que le demuestre lealtad con resultados.
Los primeros cien días de la nueva administración serán claves para que la historia que comenzará a escribirse sea como Margarita González Saravia espera, desde el primer día se debe cuidar la narrativa, se deben atender los pendientes rezagados y sobre todo se tiene que hacer un esfuerzo extraordinario para cambiar la imagen del estado.
El panorama para la administración 2024-2030 no es sencillo, la expectativa que genera el nuevo gobierno es alta y eso aumentará la presión, porque la gente exigirá cambios visibles desde el inicio.
Una de las demandas más sentidas de la gente es justicia y eso va de la mano de la oferta central de la gobernadora: combatir la corrupción. El primer cambio que reclama el ciudadano en este nuevo gobierno es aplicar la ley a quienes abusaron del cargo, saquearon al estado y se burlaron de los morelenses. Si no se da una acción inmediata y contundente en ese sentido, nada de lo que se prometa será creíble.
Luego de doce años de gobiernos ausentes, distanciados del pueblo y encabezados por fuereños, llega la hora de una administración que tendrá como titular a una dama cercana a la gente, decidida a estar en las calles hablando con las personas y tomando el pulso directo de la situación.
No hay ninguna garantía de que Margarita González Saravia logrará cumplir todo lo que ha prometido, de que cambiará la manera de hacer política en Morelos, acabará con la corrupción gubernamental, atenderá las necesidades de los más desprotegidos y regresará la dignidad a la administración pública.
La única certeza es que lo intentará.
A la distancia se pueden entender algunos movimientos hechos en los últimos meses desde el círculo cuauhtemista. La compra de una magistratura en el Tribunal de Justicia Administrativa para la ex jefa de la gubernatura Mónica Boggio no es casual, ni solo un premio para quien fue la operadora financiera del gobernador Cuauhtémoc Blanco, se trata de una medida para evitar que los actos de corrupción cometidos en este régimen sean castigados.
La idea fue colocar a un incondicional en el espacio donde eventualmente llegarían los asuntos legales en contra de los funcionarios de esa administración; como en el sexenio de Graco Ramírez, los cuauhtemistas construyeron una red de protección para que el siguiente gobierno no los toque a pesar de sus abusos.
Pero a diferencia de los graquistas que, aunque pillos, eran inteligentes y supieron amarrar bien sus piezas, en este caso se trata de figuras torpes con nombramientos colgados con alfileres. En el caso de la magistratura del TJA hablamos de una designación hecha sin que se cumplieran los requisitos de ley, con documentos falsos y una mentira a la vista de todos.
Los tiempos para impugnar la designación de Mónica Boggio ya pasaron, no así para que se solicite una investigación a fondo sobre la documentación presentada para validar su residencia; de comprobarse que hubo falsedad se puede iniciar un proceso penal en su contra y desde el congreso la pueden destituir.
Como funcionaria estatal la veracruzana fue inteligente, eficiente y cuidadosa de sus actos, pero al final perdió toda la prudencia que le caracterizó y comenzó a cometer errores, excesos, a tomar decisiones que la pusieron en el ojo del huracán y la volvieron eje del discurso opositor.
Boggio Tomasaz fue designada magistrada por un acuerdo político con los integrantes de la pasada legislatura en contra de Margarita González Saravia; las dos nuevas magistraturas correspondían a la siguiente legislatura y debieron tomar la opinión de la gobernadora, pero no fue así: la jefa de la gubernatura echo mano de todo su poder, de la influencia del gobierno de Cuauhtémoc Blanco y de los recursos económicos a su alcance para que la nombraran pasando por alto que no cumplía los requisitos de ley, ni tenía el perfil ni la experiencia para ocupar ese cargo.
Pero a pesar de que hoy ya es magistrada, las cosas pueden no haber salido como la dama y los cuauhtemistas esperaban, porque por un lado aún se puede solicitar que se investiguen los documentos que acreditan su residencia de diez años y por otro no es seguro que las denuncias que seguramente habrá contra algunos de sus compañeros de gabinete caigan en su sala. Y en el caso que así fuera, por obvias razones deberá excusarse.
Mónica Boggio era junto con Ulises Bravo, Edgar Riuo, Efrén Hernández y Christian Carmona son el primer círculo de Cuauhtémoc Blanco; con ellos el jefe del ejecutivo tomaba decisiones y son ellos quienes, además, aparecen en las carpetas de investigación que desde hace años abrió el gobierno federal y su símil de los Estados Unidos.
En el TJA Boggio Tomazas hace equipo con Vanessa Carmona, esposa de Jorge Gamboa, amigo personal de Cuauhtémoc Blanco y Guillermo Arroyo, ex colaborador de Cuauhtémoc Blanco. ¡Qué bonita familia!
· nota
El proyecto de remodelación del mercado Adolfo López Mateos es una bomba de tiempo: la obra planteada no resuelve los problemas de la central de abasto, ni el más apremiante, que es el riesgo de colapso de la bóveda principal.
La inversión destinada en la administración de Cuauhtémoc Blanco en el mercado ni siquiera es un palativo, se trata de un vulgar negocio que pone en resgo a miles de personas.
· post it
Al bloque morenista del congreso local le urge ayuda: no tienen unidad, orden, ni capacidad para ponerse de acuerdo. Esa es la mayor ventaja de la oposición.
En un descuido y se les vuelve a formar otro bloque como el G15.
· redes sociales
¿Qué harán ahora los que desde el gobierno presumían ser muy buenos para golpear en redes sociales?
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