Serpientes y escaleras - ¿A quién culpamos?

En opinión de Eolo Pacheco

Serpientes y escaleras - ¿A quién culpamos?

El problema no es solo el virus, lo son también los que no creen en él.

 

¿A quién culpamos?

Los morelenses no estamos ganando la batalla al covid-19; los últimos días han sido de ascenso acerado en el número de casos positivos y las muertes se duplicaron en una semana. Hoy Morelos está considerado un foco rojo a nivel nacional por el alarmante incremento de enfermos y porque, de seguir la tendencia, en breve rebasaremos nuestra capacidad hospitalaria y no habrá forma de brindar atención médica a los enfermos. La lucha no es solo contra el coronavirus, también lo es contra toda la gente que sigue sin creer en la pandemia.

Piensa, lectora lector queridos, en todos los esfuerzos que has hecho para tratar de mantenerte en casa, en todo lo que eso implica en cuestiones económicas, profesionales, sociales y hasta de convivencia familiar. La cuarentena no es una situación fácil de sobrellevar, sobre todo cuando no hay certeza de cuánto durara, ni de lo que nos espera una vez que la vida regrese a la normalidad.

Hay un sector de la población que se ha recluido en su casa con la seguridad de que puntualmente llegará su pago; me refiero a los burócratas, a los maestros y todas aquellas personas asalariadas a quienes esta medida les cuesta trabajo por lo que representa el aislamiento social, pero no les pega en el bolsillo; por el contrario, para ellos son tiempos de ahorro porque gastan menos en pasaje y en comer fuera.

Pero hay otro sector mucho más grande que no tiene la seguridad de recibir un salario completo, que ha reducido sus percepciones o que de plano ha perdido su empleo; me refiero a los trabajadores de la iniciativa privada, a los profesionistas que trabajan por su cuenta o comerciantes y pequeños empresarios a quienes la pandemia ha afectado de manera directa. Ahí el esfuerzo es mayor porque no se trata solo de cuidar la salud, sino de intentar sobrevivir en medio de la crisis.

Luego hablemos de otra parte de la sociedad que necesariamente debe salir, porque de ellos depende que los demás podamos mantenernos total o parcialmente en casa; son los médicos y las enfermeras, los trabajadores del sector salud, los recolectores de basura, los policías y en general todos de quienes depende que las ciudades y las instituciones funcionen y que los enfermos reciban atención médica.

El punto es uno: aunque el aislamiento no es sencillo para nadie, la cuarentena no es igual para todos, porque algunos deben salir de casa para obtener el sustento diario de sus familias, para tratar de mantener a flote una fuente de empleos o para salvaguardar la vida y la integridad de los demás.

A pesar de la grave situación que vivimos, de todas las historias que se cuentan y de los incesantes llamados gubernamentales para que la gente siga las medidas de sanidad, hay todavía un porcentaje importante de personas que no entiende el problema, que no acata las reglas o que de manera abierta se burla de la situación.

Lo visto hace un par de días en un hospital de Ecatepec en el Estado de México, cuando familiares de un paciente que falleció por covid-19 ingresó violentamente al nosocomio, muestra el grave y lamentable momento que estamos viviendo. Algo similar se vivió hace unas semanas en el hospital de Axochiapan, Morelos, cuando un grupo de personas enardecidas amagaron con incendiar el nosocomio si las autoridades lo reconvertían para la atención de enfermos por coronavirus.

Estamos en un momento sumamente complicado de la pandemia, a punto de llegar al pico de contagios y con el enorme riesgo de rebasar la capacidad de nuestros sistemas hospitalarios. El problema central en esta historia no es el gobierno, a pesar de los múltiples errores que las autoridades de los tres niveles pudieran estar cometiendo, sino aquellos ciudadanos que siguen sin entender el peligroso escenario que enfrentamos y continúan haciendo una vida normal sin importantes contagiarse o contagiar a los demás.

El esfuerzo que muchas personas hacen para mantenerse en casa y evitar así la propagación de la enfermedad es insuficiente porque hay muchísimas personas que siguen en las calles, que no guardan su distancia ni utilizan ningún tipo de protección. Y no me refiero a los que salen por necesidad, sino a quienes lo hacen por gusto e irresponsabilidad.

Ellos son los propagadores del virus y también quienes primero serán infectados y requerirán atención médica; por ellos los hospitales pueden quedar rebasados en su capacidad de atención y a ellos es a quienes se les negará la atención, porque no habrá camas ni equipo para tratarlos. Pero son ellos también los que contagiarán a otras personas inocentes, los que multiplican el mal y por quienes la cuarentena se alargará de manera indefinida.

Las autoridades han tomado decisiones desde hace varias semanas: suspendieron las clases, ordenaron el cierre de todos los negocios no esenciales, han prohibido el acceso a espacios públicos, lanzan campañas interminables de concientización, informan todos los días sobre el avance del problema… Y aún así mucha gente no hace caso. ¿De quién es la culpa entonces?

En Cuernavaca, por ejemplo, se ha amagado con multar y detener a negocios y personas que no cumplan con las medidas de sanidad; en Jiutepec el alcalde recorre personalmente las calles y las colonias llamando a todos a quedarse en casa. En ambos municipios hay muchísimas personas que no solo desobedecen, también retan violentamente a la autoridad; ¿Qué deben hacer los alcaldes? ¿Encarcelarlos?

La humanidad enfrenta hoy un enemigo silencioso, invisible, que ha superado los sistemas médicos de muchos países, que ha colapsado a la economía mundial y tomado la vida de miles de personas. El reto de las autoridades no es solo encontrar una cura para el covid-19, sino hacer entender a millones de personas de la gravedad del problema y, aunque usted no lo crea, de que la pandemia es real y no una historia inventada.

Lo que vivimos en Morelos debe alarmarnos a todos, pero sobre todo debe generar conciencia en aquellos que siguen sin hacer caso. El repunte de infectados y muertes nos coloca en una situación de riesgo y anula la posibilidad de que en un mes podamos comenzar a retomar nuestra vida normal, pero también abre la posibilidad de que quienes se enfermen no puedan ser atendidos.

El esfuerzo personal de muchas personas que responsablemente han mantenido la cuarentena y arriesgado con ello su estabilidad personal y económica, es opacado por la irresponsabilidad de mucha gente que ha tomado la cuarentena como una fiesta, que se reúnen, que no respetan las medidas de sanidad, que desobedecen los llamados oficiales y sobre todo que no les importa afectar la salud de los demás, empezando por la de su gente cercana. No hablo de los que por necesidad tienen que salir todos los días, sino de quienes lo hacen sin medidas de protección y especialmente de los que toman esta situación como un juego.

Siempre hay tiempo para mentarle la madre a un político y reclamarle airadamente a una autoridad; hoy mismo hay razones suficientes para acusar a funcionarios por su mal desempeño, pero siendo honestos, también es importante reconocer que ahora el principal problema son quienes no acatan las recomendaciones, quienes no creen en el virus, quienes no les importan los demás y los que de manera abierta retan a la muerte.

Mientras este irresponsable sector de la sociedad no cambie de actitud y entienda la gravedad del problema, es imposible que las cosas mejoren, por muchas medidas preventivas y llamados que haga la autoridad.

La pandemia avanza. El reto es la incredulidad. El problema somos nosotros.

  • posdata

El alcalde de Cuernavaca Antonio Villalobos Adán lo dijo de golpe: lo peor está por venir, el 40 por ciento de los habitantes de la colonia Antonio Barona, una de las más grandes y pobladas de la capital, están contagiados de covid-19.

El panorama que describió el alcalde en una entrevista es desolador: las condiciones del sector salud no son las adecuadas y se vienen una serie de muertes en cadena, por lo cual su gobierno busca adquirir un predio de 30 mil metros que albergue 15 mil tumbas para enterrar a pacientes que fallecieran de covid-19. “Nuestras familias están viendo caer personas y pareciera que seguimos nuestras vidas como si nada pasara; aunque estamos en una pandemia la gente se sigue moviendo”

Los datos que proporciona el gobierno municipal son alarmantes: “En Morelos en las últimas 24 horas dos personas adquirieron esta enfermedad cada hora; en Cuernavaca en ese mismo periodo se registraron 23 casos positivos, lo que significa que un individuo se contagió cada 60 minutos”

Al ayuntamiento capitalino se ha mantenido un paso adelante del problema desde el inicio: fue el primero en suspender actividades masivas y en mandar a los trabajadores a su casa, ordenaron el cierre de negocios no esenciales, regularon el funcionamiento de los mercados, limitaron la operación de los supermercados, ordenaron el cierre de plazas comerciales, prohibieron el uso de espacios públicos y realizan operativos para que la gente no ande en las calles si no es necesario.

A pesar de ello Cuernavaca es el municipio de Morelos con más casos positivos, sospechosos y muertes por covid-19, porque la gente sale sin tener nada a qué hacerlo y sin pensar en el virus ni en los demás.

Lo digo de nuevo: el problema son los ciudadanos.

  • nota

Esta semana, dice el subsecretario Hugo López-Gatell, la Ciudad de México y el area metropolitana alcanzarán el pico de la pandemia, es decir, el mayor número de contagios, el más difícil. De ahí viene el decenso.

Será entre el 6 y el 8 de mayo, miércoles y viernes de la siguiente semana, cuando en esa zona del país se llegue el punto máximo de infecciones; de ahí, si se cumple adecuadamente con el aislamiento, comenzará la disminución y se abre la posibilidad de que regresen a la normalidad.

Pero eso solo es en La CdMx y la zona metropolitana; en Morelos las autoridades aún no han dicho cuándo se prevé el pico, ni tampoco en qué fecha estaríamos en posibilidades de iniciar el regreso paulatino a la normalidad. Por lo pronto, en función de la tendencia de los últimos días, la tierra de Zapata se ha convertido en una preocupación para el gobierno federal por el acelerado crecimiento de contagios.

Lo más grave en Morelos es que las autoridades están descoordinadas, cada alcalde hace lo que a su parecer es lo correcto y ninguno dialoga con el gobierno estatal; el secretario estatal de salud informa cada tarde sobre el panorama covid-19, emulando lo que a nivel nacional hace el doctor López-Gatell, pero sin su capacidad, su conocimiento, su carisma ni su liderazgo; aquí Antonio Cantú simplemente da cifras, pero desde ningún ángulo luce como el líder de la lucha contra la pandemia. El respeto que en México tiene Hugo López-Gatell no lo tiene en ningún sentido en Morelos Antonio Cantú.

Luchar contra el coronavirus no es sencillo; hacerlo sin recursos, sin liderazgo, sin coordinación y sin la participación ciudadana es imposible.

  • post it

Hace unos años Morelos fue gobernado (es un decir) por un médico; hoy ese médico es diputado federal plurinominal y hasta hace unos meses vicepresidente del Congreso de la Unión.

Desde la cámara federal Marco Adame no ha hecho nada por Morelos ni por sus habitantes; vamos, ni siquiera ha utilizado la más alta tribuna del país para referirse a la situación que vive la entidad que lo enriqueció, ni para solidarizarse por su gente en alguno de los muchos momentos difíclles que ha pasado.

Genio y figura: Marco Adame Castillo es un personaje tibio, timorato y mediocre, dominado por su familia e interesado únicamente en su bienestar personal.

Y como él, los otros diputados federales que representan a Morelos.

  • redes sociales

Lo veo y no lo creo: el video muestra el momento en que camilleros suben a un paciente con covid-19 a la ambulancia: la escena transcurre en el blvd Benito Juárez en el centro de Cuernavaca, el enfermo va dentro de una cápsula, los trabajadores del sector salud utilizan equipo de protección y detrás va una persona desinfectando todo a su paso.

A su lado pasa la gente sin ningún tipo de protección, sin guardar distancia ni usar cubre bocas; observan con morbo y se siguen de frente sin tomar en cuenta la gravedad del momento; hay indolencia, pero también irresponsabilidad. Simplemente les vale madre lo que está pasando.

Esa escena refleja de cuerpo entero la situación que vivimos: unos luchando por la vida y otros desperdiciándola.

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