Secreto a voces Y salimos a matar gente…

En opinión de Rafael Alfaro Izarraraz

Secreto a voces Y salimos a matar gente…

Así se titula un trabajo de investigación del también sacerdote venezolano Alejandro Moreno. Se trata de un trabajo dirigido a estudiar al delincuente “popular” como le llama el autor al tipo y características de los personajes de una capa especial de delincuentes analizados por él. La violencia de acuerdo una de las definiciones que hace la Organización Mundial de la Salud (OMS), es aquella que atenta contra uno mismo, otras personas y la comunidad, en donde se ocasionen lesiones físicas como psicológicos y se priva a las personas de su libertad y desarrollo (https://www.who.int/violence_injury_prevention/violence/world_report/en/abstract_es.pdf).

La que estudia Moreno es una violencia intencional, que puede llegar a ocasionar la muerte, lo que la coloca en el ámbito de la delincuencia, según esta particular definición de violencia de la OMS. Por supuesto que existen otra literatura que enfoca de otra manera a la violencia y ofrece otras perspectivas, pero para efectos del presente únicamente dejaremos ahí el punto y de ser necesario haremos otras referencias.

Para Moreno, la delincuencia popular tiene como sustrato la pobreza y el camino seguido por algunas capas de la sociedad, para superar esa condición, es la delincuencia. Arriba o abajo, como se le quiera ver a ese primer sustrato, se encuentra la ausencia de una familia sólida en sus lazos familiares, particularmente en la figura materna. El camino para superar la satisfacción de necesidades que otorgan placer y sustituyen el arquetipo familiar es la construcción un arreglo normativo personal de búsqueda de “respeto” social.

Aquí estamos ante un tipo de “malandro” en el que resurge una personalidad que, a partir del ejercicio de la violencia personal contra la comunidad, ésta es vista como un espacio de reafirmación de la personalidad negativa, en la que se impone respeto a partir de colocarse por encima de la sociedad infringiéndole un daño que, para el delincuente analizado por Moreno, su narrativa raya en actos que se incrusta en las hazañas personales y un tipo de heroicidad mal entendida.

El fundamento de esta diferenciación que va incubándose entre el delincuente de origen popular y la comunidad es ni más ni menos que la posesión de armas y el uso que estas se le da en cuanto a que amenazan la vida misma. Cuando la violencia se transforma cualitativamente, este fondo social es una especie de “escuela” de la que se nutre posteriormente la otra delincuencia, la llamada organizada, por supuesto, en donde aparecen las drogas como catalizador de esa transición.

La sujeción al consumo de drogas de un tipo de delincuencia es fundamental conocerla, porque la droga permite a los llamados criminales organizados crear mercados de consumo permanente como una forma de retroalimentación, como ocurre en las explicaciones que hace Moreno. De ahí se desprende un tipo de violencia permanente orientada a la obtención de recursos para la compra de droga en los mercados que operan de manera aparentemente clandestina.

La diferencia entre estas dos capas de delincuentes populares es que el primero roba para tener acceso a bienes que le proporcionan cierto placer, desde poseer ropa, celulares hasta autos, por un lado, en tanto que el que delinque por un conflicto personal con el consumo de droga, lo hace con ese casi único propósito. Su referencia con la respecto a la realidad es muy diferente entre uno y otro.

Los grupos de este tipo de delincuencia no se crean y organizan al vapor, motivados por acciones individuales y e impulsivas ejecutadas en la soledad, aunque algo habrá en algún momento, lo importante es que existen estructuras socio-delictivas en donde el más experimentado y de mayor edad es el que sirve de “maestro” de los “iniciados” que apenas van incorporándose a este tipo particular de delincuencia.

Las normas morales y sobre todo religiosas están acomodadas a su lógica, buscan la protección de una figura divina que rebase los límites normalmente establecidos y les brinde respaldo a sus acciones. Algo así como lo que ocurre en México con la “Santa Muerte” y la manera como se le ha vinculado a cierto tipo de grupos ligados a la llamada criminalidad, aunque ya sabemos que hasta santos se han inventado acá. La ausencia de la familia sólida es sustituida por un ajuste personal de las figuras divinas.

La no comprensión de su propia condición, lleva a este tipo de delincuencia a creer en una especie de destino divino en donde de fondo ven en sus actos una especie de rebelión contra el poder y en la que adquieren un poder sobre los demás, destino que finalmente puede terminar con el cambio de conducta y pasar del mal al bien o en un ascenso dentro la carrera delictiva que ofrecen los niveles posteriores.

El escenario institucional que acompaña en el que estas condiciones que van poco a poco combinándose de manera visible, resulta complejo atacarlas de raíz por las condiciones que poco a poco fueron acumulando los modelos de economía neoliberales que ejercieron una fuerte presión y esto no ha parado, en el manejo del presupuesto social y de las instituciones que servían de paraguas social.

También está el tema de los organismos de justicia y de seguridad, fuertemente construidos para un modelo (de Sustitución de Importaciones o como se le desee llamar), que incubó un tipo de justicia y de seguridad caracterizado por una fuerte dosis de corrupción de los órganos de impartir justicia más vinculados al poder y, por otro lado, los cuerpos de policía más ocupados en cumplir con las cuotas económicas que se trasladaban a los puestos más altos de la pirámide de poder estatal o municipal.

En general la hipótesis de moreno es que la violencia en su país no logró disminuir a pesar de que algunas capas de la sociedad clasificada como pobres lograron mejorar su condición con el ascenso de corrientes como el chavismo, y por el contrario se incrementó y el llamado crimen organizado que surgió en aquel país se apoderó de la juventud cuyo piso social había sido previamente construido por los conflictos sociales y económicos previos, incluida una baja de la tasa en la que los jóvenes se insertan en actividades de estos grupos delictivos: preadolescencia.

Interesante la obra de este autor, cuyas ideas han servido para comprender lo que ocurre particularmente en América Latina y la violencia estructural que se ha apoderado de la juventud en la región.