Secreto a voces - La ciencia en la era digital…

En opinión de Rafael Alfaro Izarraraz

Secreto a voces - La ciencia en la era digital…

La ciencia, su esencia empresarial, tal y como ahora la conocemos ahora, surgió en el siglo XVIII, en el Siglo de las Luces. Tuvo como antecedente el renacimiento. Las luces no es otra cosa que una metáfora que simboliza la razón. Esta última, le imprimió a ese siglo un sello especial. El conocimiento por primera ocasión se organiza de manera sistemática, como empresa. Participó el Estado y quienes poseían un capital invertido o acumulado. Son quienes habían derrotado a quienes se oponían a la libertad de pensamiento, la circulación de personas y el uso del dinero como una empresa bancaria.

Es un suceso que no había ocurrido en el pasado, o por lo menos no de la manera en que ahora se presentó: organizar a sabios y sabias con el fin de que el conocimiento, que se venía acumulado entre ellos a lo largo de la historia de manera casi personal, ahora se produjera y concentrara como propiedad moral (en una empresa). No obstante que, su producción, fuese desde el punto de vista histórico una actividad netamente colectiva y social. La mercantilización del conocimiento, léase en realidad su apropiación, llevó a un suceso que significó un parteaguas histórico que derivó en la etapa conocida como revolución industrial.

No existe la posibilidad de una revolución industrial sin una etapa previa de apropiación privada del conocimiento o, en otras palabras, la contratación de los que serían los modernos científicos. Con el tiempo la apropiación se amplió socialmente al fundar y generalizar la educación pública y particularmente la aparición de universidades públicas, sobre todo a partir del siglo XIX justo cuando surgió la necesidad de que a la empresa imperialista se le dotara de mano de obra en aquellas regiones en donde, por la vía de la economía, impuso nuevas formas de poder económico orientadas a la obtención de recursos naturales.

En la literatura que existe y que ha reinterpretado la evolución del capitalismo hacia la era actual, de la tecnodigitalización de la vida, generalmente no hace una crítica a ese pasado. La idea de que ahora se pondere el humano, sus necesidades específicas, sus cualidades personales y su condición de cliente de una sociedad que entró en crisis de sobreproducción (de la que no ha podido salir desde la década de los años setenta del siglo XX), ha utilizado a la revolución tecnológico-digital como instrumento de ruptura con el pasado. Lo anterior, sin observar que la sociedad del espectáculo en la que vivimos, es en esencia desde el punto de vista social, lo mismo, pero en un mundo tecnificado que ha universalizado la comunicación.

Es la misma sociedad ordenada por el capital, adornada por la revolución tecnológico-digital. La aparición de las computadoras, los celulares, el internet, ha modificado el mundo de acuerdo como era en el siglo XX. Desde el inicio de la sociedad industrial se entendió que era indispensable colocar al servicio de la producción el conocimiento y que ese conocimiento científico debería organizarse de manera científica con el fin de colocarlo al servicio de la innovación empresarial. Ha sido esa medida la que ha ocasionado la aparición de la revolución tencnodigital actual. Pero la condición social del humano sigue siendo la misma, porque la tecnología es dirigida por las multinacionales.

Si en algún momento se ha colocado a la ciencia al servicio de la empresa digital, multinacional, es en la época actual. A nivel teórico se ha dado pie a la creencia de que vivimos una era distinta a la del capital, la llamada noosfera en la que la razón convertida en conocimiento o imaginación domina la sociedad. En realidad, se trata de un engaño. Esa supuesta era noosférica, también calificada como sociedad del conocimiento, es una mentira mediante la cual se quiere hacer creer al mundo que el capitalismo como epicentro de la sociedad actual, explotadora, ha dejado de existir.

No, la sociedad del conocimiento sustentada en la tecnología y la revolución digital es una sociedad que no ha erradicado la explotación y que está trabada por un muro que es la acumulación de mercancías que busca cibercompradores, la nueva nomenclatura del cliente mundial. La era digital se ha lanzado, desde el punto de vistas ideológico, a sepultar el pensamiento libertario, igualitario, justiciero, que surgió en el capitalismo. El cliente digital mundial ha querido sustituir al indígena, al campesino, al obrero, al migrante, al desempleado, al súper explotado en Asia. Las empresas multinacionales han convertido a la tecnología digital en una herramienta ideológica.

La ciencia surgió como una actividad vinculada a la empresa quien la dirigió a la innovación tecnológica. Con el tiempo, la ciencia se ha convertido en un campo en la que los agentes se disputan la hegemonía. A las ciencias sociales, del espíritu, las transformaron en ciencias reguladas por el método de las naturales. Ha sido difícil desprenderse de esa herencia. En las universidades privadas y públicas persiste el pensamiento positivo que ha borrado el conflicto social, dejando a la ciencia social a merced de la empresarial. Los trabajos de investigación siguen la ruta de pequeños y a veces insípidas temáticas que conviene a la ciencia multinacional dominante.

La ciencia de las multinacionales se ha apropiado del conocimiento científico a través de invertir en la escuela privada de las naciones capitalistas desarrolladas. A través de esas instituciones dominan la producción científica, la manera en que se enseña la ciencia, cómo se interpreta la investigación, cómo se hace ciencia, en dónde se publica la investigación, en qué idioma, qué es un investigador o un científico, utilizando guías o recetas como métodos científicos de investigación, dominan el cómo se distribuyen los recursos para la ciencia en el mundo y en las universidades, cómo se organizan los núcleos de científicos en las universidades, cómo se clasifican y participan en la ciencia local, cómo se le premia o no…

La ciencia se ha financiarizado en el siglo XX y en el XXI, normalizando todo. Los grandes fondos de inversión mundial como Black Rock, por citar un ejemplo, es fundamental en la producción científica. Controlan gobiernos, universidades, científicos, laboratorios, revistas científicas, interpretación de lo que es la ciencia y el modelo científico en el mundo, así como el idioma en que se lee ciencia. En la época reciente los chinos han empezado a competir, pero hasta hace unos 20 años el inglés, estadounidenses y británicos, han dominado todo lo que tiene que ver con la ciencia. Ni los franceses y alemanes han llegado a competirles a pesar de la tradición científica y social de Europa, en general.

En siglo XX aparecieron corrientes de corte marxista, como la escuela de Frankfurt, y en las naciones clasificadas como subdesarrolladas en donde surgió la Filosofía de la Liberación, han intentado dar un sentido social a la ciencia. En cierta medida, apoyados por corriente críticas dentro de la academia, se promueve en las universidades sobre todo públicas este pensamiento generando un conocimiento útil a la sociedad desde el punto de vista social o técnico, al servicio de los pueblos. Este esfuerzo, en la actualidad, ha resistido el “rayo” que significado la revolución tecnológica.

Los ideólogos del capitalismo e intelectuales que se quedaron huérfanos al desaparecer el bloque soviético, han creado toda una corriente de pensamiento en torno a la revolución tecnodigital. Están obsesionados por la posibilidad, real, por cierto, de conectar el organismo humano, el cuerpo humano, a un ordenador. No entienden que la incursión en de la tecnología en el cuerpo humano, aunque se ha practicado desde hace millones de años, lo que ahora se intenta tiene un contexto: eliminar el espíritu plebeyo de los pobres del mundo, convirtiendo a los primeros experimentos en modelos de poder y dominación a través de la ciencia de las multinacionales digitales.

En tanto la ciencia sea utilizada como un poder, habrá resistencia.