Secreto a voces - El ¨truco¨ del periodismo independiente
En opinión de Rafael Alfaro Izarraraz
Como periodista siempre he renegado de aquella idea que en las aulas universitarias se le (nos) endilga a los estudiantes en donde se les (nos) “enseña”, salvo excepciones, que el periodismo debe ser ante todo una actividad que goce de la objetividad informativa, bajo la condición o condena de que, de no hacerlo, la información pierde su sentido, es decir, el apego a la imparcialidad o independencia (no inclinarse a lado de ninguno de los contendientes) que es (según esta opinión) el corazón de la actividad informativa.
De acuerdo a lo anterior, el periodismo es ante todo una actividad independiente, pero también objetiva e imparcial. Esto deriva en términos prácticos en una narrativa de las escuelas de periodismo y comunicación que educa y aconseja a quienes ejercen la comunicación a entender la independencia y la objetividad a través de proporcionar voz o imágenes de manera equitativa (en apariencia) a los actores de un acontecimiento, ofreciéndoles una aparente igualdad de condiciones al interior del espacio informativo auditivo o visual como ocurre en radio y televisión.
Este tipo de escuela periodística es muy antigua y tiene su origen en las filosofías de las corrientes liberales modernas de Occidente que han dominado la educación en el mundo y en América y Latinoamérica y el Caribe. Esta escuela ha formado a millones de estudiantes que ejercen el periodismo creyendo que la comunicación es un ejercicio profesional en el que no se toma partido por nadie y que, por tanto, la balanza de la justicia entendida en términos comunicativos debe ejercerse como si se tratara de un “pararse” en el punto medio de los actores sociales.
Esta escuela tiene sus fundamentos en la ciencia creada por Occidente que le otorga a esta creencia del periodismo independiente una legitimidad que no merece, pero que gana adeptos porque los estudiantes lo aprenden como algo normal más en la actual universidad formadora de profesionistas y ha olvidado el carácter humano como tarea primordial de la misma, y digo humano para entendernos pero, entiéndase, sin un sesgo antropogénico. La idea de la independencia comunicativa viene de la escuela científica de las antiguas colonias imperiales.
Los ideales de libertad, la igualdad y la fraternidad han derivado en su contrario. Ha llegado a su fin el modelo de sociedad industrial en donde una empresa se asociaba con una familia. La familia empresarial ha sido sustituida por una matriz financiera, y de poder, que extiende una red de negocios por todo el mundo, incluida la comunicación y sus escuelas, pero sin compromisos locales con ningún Estado ni región. Es un poder creado por la privatización de los bancos nacionales y las pensiones de casi todo el mundo que se concentraron en bloque financieros como Black Rock, por ejemplo.
Como ya lo hemos expuesto en este mismo espacio, las escuelas de los países de economías europeas y estadounidenses se encuentran financiadas por los grandes monopolios financieros bancarios del mundo. En tanto que en las naciones periféricas los gobiernos de los estados nacionales al adoptar el modelo de economía neoliberal contaminaron a las instituciones de educación superior y sus programas con la misma ideología que se ha plasmado en los programas de estudio, en donde las competencias sustituyen a la solidaridad y el liderazgo a lo comunitario.
De ahí que cuando a los estudiantes de comunicación se les enseña el ejercicio del periodismo independiente, deben comprender que ahí existe un truco. Lo que se les inculca es que ante los acontecimientos sociales que surgen como resultado del modelo de economía en que ha derivado el capitalismo clásico, la economía neoliberal financierista y de poder, no se debe tomar partido, es decir, se debe ser “independiente” ante el hambre, el empobrecimiento de la población, la guerra, la falta de atención a la salud, la ausencia de escuelas, la falta de vivienda, la depreciación de los salarios, el desempleo, entre otros factores.
El periodismo independiente y objetivo inculca que los modernos historiadores, los comunicadores, que deben subirse a uno de los edificios más elevados de la ciudad o de una montaña y desde ahí dar a conocer a la sociedad lo que hacen unos y otros allá abajo. Colocarse entre los contendientes y esperar que cada uno de los contrincantes exprese su punto de vista y de esa manera que el auditorio conformado por ciudadanos pasivos reflexionen y formen su propio criterio. Cuando esto ocurre, seguro, que ya el contendiente más poderoso ha dado a conocer la “verdad” porque es parte de la red financierista ya referida.
En México (como ocurre también en el mundo así como en Latinoamérica y el Caribe), siempre de que ha ocurrido un suceso político del tipo de una guerra de independencia, la reforma, la revolución o la fase cardenista, o como ahora la transformación, por lo general reajusta la estructura de quienes ejercen el papel de ideólogos y comunicadores del poder ante el pueblo como son los líderes políticos, los intelectuales y lo que ahora nos ocupa: los periodistas. El “aura” que antes los protegía se pierde y solamente quedan ante los ojos del pueblo vulgares del tipo “Alito” el líder del PRI y quienes lo protegían y presumían el ejercicio de un periodismo “independiente”.
La idea del “periodismo independiente” es una abstracción y parte de una narrativa que viene del poder y que busca generar mujeres y hombres domesticados y sometidos al poder que ejercen las grandes empresas multinacionales de la comunicación, asociado con pocos de ellos que se enriquecen de la función que desempeñan. En las naciones periféricas, el único periodismo independiente es aquel que sirve a los intereses del pueblo. Este último un concepto más amplio que el de clase y alejado de estructuras teóricas y narrativas preestablecidas cuyo curso no se construye sino está de antemano predeterminado.
En su Historia sobre la Revolución Rusa, Trotsky, refiriéndose a la imparcialidad en la historia decía, criticando a un historiador de derecha que: “… el historiador debe colocarse en lo alto de las murallas de la ciudad sitiada, abrazando con su mirada a sitiados y sitiadores … la única manera de conseguir una «justicia conmutativa”. Y, agrega: “los trabajos de este historiador demuestran que si él se subió a lo alto de las murallas que separan a los dos bandos, fue, pura y simplemente, para servir de espía a la reacción…”.