Repaso

En opinión de Carlos Gallardo Sánchez

Repaso
  • Literacidad: ¿alguien sabe lo que significa?

En el recientemente reformado Artículo 3º Constitucional se indica:

“Los planes y programas de estudio tendrán perspectiva de género y una orientación integral, por lo que se incluirá el conocimiento de las ciencias y humanidades, la enseñanza de las matemáticas, la lecto-escritura, la LITERACIDAD (las mayúsculas son mías para resaltar el término), la historia, la geografía, el civismo, la filosofía, la tecnología, la innovación, las lenguas indígenas de nuestro país, las lenguas extranjeras, la educación física, el deporte, las artes, en especial la música; la promoción de estilos de vida saludables, la educación sexual y reproductiva, y el cuidado del medio ambiente, entre otras.”

¿Quiénes, en el ámbito educativo, saben lo que significa la literacidad? En estricto sentido, la gran mayoría de las maestras y maestros de grupo debería de empezar a dominarlo, pues seguramente se traducirá dentro de los nuevos planes y programas en el enfoque metodológico para la enseñanza y el aprendizaje de la lengua.

Para aquellos docentes que no tienen la menor idea de lo que la literacidad implica, ¿hasta cuándo empezarán a familiarizarse, cuando menos, con el concepto? ¿Hasta que estén a unas semanas de aplicar el nuevo programa en el grado que les corresponde atender y para ello esperan una embarrada de capacitación por parte de las autoridades correspondientes que probablemente recibieron un poco antes la embarrada a la que me he referido?

Recuerdo hace ya más de 20 años, cuando reunidos en una escuela primaria de Cuernavaca todos los maestros integrantes de una zona escolar, el profesor comisionado para presentar a quienes darían pláticas sobre algunos temas importantes para esas fechas, se refirió en particular al asesor que hablaría sobre, dijo el profesor de marras, dos temas, “El Método Global” y “El Análisis Estructural”. En realidad, sólo era uno: El método global de análisis estructural, propuesto por la SEP para la enseñanza de lectura y la escritura en el primer grado de primaria.

Lo anterior podría entenderse como una simple anécdota. Pero no: evidenciaba un desconocimiento de los términos mediante los cuales se identificaba a ese método para el aprendizaje de la lectoescritura. Este ejemplo, para mí, es indicativo de lo que, infortunadamente, sucede cuando viene en camino un cambio educativo, con todo y que se implementen cursos, cursillos o cursotes. Se imparten al cuarto para la hora, su tratamiento se aborda de manera superficial y mucho menos se contextualiza para entender que es parte de una manera general de concebir la formación de los alumnos.

¿Qué puede hacerse para inhibir esta cultura de la superficialidad imperante? En primer lugar, desde luego, corresponde a cada mentor informarse y formarse por sí mismo; en segundo lugar, la exigencia a las autoridades del sector, en el sentido de capacitar oportuna y sustancialmente a los docentes. Estas opciones no son originales, por necesarias en todo momento, pero desatendidas cíclicamente.

No estaría mal que en Morelos se instrumentarán, por ejemplo, diálogos educativos para “calentar” la puesta en marcha de la reforma impulsada por Andrés Manuel López Obrador. Si en algo nuestra entidad ser “estado piloto”, sería en eso. Diálogos abiertos, con la participación de profesionistas interesados en la educación, así como de cualquier representante de la llamada sociedad civil.

Hace meses, quizá como ocurrencia, el secretario de educación, Luis Arturo Cornejo Alatorre, informó que Morelos estaba considerado, precisamente, como estado piloto. De aquellas fechas hasta estos días, el titular del ramo ya no se ha referido al asunto. Allí tendría, en esos diálogos pedagógicos principalmente, la oportunidad de demostrar que en una entidad federativa se puede organizar actividades relacionadas con la reforma anunciada, las cuales en ningún momento se contrapondrían a las actividades que desde la federación se propongan. ¿Estaré soñando?

  • De refilón

En un artículo titulado “La literacidad o lo que la gente hace con la lectura y la escritura”, Virginia Zavala, refiriéndose a los actos de leer y escribir como prácticas sociales, explica lo siguiente:

“La literacidad siempre implica una manera de usar la lectura y la escritura en el marco de un propósito social especifico. Si nos fijamos en los usos de la lectura y la escritura, más allá de la escuela, podemos darnos cuenta de que leer y escribir no son fines en sí mismos: uno no lee o escribe para leer y escribir. Al contrario, son formas de logar objetivos sociales y prácticas culturales más amplios: uno lee una receta de cocina para cocinar, escribe una carta para mantener una amistad, entrega una solicitud para ejercer un derecho ciudadano, lee el periódico para informarse, escribe una lista para organizar su vida, etc.”

En educación estamos a tiempo en Morelos para abrir las ventanas del estudio y del análisis a los conceptos e ideas que seguramente estructurarán la conformación de los nuevos planes y programas de estudio.

E mail: profechon@hotmail.com