¿Quién paga la fiesta?
En opinión de José Román
Cuando los impuestos se usan como regalo en quienes pueden trabajar en lugar de emplearlos en el desarrollo social, el resultado no puede ser otro, que el atraso de un pueblo.
Discutimos y hasta pleito miramos por la discusión sobre los temas económicos como van a determinar en el congreso la forma y los términos en que debemos como sociedad gravar a los que producen e incluso se meten y buscan en la vida privada de los contribuyentes tratando de arañar todo lo que pueden para hacer llegar dinero a las arcas públicas. En su exceso caen en lo ridículo en la miscelánea al gravar a los ciudadanos obligando a los bancos y a los contadores hacer las veces de agentes fiscales y a violar incluso el secreto profesional amparado por la constitución y afectar a los profesionales de la contabilidad por actos de terceros en los que nada tienen que ver y también, por qué no decirlo, afectan a los que no producen porque de la muerte y del pago de impuestos, que se sepa nadie está a salvo. El problema no es el pago a que todos estamos obligados por vivir en sociedad, sino quienes, cuanto y porqué se debe de pagar lo que la miscelánea fiscal determina. El otro aspecto quizá aún más importante es a donde va a parar ese dinero producto del esfuerzo del ciudadano.
Los programas sociales de alguna forma siempre han existido en todos los gobiernos y desde luego para lograr equidad o equilibrio, son necesarios, pero cuando bajo el argumento de apoyos sociales se cae en el exceso de relajar la función del destino del dinero público, es entonces cuando se deja de cumplir los objetivos que deben de tener el pago de los impuestos. Destinarlos a los jóvenes mediante programas como Sembrando vidas o becas sin una función que se traduzca en superación de las condiciones precarias de una persona, es tirar el dinero. En sí, el gobierno debe usar lo que se paga de impuestos en el desarrollo social y no en el desarrollo individual. En otras palabras, debe invertirse en mejorar las condiciones de la infraestructura básica como carreteras, puentes, policías, escuelas, etc. para que las personas en lo individual tengan las condiciones adecuadas tanto de preparación como de estructura pública que permitan su desarrollo. Porque una cosa es lo que en lo personal cada uno de nosotros debe de hacer para mejorar nuestras condiciones y otra que el gobierno lo haga por nosotros cuando tenemos las condiciones para poder hacerlo por nuestros propios medios. Y son los medios los que el gobierno debe de propiciar y desarrollar y es en ese aspecto que la sociedad está atrasada porque al emplear el dinero en apoyos sociales a quienes tienen forma y condición de mantenerse y desarrollarse como son los jóvenes y en general las personas con condiciones físicas de laborar, conducen inevitablemente al retraso.
En esta miscelánea que aún resta por discutir prevalecen los programas sociales, lo que quiere decir que el dinero en una gran proporción se utilizará en regalarlo y lo delicado es cuando esos regalos se emplean sin una contraprestación que haga útil a la persona beneficiada que puede y debe valerse por sí mismo.
Los legisladores han olvidado su misión y se transforman generalmente en agentes del poder presidencial, no son contrapeso para moderar y dar forma al desarrollo social limitando al ejecutivo, sino servidores fieles que no se atreven a cambiar ni una coma a los proyectos que tienen solo la visión de un solo hombre que en este caso es el presidente, cuando lo que debe de tener es la visión de todo el conjunto social. El interés político para mal emplear los recursos que los ciudadanos hacen llegar al gobierno tiene en ese momento solo un fin personal o un fin electorero, pero no un fin de detonante social.
Lo miramos en la propia capital de nuestro estado donde encontramos un gobierno municipal encerrado en una burocracia que absorbe la casi totalidad de los impuestos que recibe en lugar de preocuparse por la mejora de las vialidades, la policía, etc. Si a eso le agregamos las desviaciones que destruyen y usan los recursos para fines personales de los funcionarios, entonces vemos como nuestra sociedad es incapaz de siquiera tener lo elemental.
¿Adónde paran los apoyos sociales a los jóvenes generalmente? A las banalidades como compra de celulares, tenis de marca, fiestas, etc., no en mayor preparación o adquisición de insumos para mejorar la educación y en ese momento el apoyo social cae en lo que el pueblo dice: “lo que no cuesta, se vuelve fiesta” y todo va fatalmente a un fondo perdido, a un sacrificio inútil de los que pagamos impuestos. Y es que esa fiesta de dispendi9o y dádivas fiscales, las pagamos nosotros, los que sí laboramos. El funcionario y legislador, solo deciden sin tomarnos en cuenta. Total, no es su dinero.