Observador político - Otro nuevo error garrafal de Jesús Corona Damián

En opinión de Gerardo Suárez Dorantes

Observador político - Otro nuevo error garrafal de Jesús Corona Damián

Hay errores, hay desatinos... y luego está Jesús Corona Damián. Y es qué, el alcalde de Cuautla cometió no solo un desliz político, sino un acto de soberbia institucional que raya en el desprecio absoluto por la inteligencia del pueblo que representa; porque, a sabiendas de estar bajo investigación por presuntos vínculos con el crimen organizado, decidió asistir, con toda desfachatez, a la visita presidencial de Claudia Sheinbaum y de la gobernadora Margarita González Saravia.

¿VALENTÍA O IGNORANCIA POLÍTICA? Para muchos la presencia de Jesús Corona Damián, no fue un acto de valentía y si de cinismo puro. Y es que la gravedad no reside únicamente en su presencia en un evento de Estado, sino en el contexto: Jesús Corona aparece en un video acompañado de Agustín Toledano Amaro, su homólogo de Atlatlahucan, y de Júpiter Araujo Bernard, alias El Barbas, señalado como miembro del Cártel de Sinaloa, la imagen fue demoledora. Tres figuras, dos del poder público, uno del poder criminal, compartiendo espacio como si se tratara de una junta de gabinete.

La respuesta institucional ha sido tibia, como casi siempre ocurre cuando los implicados portan banda tricolor; por lo que Omar García Harfuch, titular de la Fiscalía General de la República, confirmó la apertura de una carpeta de investigación, en la que se mencionan cargos, se habla de pruebas, pero no se dan nombres, como si el anonimato protegiera la “gobernabilidad”.

La presidenta Claudia Sheinbaum, o s equipo, no quiso cargar con ese lastre simbólico y como dicta el protocolo, que estos casos “siempre se investigan”; pero los pueblos de Morelos ya están cansados de investigaciones sin consecuencia. No basta con abrir carpetas; hace falta voluntad política para limpiar la casa.

Y mientras tanto, Jesús Corona se presentó como si nada, como si el video no existiera, como si el pueblo fuera ciego; lo corrieron del evento, sí, pero ese gesto no borra la ofensa, ya que su sola presencia fue una bofetada para las miles de mujeres que asistieron al acto oficial, y para cualquier ciudadano que aún cree en la posibilidad de un municipio con ética.

Del otro lado, Toledano Amaro guarda silencio; una estrategia cobarde pero efectiva: dejar que el tiempo sepulte la memoria, como si las imágenes pudieran desvanecerse por arte de magia, pero no, razón por la cual, esta impunidad se está ya normalizando.

En tiempos en que el país se juega el rumbo de su historia, no hay lugar para alcaldes que pactan con los poderes fácticos mientras se pasean entre discursos de justicia; si la transformación es real, debe comenzar por sacar la basura de los palacios municipales.

LA IMPUNDAD ES LA LEY Y LA JUSTICIA EN MORELOS.- La reciente llegada de Ulises Lara López a la delegación de la Fiscalía General de la República en Morelos ha sido leída por algunos especialistas como una señal de que por fin "van por Jesús Corona Damián", el polémico alcalde de Cuautla. Pero, en el fondo, lo que se percibe no es una ofensiva contra la corrupción, sino otro episodio de una narrativa desgastada: la justicia usada como instrumento político, más que como un compromiso real con el pueblo.

Porque, mientras se presume un movimiento estratégico, lo cierto es que la salida de Hugo Bello Ocampo —quien reveló una investigación contra al menos ocho presidentes municipales por presuntos vínculos con el crimen organizado— parece más bien un castigo. Y es qué, en este país, decir la verdad, sobre todo cuando toca a los intereses de quienes comparten mesa con los poderes fácticos, tiene un precio.

Y si a eso le sumamos la presión popular, como la reciente exigencia de seguridad por parte de habitantes del oriente de Morelos, encabezados por la senadora Juana Guerra Melgar ante Claudia Sheinbaum, todo cobra otro sentido.

Lo que queda claro es que, mientras el gobierno despliega tropas y hace relevos en la Fiscalía, los morelenses siguen atrapados entre balaceras, asesinatos, desapariciones y una total ausencia de justicia efectiva. Y es que Morelos es ejemplo vivo de cómo la impunidad no solo es tolerada desde el poder, sino cultivada como garantía de gobernabilidad mafiosa.

LOS CASOS DE POLÍTICOS CON PRESUNTOS CRIMINALES.- No olvidemos el caso de "La Jefa", Rosario “N” o Esther Yadira “N.”, presunta líder de Guerreros Unidos en la región. Su captura en 2021 fue vendida como un golpe contundente al crimen organizado; en esa ocasión se prometieron detenciones de políticos, senadores, alcaldes y dirigentes vinculados a su red. ¿Y qué pasó? Nada. Silencio. Archivo muerto. Otra cortina de humo para entretener al pueblo mientras los pactos siguen sellándose en lo oscuro.

Así funciona la justicia en Morelos: es selectiva, es lenta, y sobre todo, es funcional al poder. No se combate la impunidad; se negocia con ella. Y mientras tanto, la ciudadanía paga con miedo, con sangre y con olvido.

Otro caso polémico fue el del exgobernador de Morelos, Cuauhtémoc Blanco, quien apareció sonriente y relajado, abrazando a presuntos líderes del crimen organizado al evidenciar una imagen con Irving Eduardo Solano y Raymundo Isidro Castro, supuestos cabecillas del Cártel Jalisco Nueva Generación, y Horacio Figueroa, vinculado al Comando Tlahuica y señalado por su presunta participación en el asesinato del activista Samir Flores. Los años han transcurrido y sobre el tema, nada pasó.

La reacción del exfutbolista convertido en político fue un insulto y una grosería a la inteligencia: “Me piden muchísimas fotos y no les voy a preguntar”. Y así, como si se tratara de una selfie más con fans, el episodio se diluyó en el olvido. Al final, no hubo investigación seria, no hubo consecuencias, y por supuesto, no hubo justicia. Porque en México, si tienes poder —y fuero—, puedes abrazar a quien sea y no pasa nada.

Hoy Cuauhtémoc Blanco es diputado federal y no solo eso: lo es pese a denuncias penales en su contra, como la presentada por su medio hermana por intento de violación. Y sigue tan campante, protegido por el escudo del fuero constitucional, riéndose del sistema de justicia y del pueblo que alguna vez lo vio como héroe deportivo.

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