Morir por hambre o morir con virus
En opinión de José María Román Román
Es reiterado el tema porque es reiterado el problema: El Covit 19 y sus consecuencias tarde o temprano llegará a su máxima expresión. Los efectos serán muy graves y no estamos ni se hace nada para estar preparados y enfrentarlos. Al contrario, se relajan las medidas que lo evitan y de alguna manera se deposita indebidamente la confianza en una próxima vacuna que resolverá el problema. Nadie, ni el gobierno federal ni el estatal, menos el municipal miran los efectos que se avecinan, sea cual sea el resultado de una vacuna que aún sin definir su efectividad, se tiene por hecho que será la solución. Pero aún con solución o no, las consecuencias persistirán y se sentirán a largo plazo en los Morelenses.
Junto a las secuelas ya han estado presentes los efectos infringidos al comercio y a toda actividad empresarial y que pronto al final de año detonarán en su real dimensión. Las demandas laborales por razón natural, crecerán y hay negocios que ya han cerrado. Ahí sabremos en una gran proporción, cuales sobreviven a medias y cuales estarán en franco procesos de extinción. Y es que con eso se llevan entre el problema a los empleos y los impuestos. Será una gran proporción y ojalá me equivoque los empleadores que no continuarán pagando nómina y pagando impuestos que es con lo que trabajan los gobiernos.
Por lo mientras, miramos como el descuido tiende a que la epidemia en cualquier momento vuelva a detonar debido a el relajamiento de las normas que imponen una sana distancia y y una sana protección tan elemental como el cubre bocas. Se ha relajado las normas preventivas y aun cuando se abrieron las puertas para reabrir la actividad comercial, no vinieron con eso las medidas rigurosas indispensables que eviten un rebrote de la epidemia. Se olvida la autoridad de imponer sanciones y miramos como hay actividades que se vuelve más peligrosas para el contagio y me refiero a los ambulantes que venden alimento en la calle y que por lo mismo son la fuente latente constante de contagio considerando que carecen de los medios necesarios para una buena limpieza tanto de los consumidores como de los que venden sus productos.
Al perderse poder adquisitivo muchos Morelenses optarán por la emigración que vemos que ya se puede presentar sobre todo rumbo a EU, tradicional receptor de parte de nuestra manos de obra. El problema es que allá, igualmente se han multiplicado las consecuencias del desempleo al quedar al igual que aquí con muchos negocios con escasa posibilidad de sobrevivir. Cierto que tenemos el mercado de libre comercio que nos permite paliar las cosas, pero el hambre es más cruel que la misma enfermedad y ese es precisamente el otro dilema que vamos a enfrentar en cierto grado: la carencia y por lo mismo el encarecimiento de la comida, producto de un mercado que se va a deprimir cada día más en un mercado trilateral que se verá disminuido.
¿Qué vamos hacer? Ante lo hecho, poco, muy poco, ante lo que se puede medio paliar, mucho. Entre otras cosas, tomar medidas enérgicas e imponer sanciones a los ciudadanos y comercios que no cumplan con los lineamientos de salud pública, pero imponerlo en serio, no llamadas de atención que no conducen a ningún efecto. Sin ese rigor necesario en estos tiempos y como se miran las cosas, el rebrote es un hecho. Basta con mirar los centros de las ciudades más importantes para ver como hay un serio relajamiento de lo elemental para protegerse del Virus y evitar los contagios. Hay miedo o temor por las autoridades a imponer esas medidas de coacción y el precio a pagar será con la vida de muchos incautos que sufrirán las consecuencias de una muerte dolorosa o de una enfermedad muy cruel en los organismos humanos.
Se ha anunciado por algunas voces como las de Adrián Cázares González que preside IDEFOMM, o sea encargado de Junta de Gobierno del Instituto de desarrollo y Fortalecimiento Municipal del Estado de Morelos que está latente el problema en Cuautla y Cuernavaca el rebrote de los efectos del virus y seguramente así será atendiéndonos al historial de aquellos países o sociedades que han hecho lo que hacemos hoy nosotros: relajar la aplicación de medidas preventivas. Dios quiera y no y ojalá alguien tome las decisiones correctas por el bien mismo de la sociedad. Es un grito medio fuera de tiempo, pero de algo a nada…lo más seguro que nadie le hará eco.