Los periodistas, guardianes de sí mismos. Censura y autocensura en tiempos de violencia
En opinión de Aura Hernández
“La libertad de expresión no es algo que se adquiera fácilmente”
Juan Goytisolo
Mientras esto escribo, en México aumentan los crímenes contra periodistas. Los derechos humanos de los periodistas son un tema que lacera no solo al gremio periodístico, sino, mucho más a la sociedad en su conjunto por las implicaciones que el ejercicio del periodismo libre tiene en la construcción de ciudadanía.
Sin lugar a duda los periodistas construyen ciudadanía. Un ciudadano informado es un ciudadano crítico, es un ciudadano que demanda, es un ciudadano que cuestiona la actuación de sus autoridades, es un ciudadano que vigila que se cumpla la ley, un ciudadano que sirve de contrapeso al poder y, que por eso mismo, en los Estados en los que la calidad de su democracia es cuestionable, son silenciados de muchas maneras.
En el México de los últimos años, lamentablemente se han ensayado las formas más extremas de callar periodistas que es asesinándolos. La lista de periodistas asesinados en México es larga, como Miroslava Breach, Víctor Valdez, Moisés Cerezo, Mario Alberto Crespo, Mario Canché, Regina Martínez solo por citar algunos casos que se han destacado en los medios de comunicación.
Hasta el año 2015, la organización internacional Freedom House, ubicaba a México en el lugar 139 de 199 como uno de los países con menor libertad de expresión. Reporteros Sin Fronteras ubicaba a México en el año 2014, en el lugar 148 de 180 en su reporte de 2014 denominado “Estado de censura” y señaló que en la administración de Enrique Peña Nieto, se asesinaba a un periodista cada 26.7 horas por actividades relacionadas con el ejercicio de su profesión.
Según este reporte, la mayoría de las agresiones a periodistas se realizan en lugares en los cuales no existe conflicto armado, agresiones que no solo afectan a los periodistas tradicionales, sino también a aquellos que solo publican información en internet.
De acuerdo con Catalina Botero, ex Relatora Especial para la Libertad de Expresión de la Organización de los Estados Americanos (OEA), una de las situaciones más preocupantes para la comunidad internacional, es el problema de la violencia contra los periodistas y la impunidad que prevalece en las investigaciones de las violaciones a sus derechos humanos, que en su mayoría no se identifica a los autores intelectuales ni mucho menos se les condena.
La impunidad genera un círculo vicioso que repercute en el incremento de las agresiones, pues se sabe que no habrá consecuencias.
Tal como lo afirma Frank La Rue, ex Relator de la ONU sobre la promoción y protección del derecho a la Libertad de Expresión, las violaciones a los derechos humanos de los periodistas se ha incrementado por la falta de voluntad de los gobiernos que han abdicado a su obligación de proteger a los periodistas, de investigar agravios cometidos en su contra, de castigar a los responsables y de esa manera cerrar el círculo vicioso impunidad-violencia contra comunicadores.
Otra de las preocupaciones que ha expresado La Rue, es la criminalización de la libertad de expresión, pues en muchos países se conserva en sus códigos penales el delito de difamación, que afortunadamente en México se modificó en el 2007.
La criminalización de la actividad periodística contraviene lo establecido en los instrumentos internacionales de los que México es parte, por un lado la Declaración Universal de los Derechos Humanos, pero principalmente el Pacto Internacional de los Derechos civiles y Políticos, que en su artículo 19 establece concretamente cuáles son los únicos casos en los cuales se puede restringir la libertad de expresión.
De acuerdo con el informe A/66/290 presentado a la Asamblea General de la ONU, los únicos casos en los que se puede prohibir la difusión de alguna información son: cuando haya participación de niños en pornografía, cuando se instigue el genocidio, cuando se promueva el odio nacional, racial o religioso que constituyan instigación a la discriminación, a la hostilidad, la violencia o al terrorismo.
Así vez estas restricciones deben estar fundadas de manera clara en la normatividad y el Estado debe probar que son necesarísimas y que constituyen una medida proporcional al alcance de la información que se va a limitar.
La libertad de expresión no es algo que se adquiera fácilmente, dice Juan Goytisolo en su célebre artículo sobre la muerte del Dictador español Francisco Franco. Conocedor por experiencia propia de las condiciones en las que se ejerce la libertad de expresión en un estado totalitario, Goytisolo, se lamenta de la tentación de la autocensura que se adolece en este tipo de regímenes, “pues uno se vuelve policía de sí mismo y va por el mundo bajo la sombre de ese padre castrador, de ese Super-ego”.
“Como si fuera hoy que a los veinte años escribí una fábula ingenua denunciado su poder y soñé inmediatamente después que me hallaba preso. Junto a la censura promovida por él, su régimen creaba algo peor: un sistema de autocensura y atrofia espiritual que ha condenado a los españoles al arte sinuoso de escribir y leer entre líneas, a tener siempre presente la existencia de un censor investido de la monstruosa facultad de mutilarlos” dice el premio cervantes 2015.