Juego de Manos - Más Lennon que Juárez

En opinión de Diego Pacheco

Juego de Manos - Más Lennon que Juárez

La semana pasada, el presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, se reunió con los pueblos Mayo, Guarijío y Yaqui, para asegurarles que el su gobierno tiene un compromiso con los grupos en situación de vulnerabilidad para que estos gocen de mejores condiciones de vida y trabajo. Asimismo, señaló que el ser humano debe tener amor por el prójimo, por su semejante, y que esa es la doctrina de la presente administración. Siguiendo esta lógica, el presidente continúo diciendo que el propósito de su gobierno es humanista, es justicia y es cristianismo. “Miren: ¿por qué sacrificaron a Jesús Cristo? ¿por qué lo espiaban y lo seguían? por defender a los humildes por defender a los pobres, esa es la historia” comentaba. Vaya, con declaraciones como esa el presidente se ha quedado a un paso de asemejarse a John Lennon, aunque él ya se negó a disculparse.

Aquí vale la pena señalar unas cuantas cosas: el discurso evangélico que maneja el presidente en esta mesa de trabajo no es extraordinario, sino congruente con declaraciones y actuaciones anteriores. Desde su campaña hace más de un año el entonces candidato resaltaba, en discurso y acciones, la cercanía que establecía entre su idea de gobierno y sus creencias religiosas. Así, el cristianismo, religión que practica y profesa, se mostraba como uno de los pilares del futuro gobierno de Andrés Manuel López Obrador.

Hoy ese discurso se materializa y fortalece. Con el paso del tiempo, López Obrador parece agarrar más valor para hablar libremente de su religión y la influencia que esta tiene en las políticas públicas de su gobierno. Ahora, si bien esto no resulta incongruente con su imagen, si resulta contradictorio con su gobernante ideal, Benito Juárez, cuyas leyes de reforma sentaron las bases para el debilitamiento económico de la iglesia y el ejército. Entonces, ¿será el Benemérito de las Américas un ornamento para embellecer a su gobierno, un símbolo sin fondo mediante el cual se pretende asimilar al presidente actual con uno de los héroes de los libros de historia?

Decir que su gobierno es laico mientras hondea la bandera del cristianismo junto con la tricolor, es lo mismo que presumir que su gobierno no es represor, mientras dispersa a una manifestación de ediles con gas lacrimógeno. Los discursos difícilmente podrán encubrir estas contradicciones.

 

Y hablando de las manifestaciones

Dentro de esa misma semana, más de tres centenas de alcaldes del PAN, PRI y PRD se reunieron en el zócalo capitalino para manifestarse en contra del presupuesto planteado para los municipios dentro del Proyecto de Presupuesto de Egresos de la Federación 2020, referente a la infraestructura y a la seguridad pública.

Los ediles, liderados por Enrique Vargas del Villar (Huixquilucan), Juan Hugo de la Rosa García (Nezahualcóyotl), Francisco Javier Castellón Fonseca (Tepic) y Víctor Manuel Manríquez González (Uruapan); se reunieron a las 6:00 horas en las afueras del Palacio Nacional y exigían que se les permitiera el acceso al recinto, donde el presidente, López Obrador, estaba dando su conferencia mañanera. Poco más de una hora más tarde, algunos manifestantes comenzaron a golpear con las manos la Puerta Mariana, lo que llevó a los elementos de protección de las instalaciones a activar los protocolos de seguridad. El resultado de ello fue el esparcimiento de gas lacrimógeno en el ambiente con el fin de dispersar a los protestantes.

A las y los presidentes municipales no se les recibió más que con gas. De acuerdo con los mensajes del vocero del Gobierno de la República, Jesús Ramírez Cuevas, las medidas que se tomaron tuvieron dos razones de ser: primero, se buscó proteger la integridad de quienes se manifestaban, pues el inmueble se encuentra en obras y el acceso descontrolado de personas podría haber ocasionado un accidente y; después, algunos miembros de la protesta se estaban comportando de manera violenta, lo que llevó a la utilización de este “aerosol inofensivo natural”.

Resulta llamativo el cambio drástico que existe entre los métodos de respuesta ante las manifestaciones que se han observado durante los pasados meses, y los que utilizaron la semana pasada. No es ni la primera ni la más violenta manifestación que encara este gobierno. Tampoco es la primera vez que se “vandaliza” el Palacio Nacional. Pero sí es la primera vez que los manifestantes pertenecen exclusivamente a la esfera política y, más específicamente, a los grupos conservadores con los que esta administración tiene un conflicto directo y declarado.

Quién sabe, quizá el resultado de los acontecimientos responde a las condiciones en que se desarrollaron, a que el presidente se encontraba dentro del recinto o a que los mecanismos de respuesta ante las protestas están por cambiar. O tal vez era una acción con un trasfondo simbólico deliberado en contra de quienes antes conformaban la Mafia del Poder.

 

Antes los vivos que los premios

Este año, la Medalla Belisario Domínguez le fue otorgada a Rosario Ibarra, quien destaca por su lucha por las y los desaparecidos del país.

La ceremonia de entrega se realizó a inicios de la pasada semana en la sede alterna del Senado: la vieja casona de Xicoténcatl. Dentro de los asistentes figuraron legisladores, gobernadores y el presidente de la República. Quien no fue partícipe físico del evento fue la conmemorada, Rosario Ibarra, puesto que su estado de salud de lo impedía. No obstante, su hija, Claudia Piedra Ibarra, atendió en representación de la activista y presentó un discurso de su madre.

Lo más importante del discurso (y, quizá, del evento en su totalidad) es el rechazo de la medalla, y la sucesión de su custodia a Andrés Manuel. “Te pido que me la devuelvas junto con la verdad sobre el paradero de nuestros queridos y añorados hijos y familiares, y con la certeza de que la justicia anhelada por fin los ha cubierto con su velo protector” exclamó Claudia Piedra en nombre de su Rosario Ibarra.

Qué difícil responsabilidad le es entregada al Ejecutivo. Más aún cuando las últimas operaciones de seguridad han mostrado que no existe una estrategia sólida ni una planeación en lo que se refiere al combate a la delincuencia organizada.

 

Se abre el confesionario:

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