Juego de Manos - Entre la negligencia y el oportunismo
En opinión de Diego Pacheco
La ciudad de México está de luto. Como habrás escuchado, la Línea 12 del metro se desplomó el pasado 3 de mayo, entre las estaciones Olivos y Tezonco, en la alcaldía Iztapalapa. Negligencia y corrupción han sido algunas de las palabras más utilizadas para explicar este lamentable hecho. Desde años anteriores (sí, en plural) se llamó la atención acerca del deterioro de esta ruta del sistema de transporte colectivo y estas denuncias, presuntamente, se habían atendido. La línea 12 era una bomba de tiempo y, según denuncias de quienes usan este medio de transporte de manera cotidiana, no es la única.
Tras el incidente, se dieron a conocer las historias de las 26 personas que perdieron la vida en el suceso. Padres, madres, hijos, amigos, con distintas profesiones, estudios y niveles socioeconómicos —eso sí, ninguno perteneciente a la élite del país—. Todos perfiles representativos de las miles de personas que usan a diario el sistema colectivo metro. Con ello, podemos darles rostro e historia a las cifras que, a veces, nublan nuestra vista para no ver más allá de los números.
Por otro lado, el saldo político de la tragedia fue una candidatura presidencial en la cuerda floja (te veo, canciller) y otra bajo la mira (la de la Jefa de Gobierno) pero, a pesar de lo llamativo que pudiera resultar la grilla política de este suceso, esto no es en lo que centrará esta columna.
Además del dolor y la impotencia desatados por esta desgracia, causó un disgusto adicional la postura adoptada por las dos trincheras políticas del país: la Cuarta Transformación y la oposición. Vamos por partes. La postura cuatroteísta partió de tres ejes: lamentos a lo ocurrido y llamados a que se investigue (sin señalar nombres), las llamadas de atención a las “campañas de desprestigio” e, incluso, las teorías respecto a que esto pudo haber sido causado por un sabotaje.
Esta reacción no es de sorprender. La administración actual ha tratado los temas que surgen a través de una perspectiva electoral (independiente de si nos encontramos en un proceso activo) desde su arranque. El problema con ello es que, al ver todo bajo los lentes del voto y las preferencias, se pierde dimensión de los problemas, pues son medibles únicamente acorde a cómo impactarán la imagen del gobierno (o, mejor, del presidente).
La disputa constante con amigos imaginarios (y, a veces, no tan imaginarios), los fifís, la oposición, la derecha y los conservadores; ha hecho que se les vea en todos sitios y acontecimientos —vaya, sería más seguro si se mantuvieran debajo de la cama— lo que trae consigo un olor a sabotaje que ni el viento de Juárez ha podido quitar.
Por otro lado, los actores de la oposición al gobierno en turno condenaron los hechos, responsabilizando a diversos integrantes del gobierno en turno de la tragedia y, por otro lado, llamaron al voto opositor durante los próximos comicios. A ver, una cosa es exigir justicia y otra es utilizar la tragedia con fines políticos (en la forma está el fondo). No, no son los primero en hacerlo, pero eso no es justificación.
La postura de ambas partes tiene sentido político, los intereses de ambas partes se pueden leer entre los discursos y los silencios. También, se da cuenta que ambos bandos pierden de vista el punto más importante del desastroso acontecimiento: las víctimas. Porque en este día tan trágico, se perdieron 26 personas que volvían del trabajo y que tenían a alguien que esperaba su regreso (y hoy les llora). Y estas son vida que ni los peritos ni el seguro podrán traer de vuelta.
Cuando la política nubla la vista hasta el punto de no ver más allá de las contiendas electorales, las preferencias y las confrontaciones; las víctimas se convierten en cifras, las tragedias en armas discursivas y el lavado de manos un acto más allá de la seguridad sanitaria.
Hace falta dar un paso atrás, limpiarse los ojos y ver la imagen, clara y completa, de lo que ocurrió el lunes pasado. El pragmatismo político en tiempos de tragedia es un sinónimo de incapacidad para gobernar a un pueblo, porque si no se puede mirar a las víctimas detrás de los números y el capital político, se carece de la empatía necesaria para representar a México (y esto aplica para ambos bandos).
Por cierto
La NASA reveló una serie de imágenes captadas por su satélite Landsat 8, en donde se aprecia un color café en gran parte del territorio mexicano —coloración que se ha ido pronunciando con el paso de los años— debido a que actualmente enfrentamos una de las sequías generalizadas más fuertes de los últimos veinte años.
Alrededor del 87% del país enfrenta (en mayor o menor medida) condiciones de sequía. Asimismo, varias de las presas más importantes del país se encuentran en niveles de agua extraordinariamente bajos —por ejemplo, la presa Villa Victoria, que abastece a la CDMX y al EdoMex, se encuentra al 29% de su capacidad total— lo que genera carencias en el suministro para el cultivo, la bebida y el riego. Este fenómeno, a su vez, es uno de los detonantes del elevado número de incendios forestales que se han desatado a lo largo del territorio y que han impactado gravemente los bosques de nuestro estado.
En México, no hay incentivos para el cuidado del agua (ni una cultura que incline hacia este comportamiento) y, por otro lado, no existen mecanismos que prevengan el uso excesivo de este vital líquido por parte de personas físicas o morales (o castigos suficientes para quienes desperdician o acaparan este recurso).
En este contexto, el actor, influencer y autonombrado científico, Juan Pablo Martínez-Zurita Arellano “Juanpa Zurita”, anunció en su canal de Youtube el lanzamiento de su marca de agua embotellada. A través de un video de 10 minutos —que, dice, no es para promocionar su nueva marca sino para inspirarte a que hagas las cosas que te propones— narra como la industria del agua nos ha engañado vendiéndonos agua de mala calidad. Lo bueno es que él y sus cuates (menos Rix), nos vienen a salvar con agua de manantial alcalinizada. Gracias por tanto.
Lo alarmante de ello es el conjunto de problemáticas que se conjuntan con el lanzamiento de esta nueva marca de agua embotellada. Además de la gravedad de la privatización de los recursos naturales para su venta a las y los mexicanos, hay que agregarle el impacto medioambiental que tendrá la producción, distribución y desecho de las botellas de plástico.
Desde el espacio se ven las malas ideas: