¡De la cocina a la curul! El trabajo doméstico y participación política en la lucha por los derechos de las mujeres en México
En opinión de Aura Hernández
Durante todos estos siglos, las mujeres han servido de espejos dotados del mágico y delicioso poder de reflejar la figura del hombre al doble de su tamaño.
Virginia Woolf
El diputado José Casas, no imaginó aquella frase que le salió como un borbotón de agua en una sesión del pleno del Congreso de Morelos, lo iba a catapultar a la fama. Al calor de un debate legislativo en el que se cruzaron señalamientos entre varias facciones del poder legislativo, el diputado local soltó una frase, refiriéndose a sus compañeras del Frente Progresista de Mujeres, que pronto se convertirá en clásica: “es lo malo de sacar a las personas de la cocina y darles una curul”. Y de ahí… al estrellato.
Y también sin imaginarlo, el legislador colocó en el cubo de la basura todas las luchas y reivindicaciones logradas a lo largo de la historia por los derechos de las mujeres, de las cuales, la actual conformación de la Legislatura del estado de Morelos es producto. Pero también su expresión dimensionó el tamaño de la tarea que tenemos por delante, para impulsar una nueva cultura sobre el papel de la mujer en la sociedad, que no creo que sea, precisa y únicamente en la cocina.
Sin menoscabo de que el legislador, pudiera tener razón al acusar a sus pares mujeres que integran el llamado Frente Progresista, de usar de manera perversa el discurso de la perspectiva de género, para justificar actos de corrupción y de manipulación, así como de violencia política o tráfico de influencias, lo cierto es que fue notorio que la frase le salió del alma y que lo pinta de cuerpo entero como una persona sino misógina, si conservadora y con una visión muy limitada de las potencialidades de las mujeres.
Traigo a cuenta la expresión del Diputado Casas, no únicamente por mi desacuerdo con su postura sobre lo que él considera que debe ser el rol femenino en nuestra sociedad, sino porque es una muestra emblemática de la manera en que los prejuicios y los estereotipos de género están interiorizados en nuestra cultura, tanto que no nos damos cuenta y eso es lo peor. Pues en la medida en que este tipo de discriminación por razones de género no se visibilice, no avanzaremos en su transformación ni en generar condiciones de igualdad entre mujeres y hombres.
Cierto es también que hace falta a la clase política del estado transitar hacia una nueva cultura de la igualdad de género y que ello, se hace más evidente en la medida en que se renuevan los cargos públicos en los tres poderes del estado. Situación que pudiera combatirse si los partidos tomaran en serio la capacitación de sus liderazgos y la formación de sus cuadros políticos y sobre todo, si ya como servidores públicos, tuvieran un “poquito” de humildad para aceptar sus limitaciones. Pero normalmente, no sucede así y ello explica los exabruptos y las improvisaciones.
Prófugas de la cocina.
A la luz de esta condición de falta de perspectiva de género en las élites políticas del estado me haría varías preguntas: ¿Qué sería de este mundo, si Marie Curie no hubiera cambiado las tareas domésticas por la investigación y el laboratorio? ¿Qué hubiera pasado si Sor Juana no hubiera desafiado los estereotipos de la sociedad colonial ultra conservadora y mojigata?¿Si la grandísima Virginia Woolf no hubiera roto con los estándares femeninos de su época?
¿Qué sería del movimiento feminista en el mundo sin la lucha de las obreras textileras que el 8 de marzo de 1857 se manifestaron en New York exigiendo recorte del horario laboral, mejores salarios, derecho al voto y el fin del trabajo infantil y que por lo mismo fueron sacrificadas? ¿Y qué sería si la gran Simone de Beauvoir no se hubiera revelado contra de los valores burgueses de que le inculcaron sus padres derechistas?
¿Qué sería de este país, sin Sor Juana, sin Leona Vicario, sin Josefa Ortiz, sin Belén Gutiérrez, sin Elvia Carrillo Puerto y las Sufragistas, sin Carmen Serdán, sin Gertrudis Bocanegra, sin las madres de los 43 de Ayotzinapa? ¿Si ellas no hubieran abandonado la cocina y tomado la calle?
Y sin duda, este país no sería el mismo sin Doña Rosario Ibarra de Piedra, nuestra imprescindible e incansable luchadora, ícono del siglo XX mexicano y tan vigente el siglo XXI. La Doña que dejó una vida cómoda, y tal vez una linda cocina, en Monterrey para exigir la presentación con vida de su hijo Jesús y al hacerlo nos legó no solo su ejemplo, sino grandes lecciones sobre la defensa de los derechos humanos.
Sin ellas no sería lo mismo.
A propósito, es de celebrarse que el legislador Casas, anunciara ayer a los medios de comunicación, que tomará un diplomado sobre nuevas masculinidades y ofrecerá una disculpa por sus dichos de la semana pasada. Eso, sin duda es también producto de la lucha de las mujeres.