Juego de Manos - El 8M y la apuesta por la colectividad
En opinión de Diego Pacheco
A manera de conclusión de la conmemoración del Día Internacional de la Mujer, agradezco a mi amiga Cinthya Gallardo quien nos comparte una reflexión acerca de los retos presentes y futuros, desde una perspectiva cercana al movimiento, con un aprendizaje y crecimiento permanente. Mi admiración y respeto siempre. Este apartado es de su entera autoría:
El pasado miércoles 8 de marzo se llevó a cabo la conmemoración del Día Internacional de la Mujer, cuyo origen es pertinente recordar, puesto que implicó el asesinato de 120 trabajadoras de una fábrica textil de Nueva York en 1857. Así, como cada año, millones de mujeres de diversas partes del mundo enunciaron su enojo, hartazgo y justa preocupación por la violencia machista y misógina que viven día con día; por lo que realizaron movilizaciones de protesta que, entre otras cosas, implicaron ocupar las calles de diversas ciudades y capitales del mundo.
En México, miles de personas —entre ellas mujeres, infancias, disidencias sexogenéricas y familiares de víctimas por la violencia feminicida— se unieron a la movilización, demandaron justicia y denunciaron la impunidad y normalización de la violencia frente a un sistema patriarcal que cada día le arrebata la vida, al menos, a 10 mujeres en este país.
Las autoridades de gobierno, aparentemente bien organizadas, se encargaron de proteger edificios, monumentos y cualquier símbolo histórico, para que las mujeres, principalmente del bloque negro, no intervinieran dichos objetos ni practicaran la iconoclasia. Aunque esta práctica se ha llegado a criminalizar y a comparar con el vandalismo; es importante saber que la iconoclasia es una forma legítima de protesta realizada por medio de la acción directa que busca un cambio de sistema, cuestionando los símbolos e ideologías que ya no representan los valores ni ayudan a garantizar la seguridad y derechos de todas las personas de una sociedad.
Este tipo de protestas provocan en muchas personas incomodidad e, inevitablemente, invitan al debate sobre los temas que se denuncian. No toda la gente —ni siempre— estará de acuerdo con este tipo de intervenciones; sin embargo, su misión es clara: visibilizar el hartazgo de vivir en un mundo donde se violenta a las mujeres y se normaliza la violencia feminicida.
A su vez, a las marchas del pasado 8M, como muestra de oposición, asistieron grupos autodenominados “provida”, considerados por muchas personas como grupos antiderechos, pues su búsqueda de “proteger las dos vidas” involucra la violación de los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres y personas gestantes.
Por otra parte, para seguir conociendo sobre este tema, podemos mencionar que en este sistema social, cultural, político y económico en el que vivimos, por siglos ha estado presente el patriarcado, mismo que ha sido beneficiado por otras acciones y herramientas institucionales para violentar y oprimir a todo lo considerado como “femenino”, invisibilizando la existencia de la mujer y estableciendo la superioridad del hombre y de lo considerado como “masculino”.
Así, tomando en cuenta que este sistema ha dado privilegios (derechos a los que sólo una pequeña parte de la sociedad tiene acceso) a los hombres y todo lo relacionado con lo masculino; resulta necesario seguir cuestionando la asistencia de los hombres “aliados” al movimiento feminista y a los espacios construidos por y para mujeres y víctimas del patriarcado.
Si en los hombres existiera una genuina intención de ayudar a eliminar la violencia machista y patriarcal (que también les afecta y limita a ellos de expresar y vivir de una forma más libre), un buen primer paso sería comenzar por aceptar que la conversación no va en si son machistas o no; sino en reconocer las acciones machistas dentro de su cotidianidad, los privilegios con los que viven y en no callar ni solapar las acciones de otros hombres que vayan en contra de la integridad de mujeres, infancias y personas que no entran en los estándares de la masculinidad y la heterosexualidad (considerada como lo “natural”).
Sin lugar a duda, la marcha del 8M ha servido como herramienta de memoria y visibilización de la ya conocida lucha feminista; no obstante, es la diversidad de experiencias y realidades la que ha dado paso a los espacios de lucha y reflexión desde distintas trincheras. Por tanto, es importante mencionar que en el movimiento feminista no existe un solo feminismo. La diversidad de feminismos está presente puesto que, aunque cada una de nosotras somos oprimidas por el patriarcado, existen ciertos tipos de violencias que unas viven y otras no.
Esta consideración de las distintas desigualdades que pasan en la individualidad y en lo colectivo son parte importante de lo que se conoce como interseccionalidad, lo que también nos ayuda a conocer y reconocer cómo viven las mujeres campesinas, las obreras, las trabajadoras del hogar, las mujeres trans, las mujeres lesbianas y bisexuales, las mujeres indígenas y de pueblos originarios, y el sinfín de realidades de todas las mujeres.
Como reflexión última, el 8M ha dado paso a preguntarnos ¿hacia dónde vamos? ¿qué sigue? ¿qué falta por hacer y por cambiar? Un camino con más preguntas que respuestas pero que, al final del día, también nos deja muchos aprendizajes; entre ellos, reconocer la urgencia de poner como prioridad la colectividad para crear espacios seguros donde se garantice acompañarnos de manera respetuosa y empática.
No podemos dejar de reconocer que nos falta mucho por aprender de otras experiencias y eliminar creencias que nos limitan a conectar de mejor manera con las demás personas. Sin embargo, el camino es esperanzador y nuestra existencia basta para seguir apostando por construir los mundos necesarios y dignos de habitar. Se lo debemos a quienes ya no están, a nuestras infancias, y a nosotras mismas.
Por cierto
Para finales de este año estarán definidas las candidaturas para los comicios del 2024. En lo que nos concierne a las y los morelenses, estará en nuestras manos definir legislaturas locales y federales, alcaldías, la gubernatura y nuestra opinión respecto a quién debería ocupar durante seis años la silla presidencial.
Pero, en la inmediatez, ¿qué quiere decir esto? Que, día tras día, atestiguamos decantaciones públicas hacia las opciones que se presentan como posibles para competir el próximo año. Dentro del partido en el poder, a la hora de impulsar a una de las corcholatas presidenciables(les); desde la oposición, con las posturas en favor o en contra de las decisiones de las cúpulas, así como con su impulso al frente común en contra del proyecto oficialista. Y, claro, en cualquiera de los casos con su permanencia en su trinchera o el salto de barco, los mensajes y los silencios que, a veces, hacen más ruido que los propios discursos.
La actividad política es un constante juego de apuestas, donde factores como el contexto, las coyunturas, las relaciones y los recursos juegan papeles coprotagónicos con —e, inclusive, se sobreponen a— la experiencia, el conocimiento y la capacidad para desempeñar un buen papel en un cargo público.
En ese sentido, quienes apuestan antes más riesgo corren y, a su vez, en el mejor de los casos, pueden recibir la mayor retribución por su “salto de fe”. Es por ello que desde meses atrás se ha hablado de un “tiempo de definiciones”, donde algunas figuras se comienzan a decantar de manera pública o han dado evidencia de su simpatía hacia uno u otro proyecto.
Con el tiempo encima, esta temporalidad adquiere fuerza y, poco a poco, son más las personas que se deciden hacia la opción de su preferencia. Quien no arriesga, no gana; pero eso no significa que deban hacerse apuestas a ciegas. La preparación, el estudio y la información son elementos cruciales que, al combinarse con el tiempo y el lugar preciso, pueden ser la receta del éxito.
Mucho ojo, siempre:
diegopachecowil@gmail.com