Juego de Manos - De cruces y protestas
En opinión de Diego Pacheco
Luego de más de 23 años de no haberse coronado victoriosos en la Liga MX, el Cruz
Azul se hizo de su novena estrella el fin de semana pasado. La maldición de más de dos décadas que sufría este equipo, así como sus aficionadas y aficionados, por fin tuvo su punto final (ya solo nos toca a los de Azul y Oro). Esto, evidentemente, llevó a una celebración masiva en redes sociales y de manera física, con epicentro en el Ángel de la Independencia, sobre la Avenida Paseo de la Reforma, en la Ciudad de México.
Hasta ahí, todo bien; no obstante, se presenció un fenómeno interesante (y predecible) donde miles de personas se congregaron en distintos puntos de la capital y alrededor del país dejando a un lado las medidas de sanidad de la pandemia, puesto que el virus también le va a La Máquina.
Con mucho alcohol y poca ropa la celebración duró hasta tardías horas de la madrugada, cerrando así una histórica noche para el fútbol mexicano. Las gargantas se desgarraron con las porras al celeste, las calles se tornaron en baños públicos y el pudor pasó al segundo plano del éxtasis colectivo.
Ahora bien, más allá de ámbito deportivo quiero enfocarme en el aspecto social de este acontecimiento, puesto que existe una clara contradicción discursiva de ciertas personas que celebraron este logro futbolístico —de la manera antes descrita— mientras que, meses atrás, criticaron las distintas manifestaciones —en su mayoría feministas— que de igual manera se apropiaban del espacio público para hacerse escuchar. Aunque en su caso fuese un llamado de justicia por las decenas de mujeres asesinadas día con día, así como las millones que sufren de algún tipo de violencia de género de manera cotidiana, pero bueno, quién se fija en las particularidades, ¿verdad?
Entonces, la tan frecuentada frase “esas no son formas de protestar”, cobra un no tan nuevo significado en este contexto. ¿Será que esta solo aplica para las manifestaciones incómodas, para las víctimas de violencia y quienes claman justicia, pero quedan exentos los victoriosos, los apasionados y los hombres (pregunta seria)?
Para aunar al debate, vale la pena ver la respuesta por parte de autoridades —que dista completamente de como se actúa frente a las manifestaciones que buscan visibilizar el problema estructural de la violencia de género—. Extrañamente, los agentes de seguridad no fueron protagonistas en estas manifestaciones, ni se protegieron los monumentos o la infraestructura pública.
Este tipo de incongruencias (o hipocresía) son muy peligrosas, puesto que refuerzan una perspectiva machista para entender (y atender) los fenómenos sociales y, por ende, justifican aquellos que van acorde al discurso machista, mientras que condenan aquellos fenómenos que lo critican.
Entonces, hay que tener bien claro que es lo que se aplaude y lo que se critica, lo que se defiende y lo que se violenta. Porque los monumentos son recuerdos, pero las personas son el presente y ninguna construcción tendrá más valor que la vida digna de nuestra gente.
Entre monstruos y humanos
Hace unas semanas se dio a conocer el caso de un feminicida serial en Atizapán, Estado de México, quien fue capturado por las autoridades a mediados de mayo. En una excavación realizada en su domicilio, se encontraron restos óseos y fotografías sus víctimas.
Este caso me recuerda a aquel de otro asesino de mujeres que residía en Ecatepec, Juan Carlos, quien confesó haberse dedicado a perseguir a sus víctimas con el apoyo de su pareja durante 6 años, en los que, aseguró haber asesinado a 20 mujeres. A partir de ello, fue apodado el “Monstruo de Ecatepec”.
Hay que tener presente que las etiquetas y los nombramientos tienen un peso simbólico y, por ende, un impacto en la percepción que se tiene de las personas a quienes se les otorga. En estos casos, llamar “monstruo” a quienes cometieron múltiples feminicidios da una peligrosa imagen de fantasía a estos criminales, que mitifica las atrocidades cometidas por estas personas y generan una falsa concepción aquellas que cometen estos crímenes son criaturas de la noche, de rostros aterradores y carentes de humanidad.
En este mundo, quienes cometen feminicidios no son monstruos ni criaturas mitológicas, son personas comunes y corrientes, que pueden camuflarse entre nosotros, que pueden ser amigos, parejas o familiares; y cuyos crímenes son la culminación de una cadena de violencia que empieza por el machismo que normalizamos.
La violencia de género no se restringe a personajes aterradores, está presente en todas las esferas de nuestra sociedad y, por ende, su solución se encuentra en un esfuerzo integral y profundo para erradicarlo, que parte de la identificación del problema y sus múltiples manifestaciones. Sin reflexión, sin empatía y sin un esfuerzo verdadero desde todos los frentes; los monstruos seguirán existiendo y sus víctimas, desconociendo.
Por cierto
Hace algunas semanas escribí sobre la gran importancia de ejercer nuestro voto de manera razonada, con la finalidad de tener pleno conocimiento de su impacto en los resultados electorales. Ahora que el proceso electoral está por concluir, quisiera hacer una última reflexión sobre lo que, desde mi particular punto de vista, encuentro como motivación para salir a votar.
Es común escuchar críticas hacia todos los gobiernos y todos partidos, es natural dentro de un contexto democrático; no obstante, la democracia no vive realmente hasta que hacemos uso de nuestra voz en lado urnas. Los cambios no llegan por sí mismos y el apoyo hacia un proyecto político se hace notar con el ejercicio de nuestro voto
A lo largo de estos procesos, las personas somos bombardeadas con distintos mensajes políticos, apelando al voto en favor de una u otra fórmula. En el discurso político, todas y todos son los mejores y los peores, de manera simultanea, desde el arranque de las campañas hasta el cierre del proceso; sin embargo, al final, la mejor decisión que podemos tomar es la que más nos convenza, por las razones que encontremos suficientes.
El voto como motor de cambio y sostén de proyectos políticos. es nuestra mayor herramienta para hacer saber nuestra opinión, dar revés a personajes dañinos para nuestra comunidad y para participar directamente en la historia de nuestro país. Los mensajes al aire sin acciones físicas son insuficientes, si queremos mejores condiciones de vida, votemos por quienes puedan (y quieran) construirlas; si las autoridades no están dando el ancho, votemos para quitarlas; si queremos seguridad, salud, empleo, votemos por proyectos que las impulsen.
Vota, vota, vota: