Inclusión Educativa en la UAEM - Enfermedad/deficiencia/discapacidad: OMS
En opinión de Eliseo Guajardo Ramos
La Organización Mundial de la Salud (OMS) de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) logró consensuar en 1980 un documento acerca de la Clasificación Internacional de la Discapacidad, denominado CIF que se refiere a la estructura y funcionamiento orgánico. Desde ese momento, diferenció la “deficiencia” de la “discapacidad” y lo que denominó “minusvalía”. Se trataba del primer modelo CIF: D-D-M.
La Minusvalía tiene una denominación muy desafortunada porque se escucha peyorativa y anacrónica. Se refiere a las normas vigentes que restringen el acceso de las personas por motivos de deficiencia o discapacidad a ciertos ámbitos institucionales o sociales. Evidentemente, son normas discriminatorias. Como las que venían operando -y operan todavía en algunos casos indebidamente- en las escuelas regulares para el acceso de niños con discapacidad. Decimos por motivos de “deficiencia” o “discapacidad”, porque la discriminación pudiera provenir por el solo hecho de estar en condición de deficiencia orgánica, por ejemplo, sin piernas. Pero, sin discapacidad para desplazarse, ya que se maneja en silla de ruedas en forma autónoma. Y sin considerar que no hay discapacidad específica se le segrega, por el solo hecho de la deficiencia en su estructura corporal. Esto, es “minusvalidar” a la persona. Opera una relación D-M, donde “D” es Deficiencia. Pero pudiera ser que la persona sí presenta una discapacidad para desplazarse, propiciada por una deficiencia orgánica y le aplican la exclusión al acceso a ciertos ámbitos o instituciones. Opera una relación D-M, en donde la “D” es discapacidad. Lo que queremos decir es que de la triada D-D-M no es unidireccional, que la minusvalía puede propiciarse por cualquiera de las dos “D”.
Las condiciones del contexto social pueden incrementar o disminuir la discapacidad de las personas. Y, pudiera ser que la falta de oportunidades o exclusión y discriminación operar contra el desempeño o discapacidad de la persona. La falta de ejercicio de la estructura corporal agravar el funcionamiento orgánico. Haciendo un círculo vicioso entre la discapacidad y la deficiencia. En síntesis, el modelo D-D-M es dinámico entre las tres dimensiones: lo orgánico (D), lo personal (D) y lo social (M).
No es fácil distinguir entre la deficiencia y la discapacidad, al grado de que cuando se refiere a una se está aludiendo a la otra. Es demasiado dinámica la relación como para distinguirlas. En menor medida es, también, la minusvalía (M), pero también se retroalimentan. Por lo que la OMS optó por integrar las tres dimensiones y referirse a noción de discapacidad como a las tres, como más compleja y multidimensional. Así, el CIF de la OMS en 2001, se revisa y aumenta.
La misma OMS en 2010 publica el Manual de internacional de Diagnóstico de Enfermedades reconocidas por dicho organismo, como CIE-10. ¿Por qué, introducimos el tema de la enfermedad? Si ni la deficiencia, ni la discapacidad son enfermedades. Porque, algunas enfermedades -relativamente comunes-, se van a cruzar con la discapacidad, sin que lo sean. Es el caso de los Trastornos del Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH) y el Trastorno del Espectro Autista (TEA).
Son casos muy controvertidos y tienen su propia historia de desaciertos y errores; así como avances, con desaciertos que continúan. El TDAH se dividió por un tiempo en déficit de atención del de hiperkinético; llegó a confundirse con lo que se denominaba “disfunción cerebral mínima” y ésta, su vez, con la dislexia y discalculia. El TEA se confundía con deficiencia mental, con sordera y hasta con psicosis infantil. Los Manuales de diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales, DSM (por sus siglas en inglés), aparece el TDAH aparece hasta la versión IV, en 1994 y el DSM IV TR en 2000, así como el DSM V, en 2013.
Pero el CIE 10 del diagnóstico internacional de enfermedades de la OMS no aparece, por ejemplo, el TDAH y en el CIF IA, sobre discapacidad de la Infancia y Adolescencia, derivado del CIF 2001 -general de adultos- no aparece, tampoco. Es hasta el CIE 11 de la OMS, en 2018, que se incluye tanto el TDAH y el TEA. Pero, insistimos, éstas no son discapacidades, son enfermedades como trastornos que son, como su denominación lo indica.
Volvemos a lo mismo, la misma enfermedad puede propiciar limitaciones diferentes o deficiencias orgánicas diferentes, mismas que en unos casos dan la ocasión de presentar una relativa discapacidad en unos ámbitos y en otros no. No opera como causa efecto directo. Se trata de probabilidades de orden social. Por lo que la OMS emitió un instrumento para la Medición de la Salud y la Discapacidad. Manual para el cuestionario de Evaluación de la Discapacidad. Sirve para evaluar las limitaciones, las restricciones y la participación de las personas con discapacidad: WHOAS 2.0, en 2018.
Evalúa 6 dimensiones: 1. Cognición: comprensión y comunicación; Movilidad: movilidad y desplazamiento; Cuidado personal: cuidado de la propia higiene, posibilidad de vestirse, comer, quedarse solo; Relaciones: interacción con otras personas; Actividades cotidianas: responsabilidades domésticas, tiempo libre, trabajo y escuela; Participación: participación en actividades comunitarias y en la sociedad. Se trata de cuestionarios auto administrados, por interrogatorio o con informantes confiables y cercanos. No obstante, estos cuestionarios están diseñados idóneamente para personas de 18 años hacia arriba de edad.
No hay WHOAS para menores de 18 años. Pero no significa que no lo habrá. Para que se pueda contar con un referente valioso como el que la OMS ha elaborado, deberá contemplar el contexto familiar y el escolar. El informante confiable son los padres y los maestros de los niños con discapacidad. He ahí la importancia de los maestros de educación básica.