Escala de Grises - Veinte años después

En opinión de Arendy Ávalos

Escala de Grises - Veinte años después

El pasado 18 de mayo, un hombre fue detenido en Atizapán de Zaragoza, Estado de México por su probable participación en el feminicidio de una mujer de 34 años, quien era habitante del mismo municipio. El identificado como Andrés “N”, de 72 años, escondía en su domicilio los restos de la víctima, mismos que fueron localizados gracias a un cateo en la colonia Lomas de San Miguel.

La Fiscalía General de Justicia del EdoMex comunicó que, además de los restos de la mujer asesinada, se localizaron más restos óseos, identificaciones oficiales, ropa, calzado, bolsas de mujer y libretas con varios nombres, además de maquillaje. Estos elementos ya fueron trasladados a las instalaciones de la fiscalía para someterlos a pruebas y que puedan identificarse.

Andrés “N” fue detenido después la inspección a su domicilio y se determinó que fuera ingresado al Centro Penitenciario de Tlalnepantla. Para el 19 de mayo todavía no era posible confirmar el número de víctimas del hombre que fue nombrado por los medios de comunicación como “el feminicida de Atizapán”.

El domicilio de Andrés “N” continúa investigándose y, hasta el momento, se ha confirmado que los trabajos de búsqueda continuarán indefinidamente. La Coordinación General de Servicios Periciales de la Fiscalía fue la encargada de revelar que la excavación actualmente se realiza en los 20 metros de superficie que componen el área del patio y la cocina, zona en la que se ya encontraron más restos de víctimas de feminicidio.

La segunda fase consistirá en la excavación de la habitación principal y el sótano, área que comprende 30 metros cuadrados. La última fase consistirá en analizar la zona del patio y los dos baños, mismos que están distribuidos en los 68 metros cuadrados restantes del domicilio.

Andrés “N”, en los primeros interrogatorios, confesó haber cometido alrededor de 30 feminicidios en los últimos 20 años. Entre las víctimas se logró identificar los nombres de Flor Ninive Vizcaíno, desaparecida en 2016; Rubicela Gallegos, desaparecida en 2019 y Reyna González, la mujer de Atizapán cuyo cuerpo fue hallado en Lomas de San Miguel.

Treinta feminicidios en veinte años (la repetición del dato es completamente a propósito). Veinte años tuvieron que pasar para que las familias de las víctimas de feminicidio pudieran esperar una respuesta por parte de las autoridades que, en veinte años, no se percataron de lo que sucedía en el estado con mayor número de feminicidios a nivel nacional.

De acuerdo con el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP), 61 mujeres fueron asesinadas en lo que va del 2021 y, tan solo entre enero y marzo, se abrieron 35 carpetas de investigación por el delito de feminicidio. Esas son las desoladoras cifras que, si no aterrizamos, podrían pasar por insignificantes.

Más de sesenta mujeres fueron asesinadas por el simple hecho de ser mujeres en uno de los 32 estados que conforman nuestro país, el mismo país en el que se cometen 11 feminicidios diarios a lo largo de todo el territorio. Suena monstruoso, sí. Sin embargo, hay algo que debe quedarnos claro. Estos actos no son cometidos por seres mitológicos o de fantasía, no son cometidos por “monstruos”, como los suele retratar la prensa nacional o como suelen referirse a ellos quienes se niegan a asumir que son personas comunes.

Hombres feminicidas que son hijos de alguien, padres de alguien, parejas de alguien, vecinos de alguien. Hombres que cometen crímenes de odio a lo largo de veinte años y pueden seguir libres después de asesinar a 30 mujeres que debieron regresar a sus casas y debieron continuar con sus vidas. Hombres que no son investigados porque en México se niega la violencia en contra de las mujeres y se opta por criminalizar a quienes son asesinadas o revictimizar a quienes son abusadas.

En eso consiste el problema estructural del machismo y la misoginia, invisibilizar las diferentes expresiones de violencia de género que se presentan de forma tan cotidiana que ya están normalizadas. En fabricar frases como “no todos los hombres somos feminicidas…” o “no todos los hombres violentamos a las mujeres” para deslindarse de actos como el compartir fotografías íntimas sin consentimiento, amenazar y acosar a las mujeres en un bar o juzgar a una mujer por ejercer su vida sexual con libertad.

Es cierto, no todos los hombres son feminicidas, pero podría asegurarle que una gran parte de ellos ha ejecutado acciones con un fondo machista y misógino. Puede que “no todos los hombres”, pero sí todas las mujeres. Todas las mujeres (y permítame hablar en primera persona de forma plural) hemos experimentado acoso en la calle, en el transporte público, violencia de género en el área profesional, laboral o sentimental y hasta doméstica.

¿Por qué? Porque todas las personas formamos parte del mismo sistema que permite once feminicidios diarios y que el 98% de ellos quede en la impunidad. Los feminicidios no son “casos aislados”, son el resultado de la violencia constante a la que le hemos cerrado los ojos, son parte de una cotidianidad en la que se nos ha vuelto costumbre exigir respuestas de las autoridades y a las instituciones.

Han pasado siglos de violencia en contra de las mujeres, pasaron 20 años para que el asesino de 30 de nosotras fuera encontrado y arrestado. Que no pase un solo día más para que las sobrevivientes de la violencia, las víctimas de feminicidio y sus familias reciban lo que merecen: justicia. Aunque, como ya le he dicho, la verdadera justicia sería que las mujeres asesinadas siguieran con vida.

 

Justicia para todas

arendy.avalos@gmail.com

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