Escala de Grises - Marcha a favor de la Mujer y de la Vida
En opinión de Arendy Ávalos
El pasado domingo, diversas personas que rechazan la despenalización del aborto en México (y que, por lo tanto, están en contra de los derechos humanos y el acceso a servicios dignos de salud) se manifestaron en la Ciudad de México. La protesta, principalmente conformada por grupos católicos, se concentró en el Ángel de la Independencia.
Además de la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM) a la protesta asistieron organizaciones que se denominan “provida”. El nombre que se decidió poner al evento fue “Marcha a favor de la Mujer y de la Vida” (sic.) y la convocatoria fue tal que personas originarias de Morelos y de Jalisco se trasladaron a la capital del país para ondear sus banderas azul celeste.
Con pañoletas atadas al cuello, carteles en los que se leían diferentes consignas y gritos a favor de “salvar las dos vidas”, los grupos marcharon junto a integrantes del CEM, como Alfonso Miranda Guardiola, quien se desempeña como obispo auxiliar en Monterrey. Además de la protesta en tierra, quienes se posicionaron en contra de la despenalización del aborto decidieron compartir una serie de fotografías, videos y diferentes contenidos bajo las etiquetas #MéxicoEsProvida y #MeLateElCorazón.
Entre algunos de los comentarios externados en plataformas digitales y en la protesta, se encontraba la consigna “legal e ilegal, el aborto mata igual”. El respeto a la vida “desde la concepción” se ha basado en contenido religioso, como en el caso de la biblia, y en una serie de presuntos argumentos basados en la moralidad.
Más allá de los inconvenientes viales y la incredulidad al escuchar los comentarios de quienes asistieron a la marcha, esto no hubiera generado mayores conflictos que el ya conocido debate entre la población que está en contra del aborto y quienes realmente están a favor de los derechos sexuales de las personas gestantes.
Sin embargo, no todo se quedó en los gritos de “la vida está presente”. Una vez que terminó el evento, se realizó un ultrasonido en vivo a una mejor de edad embarazada. La niña de 15 años (que sí es una niña) subió a una mesa en donde personal profesional de la salud (aparentemente) le colocó gel en el vientre.
Mientras las personas asistentes coreaban “sí a la vida”, el doctor mostraba en pantalla el interior de la “pancita” de la paciente pediátrica cuyo abdomen permanecía expuesto. La menor de edad identificada como Ana, permanecía muy quieta ante la ovación del público. Sus manos permanecían entrelazadas sobre su pecho y sus piernas [enfundadas en un pantalón de Mickey Mouse] descansaban en la superficie plana en una línea casi perfecta.
El especialista en ginecología, llamado Fernando, con micrófono en mano, describía los elementos que podían identificarse durante el estudio. Aparentemente, la imagen y el audio eran transmitidos en vivo para el resto de las personas que no pudieron asistir, pero no querían perderse el “milagro de la vida”.
Por supuesto, el video de dichos minutos no tardó en circular a través de plataformas digitales para viralizarse en cuestión de segundos. Los aplausos y gritos que decían “mi mamá dijo sí, por eso estoy aquí”, fueron brutalmente contrastados por sentimientos de indignación y furia, pues es lo mínimo que podía sentirse ante una situación parecida.
Respecto a esto, hay muchas cosas que debemos abordar. Primero, exponer a una niña de 15 años a una situación similar, mientras ella está experimentando un proceso complicado no solo a nivel físico, sino mental y emocional para intentar demostrar lo maravillosa que es la maternidad [impuesta] solo puede ser un acto lleno de violencia.
“Pero le aplaudieron, no la atacaron, no le hicieron nada”. Probablemente usted leyó o escuchó alguno de esos comentarios, incluso puede que usted los enunciara. Sin embargo, permítame explicarle a qué me refiero. En casos como el de Ana, no es necesario que las personas te señalen con el dedo para ser violentada. Ana ni siquiera tiene la autoridad legal que llega con los 18 años para acceder a realizar algo similar a lo que ocurrió el pasado fin de semana.
Ana, una niña de 15 años, jamás debió ser expuesta ni vulnerada de esa manera, mucho menos para la celebración de grupos religiosos que acumulan millones de casos de abuso sexual a menores de edad. Sobre eso va mi siguiente punto. En 2019, México ocupó el primer lugar en abuso sexual infantil, de acuerdo con la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE).
¿Realmente eso es salvar las dos vidas? Si las personas en contra de los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres realmente fueran “provida” y se preocuparan por el sano desarrollo de las infancias, esta situación sería completamente diferente. Dejemos algo muy claro. Estar a favor de la legalización del aborto no es estar en contra de la vida ni odiar a las mujeres embarazadas y, por supuesto, tampoco implica que las personas gestantes acudirán a interrumpir un embarazo cada mes.
Estar a favor de la despenalización del aborto significa que las mujeres, de cualquier edad, no serán criminalizadas ni encarceladas por tomar la decisión de no ser madres por la infinidad de razones que se le puedan ocurrir. Estar a favor de los derechos sexuales y reproductivos significa que exigimos educación sexual oportuna y de calidad, para que les niñes menores de edad tengan la información necesaria al momento de iniciar esta etapa en su vida.
Lo que, a su vez, implica el acceso a anticonceptivos para que todas las personas, sin importar su edad, su clase social o el grupo económico al que pertenezcan, puedan ejercer su vida sexual de manera segura. Estar a favor del aborto involucra la exigencia de que el Estado garantice procesos dignos, en donde no peligre la vida de más mujeres en el país.
Educación sexual para decidir. Anticonceptivos para no abortar. Aborto legal para no morir.
@Arendy_Avalos en Twitter