Escala de Grises - El árbol de la violencia
En opinión de Arendy Ávalos
De acuerdo con los resultados de la Encuesta Nacional de Seguridad Pública Urbana (ENSU), realizada por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), el 27.2% de la población femenina encuestada fue víctima de acoso personal o violencia sexual durante los últimos meses del año pasado, dato que refleja una diferencia de más del doble, en comparación con el 10.1% de los hombres que manifestó haber sufrido la misma situación.
Este rubro fue incluido por primera vez en la ENSU, herramienta diseñada para entender la percepción que la ciudadanía tiene del lugar en el que vive, ergo del país. El objetivo de la modificación fue tener una aproximación de ese tipo de delitos, aunque no se realicen denuncias formales al respecto.
Como si esos números no fueran lo suficientemente alarmantes, según la Secretaría de Seguridad Pública, en el 2019 se denunciaron 15, 849 violaciones; a pesar de que sólo 1 de cada 10 víctimas realiza el proceso legal. Además, en México se asesinan a 10 mujeres todos los días por el simple hecho de serlo. Como podrá darse cuenta, este también es un problema de Estado.
Que el INEGI agregue este tipo de datos no se debe tomar a la ligera. Los números y porcentajes son equivalentes a miles de mujeres que, todos los días, salen con miedo, que deben mirar sobre sus hombros cuando caminan por la calle y que han cambiado sus rutinas por la inseguridad que representa su sexo.
Las manifestaciones de violencia son varias: piropos sobre sus cuerpos, comentarios o insinuaciones sexuales, insultos, recepción de fotografías no solicitadas, amenazas y contacto no consensuado, violaciones y, en un caso más extremo, feminicidio. A las últimas protestas de las mujeres y colectivos feministas les sobra fundamento.
Es momento de que los gobiernos apliquen estrategias que no se basen únicamente en poner alumbrado público, sino que se enfoquen en las necesidades de las víctimas y resuelvan los varios errores que ha tenido la presente administración en materia de género. Las soluciones “sencillas”, aparentemente fáciles y rápidas de aplicar, no resuelven el problema; ayudan a normalizarlo y lo vuelven más grande.
Paridad no es equidad
En los últimos meses, después de recibir cinco quejas por presunto hostigamiento laboral y acoso sexual en contra de Roberto Valdovinos, director del Instituto de los Mexicanos en el Exterior (IME), la institución decidió abrir una investigación —desde abril del 2019— de la que, hasta este momento, no se tiene resolución alguna.
El proceso está en manos del Comité de Ética y el Órgano interno de Control de la Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE), la Secretaría de la Función Pública e, incluso, de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, organismo encargado del caso de una víctima.
Personas cercanas al funcionario han declarado que tiene un comportamiento inadecuado con las mujeres que incluye comentarios e invitaciones inapropiadas, situación que se suma al comportamiento agresivo que presentó con varias mujeres (gritos, golpes contra la mesa, interrupciones constantes, entre otros).
Según la Ley Federal del Trabajo, el acoso laboral es el ejercicio abusivo del poder, mismo que conlleva a un estado de indefensión y riesgo para la víctima. A pesar de ser una conducta sancionada, el proceso de denuncia es muy complicado (¡qué raro!), pues implica la terminación del contrato, aportar pruebas al juicio y contar con testigos de lo sucedido.
No está de más recordar que el canciller Marcelo Ebrard se comprometió a combatir la violencia de género mediante las políticas internas de la SRE, institución que anunció la implementación de la política exterior feminista de México, integrada por cuatro ejes: Política exterior con perspectiva de género y agenda feminista exterior plus; una cancillería paritaria, libre de violencia y segura para todas; que la igualdad sea visible y optar por una perspectiva interseccional para la Secretaría.
Entre las acciones que forman parte de la política feminista se encuentran: la adhesión de la cancillería al programa HeforShe, una serie de talleres y certificaciones en materia de igualdad laboral.
Aunque todas estas medidas podrían representar una luz mayor para erradicar la violencia de género, aplicar el protocolo del “Gobierno feminista” con funcionarios que siguen ejerciendo el machismo y la misoginia, le hace al problema lo que el viento a Juárez. ¿Verdad, Marcelo?
El acoso sexual es una de las expresiones más cotidianas, comunes y normalizadas de violencia; sin embargo, lo que las instituciones —póngale el nombre que quiera: TEPJF, Cámara de Diputados o Senadores, SCJN, UNAM…— deben entender, es que la equidad de género implica más que poner el mismo número de hombres que de mujeres en las instalaciones.
Una más
La noche del viernes, la pintora Isabel Cabanillas de la Torre fue vista por última vez en el centro de Ciudad Juárez, según reportaron familiares y amigos durante el sábado pasado. La madrugada del mismo día, el cuerpo de la activista juarense (miembro del colectivo Hijas de Nuestra Maquilera Madre) fue encontrado con varios disparos, junto a su bicicleta.
La mañana del domingo activistas, miembros de colectivos feministas y personas cercanas a la artista se manifestaron en la explanada del monumento a Benito Juárez para exigir a las autoridades detener a los responsables del crimen y poner un alto a los feminicidios. Isabel es la cuarta mujer asesinada en Ciudad Juárez y la sexta del estado en el último mes.
Empero, contabilizar cuántas mujeres han sido víctimas servirá de muy poco si esa información no se utiliza para generar protocolos efectivos, si se queda nada más en las estadísticas. Encender todos los focos rojos y que todos los estados declaren la Alerta por Violencia de Género (AVG) es insuficiente.
Claro, resolver un problema tan grave como el que se ha expuesto en estas líneas parece imposible, pero es imperativo hacer algo. Usted, al igual que el gobierno mexicano, puede comenzar a replantearse su comportamiento y analizar (de forma crítica) la manera en la piensa o se expresa para, con esto, abrir los ojos y —si todavía no lo hace— darse cuenta de la violencia. Las acciones tibias, que se enfocan más en las hojas que en las raíces, siguen dejando mucho qué desear y mucho más qué criticar; pero para eso estamos.
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