Escala de Grises - Diez años después

En opinión de Arendy Ávalos

Escala de Grises - Diez años después

En el marco de conmemoración del 2 de octubre, durante septiembre de 2014 estudiantes de la Escuela Normal Rural de Ayotzinapa, Raúl Isidro Burgos, se organizaban para viajar a la Ciudad de México y sumarse a la exigencia de justicia, al recuerdo de los crímenes cometidos por el Estado en 1968 y gritar con el puño en alto que no hay ni perdón ni olvido cuando se trata de la injusticia.

Como parte del plan de acción, los estudiantes de Ayotzinapa tomaron la decisión de tomar algunos autobuses para llegar a la capital del país. Sin embargo, sus intenciones fueron brutalmente interrumpidas por una de las tragedias más graves de la historia reciente de México.

Lo que inició como un acto de solidaridad, terminó convirtiéndose en un delito de proporciones aún desconocidas. Durante la noche del 26 de septiembre, los normalistas viajaron a Iguala para seguir su viaje hasta el Centro Histórico de la CDMX. Ese fue el último registro de ellos con vida.

Con el conocimiento y la autorización del gobierno municipal, elementos del Ejército y otras autoridades, la policía municipal abrió fuego en contra de los estudiantes para impedirles la salida. Cuarenta y tres integrantes del grupo fueron detenidos para, posteriormente, ser desaparecidos.

Como si esa situación no fuera suficiente, a la ola de violencia se sumaron las agresiones en contra de la población guerrerense por parte de la organización criminal “Guerreros Unidos”. El resultado de esa madrugada fueron más de 180 víctimas directas de violaciones a los derechos humanos.

Diez años después de esa madrugada, el paradero de los jóvenes sigue siendo una pregunta sin respuesta que ha manchado no sólo el gobierno de Enrique Peña Nieto, sino también la administración de Andrés Manuel López Obrador. Durante su campaña en 2018, el entonces candidato a la presidencia de la República prometió encontrar a los 43 estudiantes, pero nunca lo cumplió.

A pesar de su aparente disposición y cooperación para encontrar la verdad, AMLO participó en la obstrucción de la investigación al proteger al Ejército y no solicitar la entrega de documentos clave sobre los ataques realizados. Esto, por supuesto, ha impedido la ubicación de las víctimas.

Una década más tarde, la exigencia de solicitud continúa con una investigación incompleta, con testigos de los hechos muertos, con el Estado negligente, con el sistema de justicia completamente inservible, con una historia que se repite y con autoridades que no pueden hacer lo mínimo: su trabajo.

¿Cómo es posible confiar en un gobierno que permitió un crimen como el caso de los 43? ¿Por qué el país sigue funcionando después de diez años sin justicia? ¿Qué significa esa palabra? ¿Qué hay de las vulneraciones constantes a las que se enfrentan las familias de los 43 estudiantes?

Múltiples organizaciones de la sociedad civil, instituciones y organismos internacionales han solicitado al gobierno mexicano terminar con los obstáculos que han impuesto para dar por terminada la investigación del caso. Los 43 normalistas continúan siendo una prueba irrefutable de la violencia que aún se vive en México y que aún se pasa por alto.

El caso Ayotzinapa es también una muestra de la negligencia de las autoridades, de los nexos existentes entre el gobierno y el crimen organizado, de que la defensa de instituciones como el Ejército pesa más que el acceso a la justicia. ¿Qué acciones se están implementando para resolver el caso o, por lo menos, para reparar los daños?

Desde el primer día nos ha quedado claro que la desaparición de los 43 normalistas fue un crimen de Estado, pero no basta con disculpas públicas ni con reconocer los errores para hacer justicia. Vivimos en un país donde, incluso después de diez años, la verdad sigue sin encontrarse.

Pero aquí sigue la memoria intacta. Las exigencias para el gobierno entrante y la presidenta continuarán hasta que la investigación concluya y los culpables se enfrenten a las consecuencias que merecen. Este 26 de septiembre, cada quien desde su trinchera, cerremos el puño y levantémoslo para gritar que, sin importar el tiempo que pase, no habrá ni perdón ni olvido.

 

Vivos se los llevaron, vivos los queremos de regreso:

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