El tercer ojo - Óscar Menéndez.

En opinión de J. Enrique Alvarez Alcántara

El tercer ojo - Óscar Menéndez.

Yo tengo tantos hermanos / que nos los puedo contar, / en el valle, en la montaña, / en la pampa, y en el mar (…) / Cada cual con sus trabajos, / con sus sueños cada cual, / con la esperanza adelante, / con los recuerdos detrás (…) / Gente de mano caliente, / por eso de la amistad, / con un lloro pa llorarlo / con un rezo pa rezar (…).

 

Atahualpa Yupanqui.

 

He tratado de recordar si lo pensé alguna vez, si fue un sueño o ilusión; o tal vez lo escuché en alguna parte, o lo leí… no tengo la certeza de dónde llegó; sin embargo, como hubiera dicho el Poeta Prometeico, un día, no sé cuál ni hace cuánto tiempo, yendo por alguna calle de la ciudad, al introducir mi mano derecha en la bolsa del pantalón, hallé un papel doblado que contenía un mensaje para mí.

 

Sorprendido, pues aún lo ignoro, he andado largos caminos durante mucho tiempo tratando de saber quién, cuándo, cómo, por qué, por qué fui elegido destinatario de tal mensaje y sigo, a la vuelta de un periodo de tiempo que ya frisa los cuarenta años, más de la mitad de mi vida, sin tener respuesta alguna a las interrogantes que nacieron ese día en que descubrí, entre los dedos pulgar, índice y medio de mi mano derecha, semejante texto.

 

Al colocar el papel frente a mi rostro, con unos espejuelos de grueso calibre que me permitían leer, sostenido ahora por mis dedos pulgar e índice diestros, en una perfecta coordinación ojo-mano, pude reconocer una breve oración que quedó grabada en el “cajón de los recuerdos”.

 

Entonces una disyuntiva frente a mí fue colocada, o buscaba el origen del mensaje y al heraldo, o trataba de seguir la instrucción, sí, porque era un imperativo, con sus signos de admiración irrecusables, lo que aparecía escrito con una tinta azul, indeleble, y con letras cursivas, a la vieja usanza.

 

Primero busqué un ángel, algún arcángel o un serafín —tradicionales mensajeros de la deidad cristiana y católica—, por si acaso, pero enseguida me dije a mí mismo: “¡Pero si tú eres un comunista y ateo consumado! ¿Cómo es que buscas tales inexistentes seres?

 

Luego, más calmado, pensé y, otra vez, me dirigí como un “Yo” innegable a “Mí” —léase mi alter ego o mi socius— y me dije con palabras insonoras, en un diálogo que más parece monólogo: “¡Mira nuevamente el mensaje y haz lo que se te pide!”.

 

Miré el recado y retumbó nítidamente en mis adentros: “¡Busca sin tardanza a Óscar Menéndez!”.

 

Entonces me pregunté: ¿Quién carajos es Óscar Menéndez? ¿De dónde viene semejante y desconocido, aún para mí, ser humano? ¿Dónde puedo toparme con él? ¿Por qué debo buscarlo?

 

Para ese entonces ya sabía de un tal Mario Menéndez y de la revista ¿Por qué? Y, a través de ésta, supe de varios sucesos que marcaron nuestra historia nacional con huellas de cicatrices imborrables todavía. Empero, de Óscar, nada podía aún saber, entonces, desconsolado me fui a buscar rumbo.

 

En ese andar por aquí, allá o acullá, fui descubriendo, entre documentales cinematográficos, fotografías, entrevistas de radio o prensa, artículos de opinión o algunas reseñas al buen Óscar Menéndez. Fui también enterándome que la historia no oficial de nuestro México, sus sueños y luchas, su tradiciones y cultura se encontraban expuestas a nuestras miradas y oídos, pero sobre todo a nuestra conciencia.

 

Para ese entonces ya había leído del enorme John Keneth Turner su libro maravilloso México bárbaro y había leído también sobre el Movimiento Estudiantil-Popular de 1968; ya me acercaba al filósofo  y escritor José Revueltas, “Pepe” para los cuates y, sin habérmelo propuesto deliberadamente, encontré que Óscar Menéndez tenía una Historia de un Documento y un México Bárbaro y un Sáname con tu Poder –dedicado a los mixes en Oaxaca— y Hablan los Tarahumaras, y más obras documentales sobre La batalla del Casino de la Selva, La Batalla de Tepoztlán y otras más, entre las cuales tenemos Marcos, Marcos… Y también encontré que era un fotógrafo y sin duda alguna, un cronista de diversos movimientos sociales en nuestro México Bárbaro o Profundo o Amargo.

 

No tardó mucho para que nos conociéramos y entabláramos una estrecha amistad que, hasta esta semana, en la cual Óscar ha cumplido 89 años de vida íntegra y entregada a la recuperación de nuestra memoria e historia.

 

Este número impar, como Óscar; inimaginable para muchos que segados fueron de esta tierra, representa, no lo dudo, una larga, fructífera, políticamente acertada, ideológicamente sólida e irrepetible trayectoria.

 

Hemos gozado charlas largas y ricas, hemos degustado brindis y mezcales en su casa, en la mía, en cantinas, con otros camaradas y, seguramente, seguiremos haciéndolo otras veces más porque goza de cabal salud.

 

¡Salud a Óscar!