El tercer ojo - Comisión, omisión, colusión, impunidad y ausencia de justicia
En opinión de J. Enrique Alvarez Alcántara
“Aquí hay un problema estructural que oscila entre la comisión, la omisión y la colusión de autoridades (…) Todo ello aderezado con corrupción de fiscalías e instancias rebasadas y una falta absoluta de recursos para atender lo que importa y generar programas efectivos porque siempre, siempre, las prioridades son otras y porque hablamos de una violencia estructural materializada en lógicas sociales que articulan puntos ciegos que no somos capaces de detectar en un espejo”.
Zenia Yébenes Escardó
A: Zenia Yébenes Escardó
Estimados lectores que siguen esta columna semanal; una vez concluida la semana santa y el receso de esta colaboración trataré de presentar a ustedes una sucinta y breve reflexión sobre los más recientes, que no últimos, sucesos de violencia estructural que no deja de prometer una “dulce certidumbre de lo peor”, en tratándose de asesinatos, ejecuciones, levantamientos, secuestros y feminicidios.
Pese a los acalorados debates sobre las “responsabilidades” de tal estado de cosas y sobre quiénes deben asumir, efectivamente, el compromiso y la tarea de asegurar el ejercicio de las libertades de pensamiento, prensa, movimiento, seguridad, respeto a la integridad, dignidad y la vida —además de las candentes discusiones sobre si los “feminismos”, “patriarcalismos”, la “delincuencia organizada” (sic), el “Estado”, los “gobiernos”, qué sé yo, deben asumir sus tareas para afrontar exitosamente esta calamidad—; más allá de las iras, catarsis y otras especies, pareciera que nos hallamos ante una encrucijada que nos confronta ante el dilema de elegir el rumbo a tomar.
Empero, antes de abordar esta cuestión quisiera tratar algunas cuestiones básicas para precisar el asunto; sobre la “comisión”, tratándose de “quién comete” tales actos despreciables.
Hubo un tiempo, hace casi medio siglo atrás, que no se hablaba de estas cuestiones relativas a los feminicidios; ello significa que ¿No existían tales sucesos? o que su expresión ¿no era tan significativa? quizás no era de tal magnitud. Sin embargo, sí, con harta certidumbre, sabíamos que era el Estado, a través de sus gobiernos —en ese entonces del PRI— quienes realizaban los Crímenes de Estado, crímenes de carácter político, para asegurar su permanencia en el poder y para perpetuar un estilo de relaciones de dominio/subordinación. Posteriormente fue percibida la presencia de los cárteles del narcotráfico, o grupos del “crimen organizado” (sic) como responsable de la comisión de tales actos criminales; no se apreciaba aún la “colusión” de diferentes instancias del Estado y del gobierno con tales grupos y acciones ni, mucho menos, la “omisión” de la responsabilidad y el compromiso institucional de asegurar la paz, la libertad y demás premisas de convivencia humana. Asimismo, no lo hemos percibido claramente aún, la violencia de género que sí, sin duda, existe. Pese a no ser la única.
La “colusión”, es decir, el que instancias de gobierno y, sobre todo, del “Poder Judicial”—sin que excluyamos las del “Poderes” ejecutivo y legislativo, en los ámbitos federal, estatal o municipal— se encuentren coludidas con tales actos deleznables y despreciables conduce ineluctablemente a la “omisión” y, naturalmente, a la impunidad como “Gestalt” o configuración de un “estilo” de gobernar y operar —a lo ‘gatopardo’— el fenómeno de la violencia estructural.
“Comisión”, “Omisión” y “Colusión”, no puedo dubitar, conducen hacia la “Impunidad” y muestran fehacientemente la “Corrupción”.
Este pentágono es la muestra geométrica de nuestra vida política nacional, a simple vista, no obstante, resta aún en nivel de análisis; a pesar de que el gobierno en turno dice a los cuatro vientos que los responsables de la “comisión” de tales actos ahora no es el gobierno, no cabe duda que por “colusión” u “omisión” es ineludible su responsabilidad ética y política y, aún más, debemos asumir que no sólo la “comisión” es responsable, asimismo la “colusión” y la “omisión” configuran tal responsabilidad.
Tácitamente esta reflexión forma parte de las “representaciones sociales” que conforman la psicosociología de la “identidad”.
Hoy por hoy nadie cree en los “Poderes” judicial y legislativo; por ello mismo muy pocas personas acuden a denunciar los actos de tales violencias. Sabemos que tras ellas nada sucederá. Ahora parece que se asume la inutilidad de cualquier acción dentro de esta dinámica y estructura sociopolítica; una “desesperanza aprendida” nos agobia, además de la misma violencia.
Lo único que parece quedar es la ira, el “sentimiento de indefensión” y la necesidad de catarsis, de descargar la ira mediante la violencia en las “redes sociales” o en diversas actividades sociales.
No considero que sea la única alternativa.
¿Qué hacer?
Está claro que el Estado y gobiernos son incapaces de afrontar exitosamente esta circunstancia. Tenemos la certeza de que sin importar el gobierno que asuma el poder político ni les interesa ni enfrentarán exitosamente este asunto.
¿Qué esperamos para asumir la responsabilidad histórica a este respecto?