El Tercer Ojo - Ahora sobre la metáfora o analogía entre el cerebro y la Inteligencia Artificial (IA) sostenida sobre las computadoras.
En opinión de J. Enrique Alvarez Alcántara
“El cerebro humano es pensado –o deberíamos decir ‘se piensa’– como el punto culminante de la evolución de las especies. Esto, claro está, dentro de un punto de vista materialista –o también científico–, dado que desde otros puntos de vista el cerebro es el nido, el receptáculo del alma. Es así como, en un mundo marcado por el ‘amor a la novedad’ (es bueno lo nuevo porque es nuevo), esta novedad en particular no es ‘una más’, sino le aue modifica el conjunto de nuestro conocimiento y creencias: hemos logrado conocer los secretos del funcionamiento del cerebro (...) El cerebro humano conoce, estudia, se explica cosas y comprende, pero he aquí que el cerebro ha llegado al momento en que su objeto de estudio es él mismo (...) El hecho de que el cerebro se conozca a sí mismo implica la caída de muchas creencias y bases de la cultura occidental, sin olvidar que estos potentes y recientes conocimientos van acompañados de la posibilidad –y del deseo– de modificar y aumentar el cerebro en sus capacidades así como reducirlo en sus debilidades y ‘defectos’”.
Miguel Benayasag
Siguiendo con la temática abordada a través de las tres últimas colaboraciones (16, 23 y 30 de agosto del 2024), ahora me dispongo a intentar cerrar esta serie de artículos con la cuestión relativa a la metáfora o metonimia analógica entre el cerebro humano y los sistemas computacionales (léase las computadoras).
Cómo es sabido, el uso de analogías, la metonimia o las metáforas dentro de diversos campos del conocimiento –científico y no– es una tradición sumamente reconocida y, sobre todo, una práctica ineludible a lo largo de la historia de la humanidad; trátese del conocimiento cotidiano para la construcción de “teorías implícitas” o de las “teorías científicas” o, aún más, del pensamiento filosófico. No únicamente de la poesía o la literatura. En este sentido, si abordáramos historiográficamente los orígenes de la medicina, la psiquiatría, la neurología o la psicología no dejaremos de encontrar analogías, metáforas o analogías, además de una eponimia apabullante.
Metáforas diversas a lo largo de la historia, las ha habido, pero en llegando a la segunda mitad del siglo XX, la metáfora del “ordenador” o la computadora fue la que adquirió el mayor peso e interés. Ello dio pie a la teoría del Procesamiento Humano de la Información (PHI) dentro del ámbito de la psicología de orientación cognoscitiva. Por cierto, fundamentada en la metáfora del “ordenador” o la computadora.
Por su lado, Miguel Benayasag, sin renunciar explícitamente a los reduccionismos y al falacia mereológica publicó un libro interesante e intitulado: “El cerebro aumentado, el hombre disminuido”, aunque hubiera preferido el término el “Ser humano”. Es de editorial Paidós, Buenos Aires, Argentina, 2015.
La metáfora es la del “cerebro y la computadora”, pero con el ingrediente del reduccionismo y la falacia mereológica.
¿Es el cerebro humano el equivalente a una computadora?
Si así lo fuese ¿ello se debe al hecho de que hay un reducción de las competencias humanas atribuibles al ser humano como totalidad a un componente del mismo como lo es el cerebro humano? Ergo, tales competencias pueden ser modelizadas en un sistema artificial, como lo es una computadora?
Probablemente el cerebro humano pueda ser conmensurable con una computadora, sin embargo, sin reducción alguna ¿el ser humano, como totalidad, puede ser análogo a un sistema computacional?
¿Quién procesa, organiza, interpreta y toma las decisiones? ¿Quién evalúa analiza, toma las decisiones y corrige la actividad?
Sin duda no es el cerebro quien decide, procesa, ama, sufre o llora, es el ser humano.
Si la reducción se dio hacia el cerebro, de allí deriva la idea de la computadora, como equivalencia, pero el ser humano es mayor, superlativamente mayúsculo.
Un ser humano no es conmensurable con una computadora.