El ejercicio del poder y la parálisis institucional en Morelos ¿Cómo gobernar en el desacuerdo?

En opinión de Aura Hernández

El ejercicio del poder  y la parálisis institucional en Morelos ¿Cómo gobernar en el desacuerdo?

“Si asumes que no existe la esperanza, entonces garantizas que no habrá esperanza. Si asumes  que existe un instinto hacia  la libertad, entonces existen oportunidades de cambiar las cosas”.

Noam Chomsky

 

El pasado 1 de julio de 2018 un “tsunami” de ciudadanos indignados, hartos de la corrupción, cansados de la violencia y de la inseguridad, enojados por la falta de oportunidades y por la nula posibilidad de movilidad social, por la falta de empleos, por lo empleos precarios y sin prestaciones, hartos de las casas blancas, de las estafas maestras, de los garcialuna, del huachicol,  del cinismo de los gobernantes, se abalanzaron a las urnas y en un ejercicio democrático sin precedentes, decidieron que ya era necesario cambiar el futuro.

La mayoría de los ciudadanos, votó decididamente por una opción política que le permitiera transitar hacia una transformación radical del estado actual de las cosas, producto de las crisis que por décadas llevaron al país al borde del abismo. Ese ánimo colectivo hizo posible proscribir el fantasma de un estallido social e inaugurar una etapa esperanzadora.

Lo que el ciudadano de a pie ignoraba, es que en  aras del pragmatismo que ameritaba la toma del poder, a esta ola gigantesca se incorporaron muchos de los elementos que tuvieron una gran responsabilidad en las crisis a las que me referí anteriormente y que hoy, tal parece, están ahí con la única intención de perpetuarlas. Hoy como entonces, la esperanza es que precisamente la toma del poder permita poco a poco ir limpiando la casa. 

Sobre esto mismo, ya he dicho aquí que en el estado de Morelos la actual crispación política que existe en la vida pública, no es ni siquiera ideológica si no un vulgar conflicto de intereses, una lucha a muerte por los privilegios y por el manejo de los recursos públicos como si fueran patrimonio personal.

Y eso explica la inexistencia de una visión de Estado entre la élite gobernante, explica también el uso patrimonialista que se les da a los presupuestos y a los bienes públicos, explica la falta de un mínimo proyecto de gobierno en los tres poderes del estado, aun cuando el judicial no se integra a partir de elecciones es innegable su ingobernabilidad.

Eso explica también la traición de los Presidentes municipales del estado, que antes que renunciar a sus privilegios pretenden nuevamente sacrificar a los ciudadanos y recetarnos un alza en los impuestos que juraron no incrementar cuando nos pidieron su voto. Eso explica la parálisis del Poder Judicial, que el viernes pasado se exhibió como un órgano del estado que, por la actitud irreductible de quien lo encabeza, se parece más a la presidencia imperial que un órgano colegiado.

Esa improvisación que ocasiona la falta de oficio político y la ausencia de ideología, fue la que generó que el pasado domingo, presidentes municipales que exigían a los integrantes del Congreso,  ya en la fecha fatal que la Ley marca para aprobar el presupuesto de los órganos del estado, incrementar los impuestos en los municipios, coincidieran en una manifestación en la sede parlamentaria en la que ciudadanos de organizaciones sociales pedían exactamente lo contrario.

Por las mismas razones, tenemos una legislatura, que no legisla pues es rehén de los conflictos de interés y de las componendas monetarias que comete pifias jurídicas, inexplicables en el órgano que es el emisor de las normas que rigen nuestra convivencia social.

Y ¿qué tenemos a un año del “tsunami”? La seguridad pública y la disminución de la violencia en el estado de Morelos que fue un detonante para el hartazgo ciudadano, no ha disminuido sino que parece que está cuesta arriba, no se ha visto un combate decisivo contra la corrupción y la impunidad, no hay una definición del destino de los órganos autónomos, que hay que aceptar muchos de ellos solo sirvieron para pagar facturas y para garantizar impunidad a los políticos que colocaron ahí a sus testaferros, no hay un diálogo interinstitucional que permita una verdadera transición al cambio.

El ejercicio del poder entre la élite que gobierna el estado de Morelos, sigue siendo de privilegios y frivolidad política y de improvisación, lo que impide un desarrollo razonable de la normalidad democrática de las instituciones en la entidad. Con todo, habemos ciudadanos que aún mantenemos intacta nuestra esperanza después de este año transcurrido y nos aferramos a pensar que el año 2020, será de verdad el de despegue de los proyectos, por el bien de todos… hasta de los políticos.

En muchos de los mitines que realiza los fines de semana por los municipios del país, ante gente sencilla y de lugares apartados el Presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, a quienes deben el acceso al poder la gran mayoría de la actual clase gobernante del estado de Morelos, ha repetido al cansancio una frase que suscribo en todos sus términos: “el poder solo tiene sentido y se convierte en virtud cuando se pone al servicio de la gente”. Hacer realidad esa máxima sería un buen regalo para la gente de Morelos, ¿o, no?