Deportaciones sin rostro: vidas arrancadas del otro lado del muro
En opinión de Abril Alanna Vásquez Pineda

Hace poco vi una escena que no se me quita de la mente: un hombre atrapado en llanto mientras una agente del ICE lo escoltaba por el pasillo de un centro de detención. Sus manos temblaban; no era un criminal ni un recluso, era un hijo, pero también era un padre de familia. En cuestión de segundos, su mundo cambió, su trabajo, su familia, su vida diaria quedaron al otro lado del muro. Esta no es ficción, es una realidad que sacude a miles de latinoamericanos deportados luego de muchos años construyendo su vida en Estados Unidos. El drama no ocurre en la frontera física, sino en cada adiós impuesto, en cada reencuentro imposible, en cada futuro truncado.
Según CBS News, en el año 2024, las deportaciones ejecutadas por el ICE alcanzaron un nivel no visto en una década: más de 271,000 personas fueron regresadas a sus países de origen, rebasando incluso los picos durante el gobierno de Trump . En 2025, la tendencia continúa con fuerza, por ejemplo, solo entre el 20 y 26 de enero fueron deportadas 5,282 personas, incluyendo 4,083 mexicanos.
El ICE ha implementado la operación Safeguard, cuyo objetivo inmediato ha sido detener y expulsar a 18,000 personas, en su mayoría sin historial criminal, como parte de redadas masivas en zonas urbanas. Además, los arrestos mensuales han ido en aumento, por ejemplo, en junio se reportaron 17,845 detenciones, con México como país de origen predominante y casi la mitad sin antecedentes criminales.
Estas cifras representan personas que se ven forzadas a dejar su hogar tras décadas de trabajo duro, envueltos en facturas, niños pequeños y sueños compartidos. México ha tenido que improvisar ante esta avalancha, en enero de 2025, el gobierno inició la construcción de campamentos temporales en Cd. Juárez y otras nueve ciudades fronterizas para recibir a los deportados, ofreciendo techo, comida, atención médica y apoyo para retornar a sus comunidades.
Pero, aunque existe el programa “México te acoge”, su alcance es limitado ya que solo una parte de los deportados lo utiliza. Solo en el periodo inicial de 2025, en muchos casos los vuelos de deportación excedieron la capacidad de los centros.
Estas deportaciones masivas reflejan una visión migratoria basada en el control extremo y en la falta de empatía. Vemos cómo el gobierno de EE.UU. despliega logística militar, construye centros de detención como Guantánamo, y presiona por expulsiones aceleradas, incluso de personas con temor legítimo de persecución. La rapidez supera ya la capacidad de México para recibir y apoyar a quienes regresan.
Recientemente ví en redes sociales otro caso, trata sobre un niño que esperaba ser recogido de la escuela por su padre, sin embargo, este no pudo llegar ya que fue interceptado por el ICE, durante este reportaje se puede notar la preocupación de muchos de los padres de familia, pero no solo de ellos, si no también el temor que sienten sus propios hijos de que en cualquier momento y sin previo aviso, pueden quedarse a la deriva.
La deportación masiva es una decisión política con rostros y nombres, no un número en un reporte. Cada expulsión es un tejido social que se deshace, familias separadas y vidas resolviendo en el abismo. Necesitamos políticas que no empujen al éxodo hacia la desesperación, sino que reconozcan dignidad y humanidad.
México merece apoyo, no parches improvisados. La comunidad internacional no puede mirar hacia otro lado. Siendo estudiantes de ciencias políticas, es nuestra responsabilidad levantar la voz y exigir humanidad en las fronteras y en los pasillos del poder. Porque deportar sin justicia es arrebatar vidas, no solo ciudadanos.