Cuando sea demasiado tarde… - Carta abierta al Lic. José Luis Urióstegui Salgado.

En opinión de Gabriel Dorantes Argandar

Cuando sea demasiado tarde… - Carta abierta al Lic. José Luis Urióstegui Salgado.

Estimado Lic. Urióstegui,

No tengo el gusto de conocerlo en persona y de antemano me disculpo por el presente atrevimiento. Personalmente opino que su desempeño como presidente municipal se lleva una calificación de aprobatorio, en virtud de que ha logrado usted mantener funcionando el ayuntamiento de la gloriosa ciudad de Cuernavaca, a pesar de la herencia que han dejado las anteriores cuatro o cinco administraciones y las vicisitudes de la política interna que se viven en su administración. Tampoco me voy a deshacer en elogios, los ciudadanos hemos visto con horror hechos que han pasado, como la caída del puente colgante sobre el que caminaba usted, donde nadie se preocupó de verificar si el puente iba a aguantar la comitiva del jefe, o la ocurrencia de solicitar un Premio Guinness al Taco Acorazado más grande del mundo (¿dónde más se comen tacos de guisado sobre una cama de arroz, si no es en Morelos?). La cereza en el pastel fue que le cerraron la ciudad por tres días, cosa que no pasó ni en el sexenio del pequeño Graco, que moderadamente es el peor gobernador que ha tenido mi estado en toda su historia (aunque todavía le queda un año al Commander in Absence, igual y le hace la pelea por el título). Sin embargo, soy consciente que el problema del agua en Cuernavaca data de por ahí de 1960, cuando se realizó la infraestructura actual y nadie se ha molestado en actualizarla, dado que el Sistema de Agua Potable y Alcantarillado de Cuernavaca batalla más con su nómina que con cualquier otra cosa.

            Pues bien, el viernes por la tarde de la semana pasada, declaró usted a los medios que se estaba planeando quitar los puentes peatonales en un esfuerzo de modernizar la infraestructura vial de la ciudad, sustituyéndolos por topes a ras del suelo. Me dio mucho coraje ver las declaraciones hasta el viernes por la tarde, porque ya había mandado a el Regional mi columna del día siguiente, y me tuve que atragantar estas palabras toda la semana. Sirvió para darme la oportunidad de observar cómo se desarrollaban las cosas en la ciudad, y si usted volviera a decir algo al respecto, cosa que ya no vi en las noticias. Se anunció, y no se dijo más. Lo que sí me llamó la atención es que parece que alguien lleva un año haciendo un estudio al respecto de la necesidad de los puentes y que la conclusión es que es preciso quitarlos. Yo no sé quién lo está orientando en esta materia (y me tiene verdaderamente sin cuidado), pero le sugiero despedirlo de inmediato (o en su defecto darle la Dirección de Asuntos sin Importancia, antes de que se lastime a sí mismo).

Creo que la situación es otra, apareció por ahí una partida presupuestal que viene etiquetada como “infraestructura urbana” o una cosa así, y sus asesores no saben cómo hacerse de ese dinero sin tener que trabajar en gran medida. Pues bien, no me voy a adornar, pero tengo más de diez años investigando sobre Psicología de la Movilidad, principalmente en Cuernavaca. Si gusta usted revisar mis publicaciones, las puede encontrar en ResearchGate bajo mi nombre. Así que, si me permite, le haré algunas observaciones que ya no encuentro dónde colocar porque me queda muy claro que nadie las quiere, pero eso no quiere decir que no tenga yo algo de razón.

            Primero que nada, la separación del peatón y el vehículo es primordial. Eliminar los poquitos puentes peatonales con los que se cuenta en la ciudad es un retroceso social y gubernamental de más o menos cincuenta años. Comprendo que haya gente que prefiera enfrentar el tránsito a subir dos pisos de escaleras, pero le prometo que lo único que va a conseguir eliminando los puentes que hay, es elevar la tasa de atropellamientos. Le apuesto unos tacos al pastor a que, en menos de un año, dicho número se estará elevando al doble, porque por supuesto que el conductor cuernavacense es dado a ceder el paso y el peatón cuernavacense es dado a esperarlo. Si no conoce o no existe tal estadística, con gusto le oriento a cómo se hace, es cosa de preguntar en las salas de urgencia. Lo mejor que podría hacer usted al respecto de los puentes es no hacer nada, y su administración seguirá siendo aprobatoria, que no es lo mismo que notable o sobresaliente.

            ¿Quiere usted modernizar la ciudad? Le dejo un consejo en el cual podrá usted invertir su tiempo y esfuerzo para tal fin, al respecto de los puentes peatonales. Cambie todas las escaleras por rampas. Sí se puede, sí hay espacio, es cosa de sentarse a trazar el proyecto para cada una. Hasta el puente peatonal que comunica la colonia Satélite con la 10 de abril, ese puente que tiene las escaleras directamente sobre la vía, se usa. La parte difícil está en facilitar el acceso a personas con discapacidad y al mismo tiempo impedir que los puentes sean usados por los usuarios de motocicleta, ya ve usted que la ciudad también tiene una crisis de motonetas y motocicletas de pequeña capacidad, dada la economía. No estoy muy seguro de que se pueda regular la venta de motocicletas, pero no voy a decir nada al respecto de la expedición de licencias para operar tales vehículos, principalmente porque no voy a conseguir nada y no es el tema en cuestión.

Me basta el ejemplo del puente de la glorieta de la Luna (que lleva otro nombre, pero nadie lo usa). Ése puente podría ser el centro de una red de puentes peatonales, realmente sólo se necesitan dos puentes principales (porque es sólo cuestión de observar por dónde camina la gente). Uno que permita llegar de la plaza donde se encuentra el Bodega Aurrera, y otro que permita llegar al final de la plaza que se encuentra del lado opuesto de la glorieta. Si se detiene usted a observar, encontrará que hasta las condiciones geográficas le son favorables. Ya elevando la idea a sueño guajiro, añadiría dos o tres puentes más para que se pueda llegar al centro de la glorieta desde las banquetas de fuera de la misma sin tener que pisar el pavimento. La inversión es mínima, realmente sólo es PTR, soldadura, y un poco de hormigón, hasta apostaría otra orden de tacos a que mis colegas de la Facultad de Arquitectura de la gloriosa Universidad Autónoma del Estado de Morelos estarían más que gustosos de orientarlo.

            De verdad que no deseo, con este esfuerzo, criticar su administración. Ser Presidente Municipal no debe ser cosa fácil, e insisto que nada más permanecer en funciones tendría que ser catalogado como un logro administrativo. Lamento haberlo molestado, no era mi intención robarle tiempo de sus múltiples ocupaciones mucho más importantes que su servidor, pero de verdad creo que, en esta decisión, se está usted equivocando, y considero que cuento con tantita autoridad en la materia, nada más lo suficiente como para permitirme a mí mismo este atrevimiento.

            No desaprovecho la oportunidad para hacerle llegar un cordial saludo, y le deseo el mejor de los éxitos en todos sus proyectos.

            Su servidor,

            Gabriel Dorantes Argandar