Caricatura Política - Proeza económica
En opinión de Sergio Dorado
A raíz de los grandes beneficios y felicidad que las remesas causan en Tenochtitlán, a grado tal que éstas representan el primer lugar de ingresos de la nación mexica, y las que además por cierto se ubican muy por encima de la antes prestigiosa producción de oro negro, atracción turística al Ombligo de la Luna y funerarias de prestigio que abastecen con marcada insuficiencia la demanda pandémica, la ministra de economía, quien es una muy potenciada fifí de casta insigne y patrimonio familiar holgado, presentó un inédito proyecto transformador que fue aprobado sin trámite burocrático engorroso por el Templo Mayor de la Gran Tenochtitlán.
Al apenas rayar el alba, el Gran Tlatoani, quien por cierto poco habría de conciliar el sueño la noche inmediata anterior debido a la acidez estomacal, la hipertensión crónica y la descomunal envergadura del proyecto propuesto por la fifí titular de marras, mandó al painani más veloz de la comarca y tierras anexas al Imperio Mexica para transportar con urgencia extrema un mensaje firmado y sellado con chictli tabasqueño reforzado con secreción de chivo urgido de amor primitivo, y cuyo destinatario titular del Honorable Telpochcalli hubo de acatar con diligencia puntual tres horas más tarde.
El gallardo joven Cuitláhuac, bien ataviado con su escudo bélico de plumas de colérica serpiente, su dentada espada de madera con filos de obsidiana envenenada y el más que mortífero átlatl ponchador de ombligos adversarios inflamados y opuestos a la transformación, postró su dócil y fiel humanidad ante el Gran Tlatoani, quien paternalmente le alisó el pelo del copete al lomo una y otra vez, y le alcanzó luego un restaurador jarro de atole de zapote negro y una tlayuda doble elaborada con salsa de chile de árbol machacado en la cacariza concavidad el molcajete imperial.
Aun con la satisfacción abultada por la tlayuda y el atole de zapote negro, y por sentir en su interior la encarnación profunda y pacto patriota del pueblo uniformado para con los demás, no dejó de ocasionar desilusión en Cuitláhuac que el glorioso armamento del Honorable Techpolcalli le fuese públicamente arrebatado en pleno corazón del Templo Mayor por una bella mujer virgen a ser entregada con todo y honroso armamento al concluir el encargo; incluso así, con dama garantizada, dolió fuerte en el alma que los pertrechos fuesen impunemente restituidos por una carretilla, un pico, una pala y una enorme señal con el rótulo “American Dream” a ser clavada junto al ominoso muro del hombre anaranjado, con una gorda flecha verde orientando el rumbo norte de la abundancia.
A regañadientes discreto, Cuitláhuac habría de invertir un duro trimestre de trabajo desmedido para escarbar y apuntalar el ducto terrenal con obesas vigas de álamo con tal de evadir el riesgo de derrumbe, y ocasionar así que casualmente Rosario Piedra se espabilase del todo y exhortase al Templo Mayor a garantizar los derechos humanos. Aunque por fortuna la pócima milenaria de los sacerdotes mexicas pecó de eficacia, y tanto la titular de los derechos del Imperio como los archivos de la fiscalía siguieron roncando con chiflido de carro de camotes el sueño de los justos.
Mientras tanto, en reunión super extraordinaria del Gran Tlatoani y la fifí potenciada, se calculó que una vez inaugurado el mágico túnel, millones de paisanos hambrientos lo cruzarían y aumentarían en un tris el PIB de la nación a grado tal que el oro negro sólo serviría para pintar la arácnida red de terracería que conducía al Templo Mayor del Gran Tlatoani, cuya labor, desde casi ya mero en delante, y como sabiamente predijo alguna vez el célebre Jolopo antes de asquear a Sasha Montenegro con las rastas de su apestosa zalea de borrego percudido, sus ventosas nauseabundas y el guango fuelle al frente, se reduciría en únicamente administrar la riqueza de las crecientes e interminables remesas.