Caricatura Política - El becerrito y el gatito austeros
En opinión de Sergio Dorado
Seguramente conoce usted el dicho ese de “chango viejo no aprende maroma nueva”; no diga que no, por favor. No le digo. El significado aplica para denotar que una persona ya pasada de edad no acepta la novedad y persiste en el conservadurismo -para expresarlo en liturgia obradorista. Por eso, el becerrito del Congreso de Morelos expresa que odia hacer las cosas en lo oscurito e informa que la adquisición de autos nuevos gratis para los diputados está debidamente sustentada.
Digo, tanto así que unos fifíes de alcurnia, de esos que viven detrás del barrio viejo, en lo alto de la loma bonita, que es donde radican quienes desayunan lengüitas de colibrí francés mezcladas con leche suiza entera, cacheteraron bonito el viento con aplausos cerrados y prolongados y hasta una porra: “Becerrito, becerrito, becerrito. A la bio a la bao…”
Pero bueno, oiga usted el razonamiento del diputado para que vea que becerrito nuevo, por otra parte, sí aprende maroma vieja, lo cual en realidad reformula el endurecimiento del cerebro en edad declinatoria; o sea, de los sesenta para arriba. Y es que los nuevos diputados ya vienen al mundo con un chip cerebral flexible y extraordinario; son en extremo adaptables, pues. Yo me lo imagino –sigo aludiendo al cerebro; sígame, por favor- como una sustancia verdosa gelatinosa; casi siento la viscosidad en la yema de los… (¡Ay caray, por poco escribo huevos, disculpe usted!). Quise decir, dedos, y no otra cosa. No sea usted mal pensado. Como una viscosidad, le iba diciendo, que huele a chamuco de Tabasco.
“Es que los compraremos porque al otear el entorno –cuenta el becerrito luego de la mamila de las doce- notamos que todas las instancias públicas lo hacen; por eso, en reunión debajo de las curules acordamos que por qué nosotros no, que por qué se nos menosprecia siendo tan cruciales a la democracia; además, los autos serán para uso exclusivo de la chamba visionuda heredada por Graco “N”, ahora que viajamos a los municipios mil veces al día para investigar las pensiones doradas. Nada de Coatetelco por una mojarra ni qué ocho cuartos, ni esquíes en Teques los fines de semana, o un rapidín en el Hollywood. ¡No, no, lo juramos todos! ¡Queremos autos nuevos!”.
Pero ya ve usted que en el barrio mucho abundan las lenguas parduzcas que, por falta de calcio en la mamila, maman el humor de otra manera. A éstos no les cuadra nadita que el becerrito y sus amiguitos lo hagan solamente porque otros lo hacen, porque entonces toda la cartilla moral impulsada por el presidente se deshilacha. O sea, si otros roban, ¿por qué nosotros no?; si otros violan, ¿por qué nosotros no?; si otros matan, ¿por qué nosotros no?
“Pues porque estamos en austeridad, torito zonzo -reprocha uno de los fifíes de poca monta. A-u-s-t-e-r-i-d-a-d, que quiere decir severidad y rigidez en el gasto público. Es inaudito que ganando 200 mil pesos al mes los diputados quieran ahora despilfarrar en autos gratis como pilón copeteado sobre lo que legalmente esquilmanal pueblo. ¿Que no mejor convendría a su zalea echar las barbas a remojar de antemano y evitar el suceso de la “Tencha N”, quien a las primeras de cambio ya quiere llorar?”
Y todavía salta grácil el gatito de debajo de una curul y con discurso desaseado declara que es un tema que se debe reflexionar a fondo. (Hasta parece que el gatito y el becerrito se llevan bien en lo oscurito). Además –agrega docto el minino-, hay que ir a México para consultar, para ver qué procede sin mancillar gacho a la Constitución.
Los amiguitos del circo 54, siguen sin discernir lo que significa la austeridad y la honestidad del servidor público.
A razón de 200 mil pesos mensuales, un diputado cuesta al erario 2 millones 400 mil pesos al año, y el zoológico todavía quiere gastar 7 millones del pueblo para que les compremos autos de lujo gratis.
¡No mamen!