Arco Libre - Arquimides, el chofer

Hugo Arco en Cultura

Arco Libre - Arquimides, el chofer

Mueve la planta hasta donde veas que le gusta. ¿Y cómo?

“Sí, Lucrecio, si ves que mañana o pasado no luce la planta, la notas decaída o encogida significa que le tienes que buscar un nuevo lugar y también si quieres hasta un nuevo nombre.

¡Mira!, aquí podrías intentar. ¿Ahí? le respondía con una pregunta Lucrecio.

— Sí- le afirmaba ya con un tono desesperado, Alba. “Tienes que creer un poco más en la intuición Lucrecio” mientras ella, daba las últimas caladas a su viejo cigarro que había encontrado guardado en una de las bolsas de piel de un antiguo abrigo que olvidó en su casa aquella última novia que no volvió a ver por temor a enamorarse. 

Lucrecio recordaba aquellos tiempos mientras estaban en rojo, no es que pasará mucho tiempo en este lapso de espera pero su chofer Arquimides, por ansiedad, le ofreció cigarros. Éste lo pensó, lo meditó por unos instantes y al final le aceptó uno.

Se puso el verde, el auto arrancó y procedió a encenderlo con uno de los cerillos que había olvidado en la guantera su profesora de Yoga.

Tras la primera calada decidió pasarse el cigarro con ayuda de su lengua, casi entero, por la garganta. Se encontraba muy aburrido y le pareció interesante tratar de apagarlo con su vieja campana de carne.

Sin embargo y sin esperarlo, el auto trompicó haciendo que sus dos ocupantes saltaran de forma irremediable. Ambos se golpearon en las cabezas.

Sucede que Arquimides, sin querer pasó por un tope sin bajarle a la velocidad. A Lucrecio el cigarro se le fue por el otro lado haciéndole toser. Afortunadamente el recién alimento que había consumido le hizo eructar y sus jugos gástricos apagaron el fuego evitando así que se quemara la tráquea. A pesar de su suerte Lucrecio no tuvo piedad y despidió a Arquimides a pesar de los más de treinta años de servicio que éste de forma muy honrada le había brindado.

Para Arquimides no era exagerada la decisión que había tomado Lucrecio. “Si somos humanamente empáticos por los sentimientos del patrón” -se decía para sus adentros- “y tomamos en cuenta de que Alba, su mentora, fue también una de sus más amadas amantes. Era de esperar que cualquier error iba a volverse definitivo. Al final, yo fui el que se equivocó.” Posteriormente al pasar los días, buscó y encontró trabajó haciendo copias de los óleos de Remedios Varo. Tenía que calcar al recordarlos aun cuando hubieran pasado ya varias décadas sin ser vistos.

“Eran pinturas hondas, profundas, parecían animadas” le recordaban a Sor Juana. En realidad nunca se comprendió del todo aquella conexión que Arquimides veía pero aquí lo que era realmente interesante era ver su pasión desbordada que se notaba en sus gestos al realizar los trazos.

Desafortunadamente para él nunca recibió ni un quinto por aquél difícil trabajo ya que sus nuevos patrones pensaron que sus calcados eran una especie de pasatiempo y lo que ellos buscaban era a alguien que, con mucha personalidad y sobre todo con un título universitario enfrentara a todos los que pudieran poner en duda la legitimidad de aquel colectivo artístico que decían tener.

Arquimides lo que realmente extrañaba era llevar a su casa a la madre de su antiguo jefe, Doña Lucero. Ésta le hacía panecillos desde que era pequeño.

Hubo un día muy especial ya que la señora por una única vez le había hecho una muy bonita rosca de reyes solo a él y además en épocas veraniegas. Fue sin lugar a dudas un gesto sin igual y Arquimides en agradecimiento no dudó un instante en cortar inmediatamente un trozo de aquel esponjoso regalo.

Al morderlo, notó que uno de los niños dioses que se encontraban dentro del pan le habían tocado y mientras intentaba masticarlo, éste se le deshacía en su boca ardiendo en calor. Ni el higo y ni el acitrón lograron evitar que sus muelas inferiores y superiores se pegaran por el plástico derretido, además hicieron imposible que pudiera Arquimides al menos vomitar.

Al final Doña Lucero tuvo que llamar a la cruz roja para que se lo llevaran lo más rápido posible.

Arquimides de todas formas entendió de que no todos los regalos son como los pintan, algunos llevan trucos y otros también pueden llevar cadenas. Por eso Arquimides nunca regala nada a menos, de que haya algo, que le pudiera regresar a su muy querido y antiguo trabajo.  

 

zarco81@yahoo.com |  FB: arcolibre