¡Cállate los Ojos! - Un Cristo con aureola de papel II

Un Cuento de Lina Ma. Pastrana en Cultura

¡Cállate los Ojos! - Un Cristo con aureola de papel II

En esos momentos Melesio se atrevió a hablar y le dijo: — Sobre ese asunto quería preguntarle. ¿Cuánto dinero me van a dar? Es que sabe, yo me encuentro muy apurado, tengo muchas necesidades.

El hombre alto le contesto: — Si ya me dijo tu compadre que vives al día. Y ni modo amigo, así vas a seguir hasta que nos entreguen el rescate. Pero no te preocupes, cuando nosotros lleguemos en las noches te pagamos tu día y te damos para tu pasaje para que te vayas a tu casa a dormir, así  tu familia no va a sospechar. ¡Ve qué buenas gentes somos!  Y recuerda el pago importante lo recibirás una vez que terminemos con el negocio.

El hombre calvo se acercó al alto y le dijo: — ¿Qué paso Azul? No sería mejor que el chaparro ¡este! se quedará de tiempo completo.

Humberto se adelantó a contestar: — No te preocupes “Pelón” te aseguro que es inofensivo.

Los tres hombres salieron y Melesio se dirigió entonces a la recámara. Vio a un hombre descalzo que estaba sobre un viejo colchón. Tenía  la cabeza tapada con un pequeño costal de tela negra, las manos las tenía sujetas por una cadena atrás de su espalda, además estaba ligeramente recargado sobre la pared.

Melesio le dijo entonces: — ¡Muchacho! Cuando quieras comer o tomar agua me avisas.  En esos momentos el hombre comenzó a moverse parecía que se convulsionaba pero no dijo una sola palabra, esto asustó a Melesio quien decidió salir y permanecer en la estancia.

Unas horas después regresaba a la recámara, el hombre ahora estaba acostado sobre su lado derecho, se veía tranquilo y Melesio aprovechó para revisar lo que había alrededor. Ya Humberto le había contado que ese cuarto estaba completamente cerrado. Habían tapiado la ventana  pero le llamó la atención una vieja puerta de madera, la abrió fácilmente para solo toparse con otra pared de ladrillo.

Y comentó en voz alta ¡Y ahora! Esta marcianada, también tapiaron el hueco de la puerta  y  dejaron la puerta de madera ahí. ¿Será para despistar al enemigo? o ¿qué?

En ese momento observó que el hombre se incorporaba un poco y pensó: “Este Cristiano ya debe de tener hambre y sed”. Se dirigió hacia la pequeña cocina  para prepararle el alimento y después entró con una charola y el rostro cubierto.

Siguiendo las indicaciones de sus jefes, primero aflojó un poco la cadena que le sujetaba los pies, después desató las manos del prisionero y por último le quitó el saco que cubría su cara .Cuando lo vio sintió una gran tristeza al ver que tenía la boca cubierta con cinta canela, pensó entonces  “Con razón no me contestó hace rato”. Le habló  con voz amable y  dijo: -¡Mira muchacho! Te traje tu comida, te la voy a poner aquí al lado.

La reacción del joven fue aventar la charola y sujetar a Melesio por los hombros, trataba de golpearlo pero Melesio reaccionó rápidamente y pudo zafarse de esas garras, pero en la lucha se cayó el saco que le cubría el rostro.

Ante el incidente, los dos se miraron con miedo, ambos esperando una reacción violenta por parte del otro. Al final Melesio salió de la recámara y  cerró, ni siquiera se detuvo a sujetarle nuevamente las manos. Pensó que con la cadena que llevaba en los pies era suficiente Dos horas después entró a la recámara pero ahora sin cubrirse el rostro, llevaba una torta y un vaso de refresco. Entonces Melesio le dijo:

-¡Amiguito! Te traje algo pero ¡por favor! Esto no lo vayas a tirar. Mira que las “mal pasadas” te pueden hacer daño. Y otro favor, uno ¡bien grandote! no les vayas a decir a los jefes que ya me viste la cara porque ¡ahí sí! Me mandan desaparecer.

Sin esperar respuesta volvió a salir de la recámara. Un poco antes de anochecer regresó a ver al prisionero. Notó que había comido el bocadillo, recogió hasta ese momento la charola tirada. El hombre lo miraba con un gesto de extrañeza pero no se atrevía a hablar. Fue Melesio el que comenzó a decirle:

— ¡Gracias amiguito! Por no gritar.  Pero de todas formas te tengo que poner la cinta canela otra vez. Pero te prometo que cuando lleguen los jefes les voy a pedir que ya no te maltraten tanto.

Cuando sus tres compañeros llegaron. Melesio a su manera les dio el informe del día: -Pues sí, al principio este Cristiano se me puso difícil, pero yo lo convencí de que se tenía que portar bien y cooperar.

 

linapastranautora@gmail.com

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