AMLO. Entre la realidad y el desprecio

En opinión de José María Román Román

AMLO. Entre la realidad y el desprecio

Si algo debemos concluir del reciente movimiento de 8 y 9 de este mes es que hay una toma de conciencia de lucha de parte de las mujeres, no contra AMLO que la ignoró, que las despreció, sí contra su gobierno y contra todos los gobiernos que, en el pasado, tanto en el estado como en la federación, se volvieron invisibles ante la necesidad de poner un límite a los asesinatos en las que debemos incluir trágicamente a las niñas.

Cualquier gobernante y AMLO no debe ser la excepción, por más que se esfuerce en serlo, debe estar atento a las consecuencias del desajuste social que ha implicado el desorden que provoca el que cada día el número de mujeres ejecutadas por razones de su sexo aumente, pero sobre todo que aumente en la forma y en los métodos en que se llevan a cabo las ejecuciones. Ningún gobierno debe cerrar la puerta a la búsqueda de soluciones. Ningún gobierno debe anteponer su ideología por encima de la voluntad de las mayorías o por encima de la realidad que dictan las calles de la nación y que claman a través de la sangre derramada las muertas cada día, de cada hora.

El movimiento se ha iniciado pero la consecuencia es lo que debemos preguntarnos; ¿entendió el mensaje el presidente, lo entendió el Gobernador? Si es así, debemos suponer que pronto saldrán proyectos legislativo tendientes a modificar leyes para castigar, investigar y perseguir a quienes son autores de las atrocidades que vive la mujer en esta nación. Una vertiente puede ser, aun cuando suene a exceso, el que revisemos los esquemas del castigo y de la educación. Del castigo del criminal, la pregunta está en el aire; Con la imposición de la pena al culpable, ¿se paga el precio de privar de la vida a un ser humano inocente como lo es una infanta? Creo que no y es necesario replantearnos el esquema de lo punitivo sin que necesariamente se mire como venganza o como la ley del Talión el que discutamos la aplicación de la pena de muerte. La otra pregunta surge inevitable en el uso de la razón; ¿Se regenera u individuo que ha llegado a los extremos del primitivismo para asesinar a una criatura inocente?, pienso que no, pienso que difícilmente podríamos hablar de reintegrar a la sociedad a los autores de estas masacres.

La otra pregunta, por obvia, surge de inmediato: ¿Debemos mantener de por vida al criminal que dañó a la sociedad? ¿Es obligación de la sociedad mantener y sostener cómodamente alimentando a sus verdugos?

¿Y la reparación del daño? ¿Acaso éste se produce por el solo hecho de tenerlo y mantenerlo de por vida? Hay valores trastocados en lo ético y en lo moral, por no decir en lo emocional cuando se pierde la vida de un inocente. Es la sociedad la víctima, no lo es por lo mismo solamente la familia, luego entonces es la sociedad la que debe tener la palabra de si es o no justa la aplicación de las sanciones fáciles y cómodas de las que ahora gozan los asesinos. Debemos hacer a un lado a los legisladores electos por los legisladores primitivos, originarios poseedores del máximo poder que es el constituyente a través de la consulta a la sociedad que es quien al final debe mandar e imponer las penas y no los hacedores de las leyes que son en últimas instancias solamente nuestros mandantes, nuestros diputados que no son mas que nuestros empleados que deben de aplicar nuestra voluntad y no la de ellos o la de sus partidos e ideologías. Somos nosotros y no son ellos los que deben de contar al momento de la toma de decisiones.

Por eso es que esta sociedad está de cabeza, por haber dejado en manos de los políticos en lugar de en manos de la sociedad la imposición de las reglas que deben regir nuestra vida cotidiana. Haber dejado a los políticos manejar la situación ha permitido relajar el poder del orden y el poder de la aplicación de derecho. El derecho se ha vuelto una mercancía a pagar con el mejor postor y no una premisa que sirva de regla general, sin excepciones para regular los actos de los individuos.

Cambiemos la ley y cambiemos a los políticos porque políticos y ley por esencia de corrupción se contraponen y los hechos lo demuestran. La ley es una burla a gusto del delincuente y el político es el barco que se mueve a la voluntad de los vientos de quienes les dan combustibles de corrupción y directrices de partidos y no de la representación del distrito que los elije, Maxime con los llamados Plurinominales, que es una verdadera aberración del sentido de la democracia.

Platiquemos, pongamos en la palestra la inconformidad manifestada el 8 y 9 de éste mes por parte de las mujeres, hagámoslo como un tributo a los inocentes y para las inocentes.