Zurdos y diestros
En opinión de César Daniel Nájera Collado
Hace varios años, existió un rey odiado por muchos. Se dice incluso que el Consejo Real había elegido a otro príncipe, conocido como “Zurdo”, pero que de alguna forma u otra, el malvado “Diestro” había logrado corromper al portavoz para que, a la hora de anunciar al nuevo gobernante, lo proclamara a él.
Una vez en el poder, Diestro gobernó con autoridad maquiavélica. Las demás instituciones de poder, como el Senado o la Suprema Corte, prácticamente se rindieron a sus pies y cedieron el control. Ante esto, numerosos insurgentes iniciaron protestas y se convirtieron en ferviente oposición, mayormente compartiendo los ideales de Zurdo. Sin embargo, entre estos rebeldes se empezó a erigir un nuevo líder que esperanzó al pueblo con derrocar al malvado rey y su sistema totalitario.
Desafortunadamente, los años pasaron, y aunque Diestro dejó de gobernar, influyó enormemente en los próximos mandatarios, que moldearon sus gobiernos en torno a su doctrina. Varios incluso decían que Diestro seguía siendo la persona más poderosa del reino. Pero aún y con todo esto, el líder rebelde jamás dejó de luchar por justicia, y con el paso de los años incrementó su número de seguidores exponencialmente. Llegó un punto que su influencia era tal que el rey en turno decidió abdicar, y el Consejo Real terminó por elegir al líder rebelde para reemplazarlo. Gran parte de la población se llenó de júbilo y creyó que todo cambiaría. El ahora rey rebelde colgó por todo el país estandartes de Diestro llenos de sangre, y prometió que jamás se repetiría tal clase de totalitarismo.
Sin embargo, pasaron los meses y las cosas empezaron a empeorar. El rey se preocupó porque regresara la doctrina de Diestro y afectara su mandato, e impulsado por la paranoia, poco a poco fue haciéndose del control de todos los organismos de poder. Sin darse cuenta, el rey rebelde se empeñó cada vez más por asegurar su estadía. Un año después de haber sido elegido, nuevos estandartes sangrientos fueron colgados en todo el reino, solo que ahora traían su rostro.