Serpientes y escaleras - Los costos de no operar

En opinión de Eolo Pacheco

Serpientes y escaleras - Los costos de no operar

El problema no es solo que se cayó la reforma, sino que siguen sin entender que necesitan ayuda.

 

Los costos de no operar

El rechazo a la reforma electoral aprobada en el congreso y objetada por la mayoría de los ayuntamientos va a tener repercusiones en el corto, mediano y largo plazo. El fondo de la reforma era la autorización de alianzas o coaliciones a partidos de nueva creación, al cancelar esta posibilidad el PES competirá solo en la siguiente elección y deberá enfrentar la posibilidad de perder el registro. Lo importante ahora es conciliar, porque de ello depende el futuro político de todos.

Mucho se puede decir a favor o en contra de la fallida reforma electoral morelense; sus defensores argumentarán que por un espíritu revanchista se echó abajo la posibilidad de garantizar paridad en la representación popular y también se dejaron a un lado las candidaturas indígenas. Cierto. Quienes están en contra argumentan que Morelos no necesita cuatro escaños más en la cámara de diputados y afirman que se trataba de una reforma a modo de un partido específico, el PES. Cierto.

Todo lo que se diga al respecto hoy ya es intrascendente, porque la reforma no pasó. Lo que unos y otros deben ver a partir de este momento es lo que sigue en una agenda política y social que se ha abandonado desde hace mucho tiempo, que se quedó supeditada a los intereses de unos cuantos y que al descuidarse generó diversos problemas y elevó de manera sustancial el malestar ciudadano.

Vamos por partes:

A los alcaldes que rechazaron la reforma les van a venir tiempos difíciles si se confirman las amenazas que, dicen ellos, recibieron de parte de funcionarios y legisladores por no avalar el cambio electoral. Si eso sucediera en el corto plazo veríamos auditorías especiales y castigo en el presupuesto y en las leyes de ingreso municipal del próximo año. El desquite en política existe y así como los ediles le cobraron al parlamento los maltratos que les dieron, a corto y mediano plazo podría venir el revire de los legisladores a las comunas.

Del lado contrario, en el gobierno y entre los diputados que estaban a favor de la reforma también debe existir prudencia, porque aunque ahora tienen el sartén por el mango y pueden hacer pasar un mal rato a los presidentes municipales, deben recordar que el tiempo avanza, que el 2021 marcará la mitad del sexenio y los actuales legisladores han entrado a la recta final de su periodo. El poder de los legisladores se está agotando.

Lo visto la semana pasada en torno a la reforma electoral es sintomático de la realidad política que vivimos; en otros tiempos un ajuste constitucional se cabildeaba con mucho tiempo de anticipación, se planchaban los votos en el parlamento y se trabajaba de manera paralela en los ayuntamientos para obtener la afirmativa; cuando las iniciativas constitucionales se presentaban al pleno era porque ya estaban acordadas con todos y amarradas perfectamente para que avanzaran.

En el caso de la Reforma Electoral lo que vimos fue un ejemplo más de la forma de la nueva forma de hacer política, es decir, de no hacer política. La reforma era sustancial para el gobernador, más que para los diputados, representaba un movimiento clave para su partido y la posibilidad de que con ella se afianzara la candidatura de quién él quisiera que fuera su sucesor en el 2021.

Más aún: este ajuste constitucional ayudaría a Cuauhtémoc Blanco a tener un mejor escenario político en la segunda mitad de su mandato, equilibraría las cosas con todos aquellos que se han declarado sus enemigos y aprovecharía el poder del ejecutivo como facilitador de cosas para su partido.

El fracaso de esta reforma no tiene un solo culpable, es más bien el resultado de muchos descuidos. En el parlamento el ambiente no es el mejor desde hace tiempo y por la mala relación de este poder con los ayuntamientos se requería de un operador externo que ayudara a conciliar intereses con los alcaldes. El problema es que el operador designado no fue el mejor, por el contrario, se trató de una figura ajena al estado, desconocedora de la clase política local, peleada con la mayoría de los actores de la vida pública estatal y con muy mala reputación entre los ediles. Hugo Erick Flores en lugar de ayudar a facilitar las cosas, las empeoró y tiró la reforma.

De los 36 alcaldes que hay en Morelos, 18 se manifestaron en contra de la reforma, pero otros más, aún cuando votaron a favor, lo hicieron por temor a represalias. “Nosotros tuvimos que votar a favor porque no podíamos aguantar más presión” me dijo uno de los presidentes municipales que avalaron la reforma.

Ese es el punto medular de esta historia: hacer política no es solo ejercer el poder; el control de las instituciones concede un margen amplio de operación, pero no es suficiente para mantener la gobernabilidad si no se acompaña de diálogo y consensos. Dicho de otra manera: las amenazas sirven en algunos casos, pero dejan resentimiento, molestia y a la vuelta del tiempo hay desquite.

Es tiempo de que la clase gobernante de Morelos, toda, cambie de actitud y entienda que el poder es pasajero, que establezcan canales de comunicación, que dialoguen y encuentren puntos de coincidencia que ayuden a resolver problemas. La anulación de la reforma electoral es una muestra fehaciente de una mala operación política, es resultado de la incapacidad de tomar acuerdos y consecuencia directa de los odios personales. Fue, dicho de manera llana, el oso político del año.

Lo que viene para Morelos y sus habitantes después de la pandemia no será sencillo desde ningún ángulo; el virus no ha cedido, los contagios siguen al alza y mucha gente muere todos los días. La reactivación de la economía se hará en medio de la crisis, sin haber resuelto el problema sanitario, pero por la presión de que la gente necesita dinero para subsistir.

Este panorama arrojará varios escenarios adversos: la delincuencia se incrementará, algunos sectores productivos no podrán levantarse y mucha gente se quedará sin empleo. De ahí vendrá un aumento sustantivo de la molestia social y acciones de repudio contra todos los que están al frente de las instituciones, sin importar el color de su partido.

Si a ello se suma un estado dividido, con políticos enfrentados y actores de poder buscando revancha, la segunda mitad del sexenio será un torbellino de problemas en el que cual habrá muchos damnificados y costos muy altos para la sociedad.

Insisto: es tiempo de hacer política, de dejar de lado los intereses personales, las actuaciones en solitario y el pleito con todos. Al gobernador se le viene la parte más compleja de su mandato y para la mayoría de los diputados lo que sigue es el regreso a sus casas, sin poder y con muchos heridos en el camino.

La reforma electoral no pasó porque no supieron operarla, porque el congreso sesionó en el último momento y nadie se preocupó por planchar el tema en los cabildos. Se puede echar la culpa de esto a los alcaldes, pero en realidad el fallo estuvo en quienes tenían que operar en los municipios.

Para que las cosas cambien, primero hay que cambiar de actitud. La reforma se cayó por falta de operación política.

  • posdata

Regla de oro en política: no es bueno hacer equipos dentro del equipo. Es de lógica elemental, pero rara vez se atiende dicha premisa.

Cuando el equipo se divide todos pierden, la fuerza mengua y los adversarios encuentran caminos para avanzar.

Cualquier justificación para dividir un equipo es absurda; si alguien no funciona, no ayuda, no da resultados o no es leal, simplemente hay que hacerlo a un lado; combatirlo creando otro equipo genera más problemas.

En año preelectoral los estrategas de gobierno deben entender esta premisa y actuar; lo peor que pueden hacer es dividir al gobierno y restarle fuerza al gobernador; eso perjudica a todos y complica el escenario.

Ítem más: ya es tiempo de ir vislumbrando a quienes saldrán del gabinete para competir en el 2021, para analizar a quienes tomarán su lugar. Los cambios en un equipo siempre deben ser para mejorar y son estratégicos en la segunda mitad del sexenio.

  • nota

Los panistas andan animados porque al caerse la reforma electoral, la posibilidad de recuperar la capital del estado crece. Por ese motivo vemos asomar la cabeza a distintos personajes que estaban perdidos desde hace años, que no tienen capital político, ni representatividad social, pero sienten que pueden.

Y no andan errados: si la reforma pasaba, la coalición Juntos Haremos Historia en Morelos del 2018 se repetiría en el 2021 en Cuernavaca. Acción Nacional es el partido con más posibilidades de competirle a Morena, pero si se concretaba la alianza, la competencia no sería solo contra Morena, sino contra el estado, porque el candidato seguramente sería alguien afín al gobernador.

Al no existir esa posibilidad, el PES deberá competir solo y eso divide la fuerza de Morena en Cuernavaca; el PAN entonces eleva sus posibilidades de triunfo, lo que hace suponer (equivocadamente) a varios panistas que en ese escenario “cualquiera puede ganar  la elección de la capital”. Falso.

Sin alianza capitalina, Morena es el enemigo por vencer; el candidato del PES va a tener apoyo institucional, pero en ese escenario se divide el voto de la coalición y Acción Nacional se refuerza. Para que el PAN triunfe necesita alguien que sume votos y no solo se cuelgue de las siglas, como Juan Pablo Adame; pensar que Acción Nacional gana con quien sea es un error que dejaría a los panistas fuera de la pelea.

Paradójicamente el candidato más fuerte que tiene el PAN para competir en el 2021 en Cuernavaca está desaparecido del mapa, aislado de todo, como ya es costumbre en Javier Bolaños. La dirigencia estatal azul no está convencida de postular a Bolaños y con su ausencia, Javier da pie a que los Terrazas lo desplacen del escenario e impulsen a otro personaje, como el hermano del presidente.

Todo puede suceder en las próximas elecciones, pero hasta ahora el partido con más intención de voto es el Movimiento de Regeneración Nacional. Ganarle es posible, pero no será fácil.

  • post it

Los alcaldes que rechazaron la reforma electoral salieron a dar la cara, expusieron los motivos de su negativa y de paso señalaron que después de su voto se desató un ataque sistemático en su contra.

Algunos se atrevieron a señalar al delegado federal Hugo Érick Flores como alguien que los amenaza, los intimida y dice que utilizará los recursos que tiene (recursos del gobierno federal, por supuesto) para hacerles pagar por su cerrazón.

En nada ayuda al gobernador Cuauhtémoc Blanco que el delegado Hugo Erick confronte a los ediles; recordemos que en unos meses varios de ellos irán a campaña y seguramente más de uno ganará la elección y llegará al congreso local. Hoy los alcaldes reciben mucha presión de parte de diputados y del delegado federal, pero en un año las cosas cambiarán y en ellos estará la agenda legislativa. A ellos les corresponderá tomar decisiones clave en la segunda mitad del sexenio.

Analiza, lectora lector queridos, quiénes pueden integrar la Legislatura 55 por la vía plurinominal y piensa qué alcaldes lo harían a través del voto directo. Agustín Alonso, Juan Ángel Flores, Rafael Reyes y varios más, seguro competirán y ganarán la elección.

¿Para qué seguir peleándose con ellos ahora, si en el futuro cercano los van a necesitar?

  • redes sociales

Los diputados también deberían ser prudentes en su actuar, les queda poco más de un año en el cargo y posteriormente muchos de ellos quedarán en el olvido, sin poder ni reflectores, pero sujetos a múltiples revisiones por su actuar como legisladores.

En política los amigos son de mentiras, pero los enemigos son de verdad.

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