Secreto a voces El impacto ecológico del Tren Maya…
En opinión de Rafael Alfaro Izarraraz
El proyecto del “Tren maya” se encuentra atravesado por las tensiones políticas que ha generado el programa de la 4t. Eso ha implicado que las opiniones se polaricen entre quienes están a favor de la Cuarta y los que están en contra, dejando de lado el aspecto sustancial del debate que tiene que ver con la viabilidad ecológica de uno de los proyectos turísticos más ambiciosos del país y de la actual corriente que dirige los destinos del país. Veamos algunos de estos planteamientos que polarizan y empañan el debate.
Quienes están a favor del proyecto hacen referencia a las características del proyecto, como el hecho de que el trayecto que recorrerá el tren contempla las antiguas vías que ya existen, por lo que no habrá una obra nueva que implique un impacto ambiental sobre el territorio maya que contempla el ambicioso proyecto. A estos argumentos se suman los recientes premios que le han otorgado al proyecto, en EU, debido a las características ecológicas del mismo.
Del otro lado, se encuentran los opositores a todo lo que hace la 4t, y el tren maya no es la excepción. De este lado se critica el impacto que el tren traerá como consecuencia a las especies felinas como el jaguar, en peligro de extinción. Asimismo, el impacto que tendrá este proyecto en el paisaje regional, entendido como una las áreas más importantes en términos de biodiversidad natural, la más importante después de la amazonia brasileña, en el continente.
Si las circunstancias fueran otras, gobiernos del PRI o el PAN al frente de la administración pública nacional, los anteriores argumentos no se plantearían de esa manera por parte de los opositores. Durante los gobiernos tanto del PRI como del PAN, como parte de la tradición de una filosofía progresista que determina el sentido de la sociedad industrial, los problemas ambientales no se tocaron más allá de adoptar la narrativa de la racionalidad sustentable que, dicho sea de paso, sirve para maldita la cosa.
El nuevo gobierno tuvo la sensibilidad de pensar el tema del proyecto bajo la lógica de un tren que, a diferencia de los tradicionales, desde el punto de vista de la narrativa de la sustentabilidad (uso racional de los recursos pensando en generaciones futuras), cuadra con esa visión. En ese sentido, el gobierno cuenta entre sus miembros, en instancias de gobierno, con figuras emblemáticas del ecologismo como Víctor Toledo y su equipo de especialistas.
Desde el gobierno se han dado muestras de la fe en contemplar una política que prevea, aunque parcialmente, los daños ecológicos (externalidades), que generan algunas políticas privadas o públicas sobre los recursos naturales. Aunque, en este punto, se han dado algunos zigzagueos. La cancelación de la Mina de Oro en Baja California, de Salinas Pliego; la recuperación de los 65 mineros en pasta de conchos. Contrasta lo anterior con la muerte de ecologista Samir Flores, opositor a una termoeléctrica en Morelos, de cuya muerte poco se sabe.
El proyecto de tren es parte, como ya lo hemos apuntado en otra entrega, de una visión progresista del desarrollo. En ese encuadre, el tren se contempla como un proyecto orientado a mejorar las condiciones de vida de la población del sur del país. Es curioso, dicho sea de paso, uno de los ideólogos de la revolución mexicana, José Vasconcelos (en “Ulises criollo”), decía que el norte se lo representaba con el tren mientras que el sur le venía la mente la poesía. Bueno, se van empatando las cosas.
El problema es que este buen proyecto desde el punto de vista del progreso, competirá por el turismo mundial y sin duda atraerá a un sector de ese núcleo de visitantes globales. Más allá del impacto que significa recibir a tal vez 10 millones de vistas al año o la cantidad final de turistas que lleguen, implica un impacto, es decir, dejarán una huella ecológica en el territorio, al usar bienes y servicios locales. Puede ser mínima o no sé, pero será, por lo que se requiere una estrategia para ello.
Otro aspecto, tendrá que ver con (y este es uno de los aspectos más cuestionables de los proyectos del progreso), con el hecho que por regla general el progreso trae como consecuencia el que se transforma en un atractivo para la población y termina por conformar polos urbanos. La concentración de población en áreas en las que el progreso da visos de beneficios económicos también implica el contar con políticas que permitan que el impacto ecológico en una región tan importante se pueda contemplar a largo plazo.
La concentración de la población en áreas urbanas que traerá el tren no implican, en automático, progreso en abstracto. Por lo regular el progreso viene acompañado de una cultura del consumo, ajena a las tradiciones culturales de comunidades asociadas a regiones naturales. El proyecto será exitoso desde el punto de vista del progreso, no tengo la menor duda, pero pregunto si habrá una política efectiva que pueda prever el impacto cultural que tendrá el surgimiento de polos urbanos en esa región y cuál será el costo ecológico.
Por lo menos me parece que las externalidades (los impactos negativos) que tendrá deben contemplarse. Esto implica, el tratar la manera en que esos costos ecológicos que implicará todo este fenómeno debe tomarse en consideración con el fin de contar con programas que permitan atenuar los impactos ambientales. Asimismo, el que el mismo gobierno tiene que acompañar esos programas con el pago de ese impacto ambiental a las comunidades del sureste, por donde el tren transitará seguramente.
Aquí viene un aspecto en extremo importante, el ejercicio de consulta a las comunidades no está demás con respecto al proyecto del tren. Pero me parece que existe otro factor que es fundamental: los conocimientos de las comunidades deben ser incorporados a las políticas de conservación ante el impacto que tendrá el proyecto. Los programas que intentarán atenuar las externalidades, deben contemplar el saber local, pues son las comunidades las que han acumulado un saber que la ciencia desde el escritorio generalmente no conoce. Toledo, lo sabe.
Es fundamental que las comunidades participen de los beneficios que traerá este proyecto no con la visión “artesanal” de un proyecto de mercado. Deben ser parte integral del proyecto que implique el cuidado ambiental, desde su planeación hasta su puesta en práctica.Ocupando un lugar en el estratégico dentro del proyecto. Su incorporación en sí mismo no implica nada, pero se debe hacer bajo un esquema que los considere en su cosmovisión y no como comerciante en el puro sentido económico del término.
Si me ponen a escoger, mil veces este tren que la entrega sin escrúpulos de las riquezas naturales al extranjero, como ocurrió en el pasado; sin embargo, deben atenderse algunos aspectos nodales.