Secreto a voces - El ciberpoder, su genealogía…

En opinión de Rafael Alfaro Izarraraz

Secreto a voces - El ciberpoder, su genealogía…

La suspensión del uso de las redes sociales al Presidente de Estados, Donald Trump, por parte de las empresas de Facebook y Twitter, ha significado para el mundo la existencia de poderes que en los hechos no aparecen como parte de los sistemas democráticos que actualmente existen y que, para bien o para mal, rigen la vida social en el mundo y a nivel local en cada país. Lo anterior ha representado una sorpresa, pero que contrariamente a lo que se puede creer, muchas personas viven a nivel micro en su vida cotidiana con estas empresas que establecen normas y mecanismos de inclusión y exclusión según sus intereses y que no siempre son conocidos públicamente. Son reglas no escritas pero que ellos hacen efectivas cada vez que consideran que sus normas son violadas por los usuarios de las redes. En México, por ejemplo, incorporan a su criterio reguladores de lo que se publica en las redes, sin la intervención de dependencias gubernamentales.

Que el propietario de Facebook haya censurado a Trump es algo que no tiene precedentes en el mundo, a pesar de la historia reciente de las empresas fundadoras de redes sociales y que ha dado lugar a comunidades cibernéticas. Como se ha dicho, qué le puede esperar a una nación de las que son consideradas por las potencias de otros hemisferios como las latinoamericanas, si con la mano en la cintura quieren quitar y poner a quien se les antoje, como ocurrió en Bolivia, recientemente. Si Estados Unidos se ha convertido en el gendarme del mundo, que nos podemos esperar de los empresarios que son capaces de suspender el “Face” del presidente de EU. Como lo ha expuesto el profesor Jalife, se trata de empresarios cuyos ingresos son muchas veces mayores al de algunas naciones de desarrollo medio, como podría ser México. Ese poder ya no se encuentra en el ámbito productivo sino en el ciberespacio, es decir, en todo el mundo, de donde extraen información de los pequeños y grandes acontecimientos sin que nadie pueda limitar su presencia y poderío.

Aunque el ciberpoder (las empresas de redes sociales) se han echado para atrás en la idea que plantearon recientemente de compartir la información personalizada que circula en sus redes (twitter, por ejemplo), esperamos que eso se cumpla. Ese ciberpoder ya se ha había estrenado en Egipto, en donde se suspendieron las redes sociales con el fin de favorecer a las élites que controlaban el poder, del gobierno de Hosni Mubarak, del entonces presidente que se creía Faraón. El ciberpoder no se encuentra atado a ninguna autoridad que lo regule, por lo que quedamos a merced de fuerzas y potencias imposible de controlar. Si Trump siendo todavía Presidente es censurado sin que exista posibilidad de defensa porque al suspender el servicio de redes se quedó incomunicado, cualquier día nos amanecemos con que al señor Zuckerberg se le ocurre que cualquier país ya no debe contar con tal o cual gobierno y pues bueno, “el señor no debe pasar ningún mal rato antes del desayuno”. Lo anterior es una ironía, estos empresarios están vinculados a la nueva generación de empresas en el mundo que tienen intereses hasta en lugares impensados, insólitos.

“Facebook, creado en 2004 por Harvard Mark Zuckerberg como un lugar para que los universitarios se mantuvieran al tanto de la vida de sus amigos y ex compañeros de estudios” (Georgina Aracely Torres Vargas, en: http://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0187-358X2008000200001). Su poder se ha expandido por todo el mundo, por lo que se deben establecer normas porque el ciberpoder no es simplemente que los ciudadanos utilicen las redes sociales de una manera o de otra. Las tecnologías de las redes sociales son parte de profundos cambios que han ocurrido en el mundo y que han modificado profundamente a la sociedad. El ciberpoder no es un poder tecnológico es un poder social objetivado en seres humanos, específicamente en élites, como parte de la recuperación de la hegemonía mundial de parte de la burguesía como clase, que ha sustituido a los antiguos capitanes por otros nuevos pero que persiguen los mismos intereses, el poder y el dominio. Para decirlo en palabras de Deboard (La sociedad del espectáculo) y Lipovetsky (La era del vacío. Ensayos sobre el individualismo contemporáneo), respectivamente, hemos transitado de la sociedad disciplinaria tipo foucaultiano a la sociedad personalizada.

La sociedad occidental se ha transformado como parte de una revolución informacional, empresarial y cultural (Castells, en: http://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1405-74252001000100009#:~:text=Con%20lo%20cual%2C%20en%20buena,y%20San%20Francisco%2xC%20700%20000.). Esto quiere decir que el planeta está organizado social y empresarialmente bajo un nuevo orden tecnológico que es la revolución informacional. Las empresas, dice Castells, operan en las redes sin necesidad de producir y poseen ganancias que rebasan en mucho a las empresas tradicionales como la Ford, de ahí que algunas firmas como Amazón hayan pasado de la noche a la mañana a las listas de Forbes sin haber leído un libro (Castells), como muchas otras más. No quiero decir que la Ford no tenga importancia ahora, simplemente constato lo que también se asegura de este nuevo orden, la ruta no productiva y parasitaria del capital de la era informacional sin “valores sociales” subraya el autor citado.

Dando por descontado el hecho de que Sillicon Valley (ver Guillerrmo Medellín: “Una perspectiva de Sillicon Valley-La ciudad tecnológica”: en: http://ecorfan.org/handbooks/Ciencias%20Sistemas%20Informacion%20T-I/Handbook%20Universidad%20Iberoamericana_3.pdf) es el epicentro de occidente (no es el único ni en Estados Unidos ni el mundo) a partir del cual emergen como un modelo que revolucionó a la sociedad occidental y la hizo transitar de la mecánica newtoniana mundialmente a la informática (que compite en este aspecto con China y Rusia, además de otros aspectos), las redes mundiales a través de las cuales nos comunicamos son el resultado de la ruptura de las fronteras, los Estados nacionales y la cultura local. Por “encima” se ha consolidado una hipermoderna estructura tecnológica (Un ciberpoder) a través de la cual circula una nueva cultura, una forma de producir y de comunicarnos. Todo lo anterior, para nuestra lógica latinoamericana, en algunos aspectos ha creado lo que se ha llamado una brecha cultural en nuestro interior. Por ejemplo, cómo dar clases durante la pandemia en un asentamiento urbano popular en donde no se tiene energía eléctrica…

El Silicon Valley, fue el resultado de la necesidad de adelantar en tecnología militar a otras naciones después de la Segunda Guerra Mundial, era necesario afinar los instrumentos para nuevos ejercicios militares como se vio más adelante para enfrentar al comunismo que a la postre resultó beneficiado de ese infeliz conflicto. Todas las empresas que ahora ocupan un lugar preponderante en las redes sociales creando comunidades virtuales son el resultado de ese emprendimiento tecnológico. Aunque el desarrollo tecnológico se debe a las aportaciones de científicos que son contratados por estas empresas de todo el mundo, como es de suponer en la sociedad actual, aunque no debería ser así, su control pertenece a los propietarios de las mismas. El conocimiento es un conocimiento social y la manera como se manifiesta en el mundo no puede ser utilizado contra la misma sociedad.

Vasant Dhar, que cita Jalife (ver Bajo La Lupa: La Jornada: 17/01/12), propone una salida: “nacionalizar las plataformas de las redes sociales como bienes públicos que proveen un “servicio público (utility)”.