Repaso
En opinión de Carlos Gallardo Sánchez
- La maestra Lety, de Chilpancingo
Ella, jovencita, estudió la especialidad de Historia en la Escuela Particular Normal Superior del Estado. Decía¡presente! cuando nuestros maestros pasaban lista y respondía al escuchar el nombre de Leticia López Ramírez. Cada curso de verano llegaba a Cuernavaca procedente de Chilpancingo; Guerrero, a demostrarnos sus fortalezas en el estudio y su simpatía natural con una sonrisa que nunca se le fue.
Lety, como le decíamos con afecto, además era una bella ejecutante de danza folclórica. Tenía una apariencia rozagante y todo nos hacía ver que gozaba de cabal salud. No como otros, entre ellos yo, de exterior opaco por el desorden existencial en el que andábamos.
Junto con Raúl, Norma, Isidro y Araceli, otros compañeros maestros que coincidimos en el mismo interés de estudio, me conté entre sus amigos. Comprensiva y fraternal, recuerdo que alguna o varias veces me aconsejaba que no anduviera tan desbocado.
Por aquellos años mi esposa Aurora y yo teníamos que registrar por lo civil a nuestro tercer hijo, Miguel Ángel. Pedí a Lety y a Normita que me acompañarán en calidad de testigos. Fue un detalle que consolidó la cercanía con dos profesoras, que de compañeras de grupo se convirtieron en apreciadas amigas.
Además de cumplida y competente maestra de grupo, Lety asumió una posición sindical crítica y, con una firmeza que no supuse que tenía, luchó durante años por la democratización de su sección sindical en Guerrero. Tuvo madera de líder, sin lugar a dudas. “¿Cómo fue —me preguntaba internamente— que esa jovencita hasta cierto punto ingenua y modosita que conocí, se haya convertido en una profesora combativa e idealista, que no se conformaba con la medianía y corruptelas de los dirigentes de siempre?”
Al terminar la especialidad, la volvía ver después de un poco más de 25 años. Comprobé. quetanto tiempo no había disminuido el afecto y respeto que llegué a profesarle. Sabía ocasionalmente de ella, porque mi amiga Norma, de Miacatlán, me comentaba de vez en vez lo que hacía Lety. Fue entonces que me enteré de sus legítimos propósitos para sanear la representación sindical en su pesaroso estado. Se veía jovialmente madura, serena en sus apreciaciones, convencida de lo que debía hacer, por lo que valía la pena luchar, llena de vehemencia y disposición para seguir con su activismo legítimo.
Acá vino, a la Cuernavaca donde sus amigos la extrañábamos. Creo que convivimos dos ocasiones. La primera vez, después de compartir los alimentos y recordar muchas cosas, Lety viajó para México, porque, hasta donde le entendí, en aquella enorme ciudad vivía su hija, joven universitaria a punto de terminar su carrera. En la segunda, aprovechamos para comer con el profesor Amador Mendarte, quien fue uno de los catedráticos más valorados por nosotros e la Normal Superior.
¡Qué agradable tarde aquella! Ocotepec, por donde estuvimos, se llenó de nostalgia y brotaron evocaciones impares a cada momento, algunas tan jocosas, que la risa ambientaba estruendosamente el espacio del restaurante en el que nos encontrábamos.
Aprovechamos, faltaba más, para hablar de educación, para compartir nuestros sinceros afanes por superarnos, no importando la edad que teníamos. Éramos un pequeño grupo de profesores con la convicción de esforzarnos en lo que estuviésemos haciendo y con la testarudez justificada para cuestionar a las autoridades educativas que nos ha tocado sufrir.
Debo decir que libamos un poco, yo más, sin desbocarme, recordando las viejas francachelas en las que frecuentemente andaba. Claro, escuchamos una buena cantidad de boleros y ganas de volver a vernos nos sobraron.Tendríamos que reunirnos otra vez. Nos planteamos los de Cuernavaca, que ahora nos correspondía viajar a Chilpancingo. Ya no lo hicimos. Nos enteramos dolorosamente que Lety tenía una enfermedad incurable que, en muy poco tiempo, demasiado breve, le quitó la vida.
Vaya para ella, para una maestra que siempre ejerció la docencia con pasión y compromiso, mi admiración y respeto. El recuerdo flamea permanente.
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