Serpientes y escaleras - Las cifras no alcanzan
En opinión de Eolo Pacheco
La seguridad no es un boletín ni una estadística, es un ambiente.
Las cifras no alcanzan
El gobierno federal a través de la Mañanera del Pueblo mostró una realidad incómoda: Morelos se mantiene entre las diez entidades del país con más altos niveles de inseguridad y entre las siete que concentran el mayor número de homicidios; en noviembre el estado ocupó el quinto lugar nacional. La información aparece justo cuando la gobernadora presume que el estado va mejor en materia de seguridad y los resultados son satisfactorios. ¿Entonces?
La violencia letal, informa el Secretariado Ejecutivo de Seguridad Pública, está concentrada en unas cuantas entidades de la república y dolorosamente Morelos es una de ellas. Frente a la evidencia la justificación sobra: la seguridad en Morelos, como en el resto del país no está bien, el discurso de que estamos mejor no es creíble porque no se siente y aunque los esfuerzos son reales, el resultado aún es insuficiente.
El gobierno estatal defiende su estrategia a partir de operativos, detenciones, decomisos, investigación y refuerzo federal en materia de prevención, pero frente a ello continúan las ejecuciones, el cobro de piso, las balaceras, los asesinatos, las extorsiones, el robo a transeúntes, casa habitación, negocios y autopartes. Por cada acción de la autoridad hay tres hechos delictivos que, aunque se diga que forman parte de la lucha interna entre grupos de la delincuencia, impactan en el ánimo de la sociedad y mantienen la narrativa de crisis.
No se trata de contradecir el discurso oficial de la gobernadora, quien desde hace tres semanas sostiene que hay una mejora real, evidente y palpable en materia de seguridad; la mandataria lo dice en serio, con números que le proporcionan sus colaboradores, con cifras que emiten las autoridades y datos que refuerzan que vamos por el camino correcto en la lucha contra el crimen. ¿Entonces?
Frente al discurso oficial existe otra visión ciudadana que no se conforma con cifras, que no acepta la estadística, ni encuentra en la actuación institucional una solución a sus problemas diarios. Veámoslo de manera fría: el fin de semana pasado 15 personas fueron privadas de la vida en distintos puntos de Morelos y a lo largo de esta semana han ocurrido al menos otros doce homicidios más, entre los que resaltan los de dos mujeres, además de robos bancarios y delitos de todo tipo.
Hablamos de dos versiones, ambas con argumentos, ambas con razones y las dos con elementos para sostenerse: las del gobierno que dice que vamos bien y la del ciudadano que siente que estamos peor; la voz oficial tiene dos caras: el de la federación que coloca a Morelos en un escenario sumamente complejo, dentro de los siete estados donde se cometen más asesinatos y la de la administración local que presume que el delito disminuye; los dos discursos oficiales no pueden tener razón al mismo tiempo.
El problema en materia de seguridad no radica en la difusión de las acciones institucionales o la publicación solo de buenas noticias; el punto fino está en la idea de pedirle al ciudadano que no vea lo que ocurre a su alrededor, que niegue lo que vive cada día y acepte una verdad que no cuadra con su realidad. Aquí entra otro problema: cuando la autoridad intenta sustituir la evidencia con narrativas, la confianza ciudadana en el gobierno se erosiona a la misma velocidad que crece la inseguridad.
El dilema no es que el gobierno estatal insista en mostrar buenos resultados, que la gobernadora sostenga un discurso triunfalista y que su equipo repita una verdad institucional, eso es normal; lo grave es cuando un gobernante se convence de su verdad sin validar otras voces, porque en ese momento el gobernante pierde y la delincuencia avanza, crece, se organiza y construye un mensaje de control territorial que ninguna narrativa institucional es capaz de ocultar.
A diferencia del pasado reciente cuando las tareas de prevención recaían en un marino que estaba muy poco tiempo en el estado y al que no le interesaba la opinión de la ciudadanía, hoy tenemos un secretario profesional, comprometido, dedicado de tiempo completo al trabajo de inteligencia, prevención y actuación, lo cual ha derivado en más operativos, detenciones, puestas a disposición, desarticulación de bandas, desmantelamiento de narcolaboratorios y cateos, cosas que antes no se hacían.
A pesar de ello la sensación de miedo no cesa y frente al esfuerzo de la SSP continúa la inercia de una fiscalía que sigue estando bajo el control de grupos, que intentó ser depurada por el anterior fiscal, pero que al final quedo igual que antes, con algunos ajustes estéticos que no transformaron su naturaleza ni mejoraron sus resultados. La fiscalía es un ente autónomo, pero totalmente dependiente del ejecutivo, manejado bajo una óptica de buena fe, pero con muy poco conocimiento operativo y en donde se mantienen las redes construidas durante el periodo de Uriel Carmona. Peor: las filtraciones desde la FGE son un asunto grave que además de reflejar una traición interna, ponen en riesgo los procesos.
La inseguridad y su impacto en el entorno social es el asunto más importante en la agenda del país y del estado, sigue estando muy lejos de estar controlado y ahí los gobiernos van perdiendo la batalla en las calles y en la percepción. Como dice el dicho: la delincuencia está organizada y las autoridades no.
Violencia e inseguridad serán argumentos centrales del discurso de campaña, los utilizarán los adversarios de Morena, pero los comentan desde hoy los ciudadanos que todos los días padecen un ambiente de violencia, de inseguridad y de miedo. El proceso electoral del 2027 será un referéndum al régimen de Margarita González Saravia, se medirá su capacidad para combatir y contener el problema, para revertir la crisis de violencia y cambiar la idea de que el crimen ya rebasó al estado.
Los números que ofrece el gobierno morelense son reales, pero no convencen, la idea de que vamos bien se topa con las cifras nacionales, también de Morena, que coloca a Morelos como uno de los estados más inseguros de México, el tercer lugar nacional en tasa de homicidios por cada cien mil habitantes.
El gobierno estatal y su titular no necesitan discursos triunfalistas, ni publicaciones a modo, porque ello no cambia ni la realidad ni la narrativa; lo que requiere de manera urgente son resultados tangibles, verificables en la vida cotidiana de las personas, que reviertan la sensación de miedo que prevalece en todos lados. Mientras eso no ocurra a violencia seguirá imponiendo el ritmo y el costo político será tan alto como la inseguridad que nos rodea.
El gobierno de Margarita González Saravia libra hoy una batalla en dos frentes: el de las cifras y el de la credibilidad. Ganar el primero es importante, ganar el segundo es indispensable.
· posdata
Las estrategias de seguridad contemporánea van más allá de lo policiaco; un buen plan de pacificación no se construye solo con operativos y detenciones, sino con un ecosistema social que favorezca la cohesión, la identidad, la pertenencia y el bienestar.
Eso lo entienden muy bien las ciudades y los estados que han logrado avances sostenidos y perceptibles en reducción de violencia; en este plano la cultura, el deporte, el entretenimiento, el rescate de espacios públicos, las tradiciones y las celebraciones comunitarias juegan un papel central.
En Morelos la estrategia de seguridad ha sobredimensionado el componente policial porque la administración de Margarita González Saravia manda un mensaje único: la pacificación se logrará con presencia policial, fuerza pública y programas sociales focalizados.
El punto es que no existe evidencia que confirme que un enfoque así reduzca la criminalidad de manera sostenible, ni genere las condiciones de paz a la que aspiran los ciudadanos. Lo que sí hay son muchos estudios que demuestran que el sentimiento de inseguridad y miedo no mejora solo por las detenciones, lo hace por cambios en el entorno social y vida cotidiana: calles iluminadas, actividades culturales, espacios vivos y convivencia comunitaria.
Programas como el de Corazón de Mujer suena bien en el papel, pero es inservible en los hechos, cuesta muchos millones al estado y no resuelve ningún problema a las beneficiarias; desde su diseño hablamos de un programa ineficiente, superficial y sumamente caro: un apoyo mensual de 250 pesos no otorga independencia económica a nadie.
Las autoridades estatales parecen subestimar la importancia y peso de las políticas de cohesión social y los elementos simbólicos que unen a una comunidad; las festividades populares al igual que las decoraciones navideñas pueden parecer cosa menor a los ojos de un gobierno agnóstico, pero cumplen una función estratégica porque mejoran la atmósfera emocional del territorio, fomentan el encuentro ciudadano y reconstruyen el tejido social.
En tiempos de alta violencia como los que vivimos hoy en Morelos, la decoración navideña no es un capricho estético, son herramientas de salud pública comunitaria. Ciudades en crisis como Medellín, Bogotá, Monterrey y Guadalajara, por ejemplo, integraron cultura y urbanismo social a sus políticas de seguridad porque entendieron que la ciudadanía necesita recuperar la normalidad y avivar su sentido de pertenencia. Y lo lograron.
Una estrategia de pacificación basada únicamente en policías y programas sociales focalizados es un plan incompleto; la cultura, el entretenimiento y las celebraciones populares (aunque no se crea en ellas) no son lujos ni distracciones, son elementos sustanciales de cualquier estrategia de seguridad moderna.
Si Morelos no incorpora esto a su plan de acción, sus resultados seguirán siendo poco apreciados, la percepción seguirá siendo adversa a las autoridades y el resultado más temprano que tarde se reflejará en las urnas.
El problema no radica en que la gobernante no crea en fiestas paganas o que su administración considere los adornos navideños como un gasto superfluo (gastan más en los eventos diarios de la gobernadora); lo grave es el golpe anímico causa esta omisión en una sociedad de por si enojada por la inseguridad.
Aclaremos algo: colocar un árbol de navidad e iluminar la plaza no es algo que debe hacer la gobernadora, es responsabilidad de un área específica del gobierno, que evidentemente no hizo su trabajo; al final el enojo y el desgaste se lo lleva Margarita González Saravia
El meme se volvió realidad: la inseguridad es tan grave en Morelos que hasta nos robaron la navidad.
· nota
El contraste a la ausencia navideña en Cuernavaca aparece en Jiutepec y Jojutla; en ambos municipios las autoridades construyeron escenarios que generan alegría y merecen reconocimiento.
Reitero: no es un asunto de creer o no en la navidad, quien gobierna lo hace para todos y a la mayoría les gusta esta celebración.
· post it
José Luis Urióstegui rindió el primer informe de gobierno de su segundo periodo como alcalde de Cuernavaca; los logros principales del edil están en el terreno financiero, en el rescate económico de la ciudad y pago de pasivos millonarios heredados.
Su reto para el siguiente año es hacer que luzca su trabajo.
· redes sociales
La filtración informativa sobre un operativo realizado en un inmueble de la colonia Delicias no es cosa menor; por un lado expone un asunto sumamente grave que podría involucrar a muchas personas, quizá funcionarios o figuras políticas; en cualquier caso se trata de delincuencia organizada.
Lo otro es el hecho que una autoridad “suelte” esta información de manera anónima a sabiendas de que se pone en riesgo el proceso y la investigación. Ahí las cosas se vuelven delicadas y peligrosas.
Lo dicho: la FGE sigue siendo el refugio de grupos que no responden a la autoridad; para que Fernando Blumenkron pueda dar buenos resultados, necesitan dejarlo armar a su equipo de confianza.
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