Prevenir el suicidio, obligación social y política
En opinión de Lorena Elizabeth Castillo

Con una tasa de casos que pasó de 4.9 a 6.8 por ciento, entre 2013 y 2023, el suicidio en México es un fenómeno social que no podemos ni debemos desatender; sobre todo cuando las estadísticas indican que mujeres y hombres jóvenes de 15 a 29 años, presentan una alta tasa de suicidios y es la cuarta causa de muerte en este grupo de edad.
En enfoque de género, en 2023 los varones cometieron más suicidios que las mujeres, con una tasa de 11.4 por cada cien mil habitantes para los hombres y apenas 2.5 para las mujeres, según datos del Instituto Nacional de Estadística y
Geografía (INEGI) y la Secretaría de Salud; el tema de la presenta entrega se debe a que este miércoles 10 de septiembre recordamos el Día Mundial de la Prevención del Suicidio.
Ante tal panorama, es urgente prevenir y evitar factores de suicidio en hombres y mujeres en México, mediante el fortalecimiento acciones concretas como la llamada intervención en crisis que consiste dar atención inmediata y especializada a personas en shock suicida para garantizar, en lo posible, su seguridad y bienestar.
En términos de prevención se requiere la valoración de riesgo suicida, mediante evaluaciones exhaustivas, para determinar el nivel de riesgo y brindar apoyo adecuado; así como terapia farmacológica con medicamentos, para trastornos no visibles, como la depresión o la ansiedad en la persona, pero que contribuyen al suicidio.
En el mismo ámbito médico – psicológico se requiere de fortalecer y mejorar estrategias a largo plazo, como la terapia cognitivo-conductual (TCC), para ayudar a las mujeres y hombres a identificar y modificar patrones de pensamiento negativos y conductas que contribuyen a la ideación suicida y la terapia dialéctico-conductual (TDC) que enseña habilidades de regulación emocional, tolerancia a la angustia y mindfulness para manejar el estrés.
En el ambiente familiar es necesaria la organización de una red de apoyo, para involucrar a familiares, amigos y otras redes colectivas de cooperación en el tratamiento y seguimiento de las personas con tendencia suicida.
Mientras que en el sector social y de políticas públicas, es urgente promover la comprensión y el apoyo hacia las personas con ideación suicida, reduciendo el estigma y la vergüenza asociados; así como la educación en escuelas, con programas de educación emocional y habilidades para la vida, para ayudar a los jóvenes a manejar el estrés y las emociones de manera saludable.
En el mismo sentido, es inaplazable la capacitación del personal de las dependencias públicas, organismos, centros de trabajo y empresas privadas, a fin de proporcionar capacitación especializada a profesionales de la salud mental y otros sectores, para identificar y tratar el riesgo de suicidio en hombres y mujeres.