Observador político - Violencia electoral en Morelos: un síntoma de profundos desafíos
En opinión de Gerardo Suárez Dorantes
En el espejo de la realidad morelense, se refleja un sombrío panorama que despierta preocupación y cuestionamientos sobre la estabilidad y seguridad que padecemos en el estado; es inaudito, que todos los días haya personas asesinadas, hombres, mujeres, niños, ancianos, sin importar el lugar o el horario y esta, tristemente, es nuestra realidad de cara a las elecciones concurrentes más importantes del año en Morelos.
¿Y QUÉ HACE GUARNEROS PARA FRENAR LA VIOLENCIA? Si bien se debe de agradecer al Comisionado de Seguridad Pública, José Antonio Ortiz Guarneros su sinceridad al reconocer que la situación en Morelos es grave y además preocupante, pero de igual manera, también se le debe de cuestionar ¿qué ha hecho en este lustro para frenar esta maldita violencia que ha ensangrentado a la entidad? Hay que recordar que diversos sectores en reiteradas ocasiones, derivada del ensangrentado estado en el que vivimos, han solicitado su salida de la CES y siempre ha hecho caso omiso a estas peticiones ciudadanas. Sería sano que se haga una autocrítica y si no puede, antes de que concluya el sexenio no solo abandone a la Comisión sino al estado de Morelos.
Lo cierto es que las declaraciones de Ortiz Guarneros ofrecen una perspectiva inquietante como lo es el recrudecimiento de la violencia, agravada por la infiltración del crimen organizado en el proceso electoral, y pone en duda la integridad de la democracia en Morelos. ¿Pero eso como ciudadanos nos deja tranquilos? ¿Qué diga que hay
DESAFIOS DE SEGURIDAD: OMISIÓN Y SIMULACIÓN. - A mediados del 2022, el comisionado estatal de Seguridad, José Antonio Ortiz Guarneros, admitió públicamente una realidad innegable: en Morelos, operan al menos 14 agrupaciones delictivas, algunas de las cuales se escudan bajo el nombre del Cártel Jalisco Nueva Generación. Este sombrío panorama se traduce en una constante amenaza para la seguridad ciudadana, dejando en evidencia la complejidad y gravedad de la situación en la entidad.
Entre los grupos en disputa figuran nombres como el CJNG, La Familia Michoacana, Guerreros Unidos, Los Colombianos, Los Linos, Los Maya, Señor de la V, Independiente Don Mario, El Seven, Los Aparicio, Comando Tlahuica, Independiente Don Eva, Los Rojos y Cártel del Noreste; la diversidad y multiplicidad de estas organizaciones reflejan un escenario caótico, donde la competencia por el control territorial se traduce en un aumento constante de la violencia.
Resulta alarmante que, según Ortiz Guarneros, de este conjunto, al menos 10 bandas delictivas continúan generando violencia en la región, destacando la presencia inquietante de grupos como el de Abel Maya y Los Linos. Sin embargo, la ineficacia de las autoridades para girar órdenes de aprehensión contra ellos revela la falta de coordinación entre los estados de México, Puebla y Morelos; esta incapacidad para actuar de manera conjunta y efectiva permite que los criminales se desplacen libremente, perpetuando así la impunidad.
Lo más inquietante y delicado de todo este escenario es la falta de resultados palpables por parte de la Comisión Estatal de Seguridad (CES) o la Fiscalía; y es que ninguna organización criminal se ha desarticulado, lo que refleja la ineficacia de las estrategias implementadas hasta ahora. Por lo tanto, nos encontramos en un entorno donde los ciudadanos viven rodeados de narcotraficantes, cuya actividad delictiva persiste gracias a la simulación, incapacidad y omisión de las autoridades policíacas, ya sean federales, estatales o municipales.
Por tanto, el desafío de la seguridad en Morelos no solo radica en la complejidad de las estructuras delictivas, sino también en la falta de respuesta efectiva por parte de las autoridades, es imperativo que se adopten medidas concretas y se fortalezca la colaboración entre los estados afectados para enfrentar este problema de manera integral y brindar a la ciudadanía la seguridad que merece.
¿VOTO DE CASTIGO A CANDIDATAS A GOBERNADORA? En el actual escenario político de Morelos, las activistas han lanzado una declaración contundente: un voto de castigo para las tres candidatas a la gubernatura de Morelos: Margarita González Saravia de la coalición Morena, PT, PVEM, PNA, PES, MAS; Lucía Meza Guzmán, respaldada por PAN, PRI, PRD y RSP; y Jessica Ortega de la Cruz, de MC y Morelos Progresa, han sido señaladas por las activistas por no abordar de manera prioritaria la problemática de los feminicidios en sus plataformas electorales.
Es innegable que la violencia de género, y particularmente los feminicidios, son una mancha dolorosa en la realidad morelense, sobre todo porque la exigencia de las activistas por poner fin a esta violencia es justa y urgente, sin embargo, la lógica de un voto de castigo plantea un dilema fundamental. ¿Cómo castigar a quienes podrían convertirse en las sucesoras del actual gobernador Cuauhtémoc Blanco?
La realidad es que la violencia en Morelos no se circunscribe únicamente al feminicidio. Cada vida perdida, independientemente del género o la circunstancia, es lamentable y demanda una respuesta contundente; más aún porque la multiplicación de muertes en todas sus formas, ya sea por motivos familiares, sociales o de género, revela una crisis profunda que va más allá de las promesas políticas vacías.
Es cierto que la violencia ha evolucionado y se ha multiplicado de manera alarmante en la última década, y ahí la sociedad morelense ha clamado con insistencia por una erradicación completa de la violencia, un compromiso que, según la historia reciente, ha quedado en deuda. Desde el fallido compromiso de Graco Ramírez de eliminar la violencia en 18 meses y a una década, la problemática persiste y se agrava.
El llamado a castigar a aquellos que hagan caso omiso de las recomendaciones, centrándose únicamente en el feminicidio, es comprensible, empero, la realidad exige una visión más amplia y una estrategia integral para abordar la complejidad de la violencia en todas sus formas. No se trata solo de un compromiso electoral, sino de una transformación profunda que debe comenzar desde las raíces de la sociedad morelense.
En las próximas elecciones locales, el voto se convierte en una herramienta poderosa para exigir un cambio real y sostenible; pero este cambio debe ir más allá de las promesas aisladas y abordar la raíz de la violencia en todas sus manifestaciones; la sociedad morelense merece una transformación integral que no solo prometa, sino que también actúe para erradicar la violencia en todas sus formas y construir un futuro más seguro y equitativo para todos.
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