Juventud en la vanguardia: tras las huellas de la Justicia en la UAEM
En opinión de Tania Jasso Blancas
Huey Newton afirmó una vez que "La revolución siempre ha estado en manos de los jóvenes. El joven siempre hereda la revolución". Y en estos días, en las entradas de la Universidad Autónoma del Estado de Morelos (UAEM), esta profecía parece tomar vida propia.
En un escenario donde la violencia policial se enreda con el tejido académico, la juventud se alza como la voz que desafía el statu quo. Jóvenes universitarios, cansados de la injusticia, tomaron las dos entradas de la máxima casa de estudios de Morelos y la Rectoría en una manifestación pacífica, tras la denuncia valiente de un estudiante que sufrió violencia, robo y secuestro a manos de presuntos policías municipales en la ciudad de Cuernavaca.
El relato es desgarrador: un joven es "levantado", golpeado y amenazado en avenida universidad. Sus tarjetas bancarias saqueadas, su integridad vulnerada. Pero en lugar de claudicar ante el miedo, el estudiante decide levantar la voz. Denuncia en mano y videos en redes sociales, desafía a un sistema que a menudo intenta silenciar a los valientes.
La respuesta de la comunidad estudiantil no se hace esperar. El 16 de noviembre, cientos de estudiantes, trabajadores y algunos padres de familia de la UAEM se manifiestan pacíficamente. En un acto ejemplar de unidad, exige justicia. Rector, Fiscal Anticorrupción y Presidente Municipal de Cuernavaca se ven obligados a enfrentar a la comunidad. Acuerdos se forjan: la prohibición de entrada de policías al campus y la promesa de un castigo ejemplar para los responsables.
Este caso va más allá de una denuncia. Es un recordatorio de que la juventud puede sorprendernos. La apatía y el individualismo no son sus sellos distintivos. Su organización colectiva está logrando cambios trascendentales. En un momento en que algunos adultos se enredan en juegos políticos, los jóvenes aprenden a protegerse. En este escenario, los padres somos cómplices de amor y lealtad. Nuestros hijos no deben luchar solos; podemos apoyamos con convicción y fuerza espiritual forjada en esos años de protesta heredada, protestas de nuestros padres y protestas propias.
La generación que lidera este movimiento nos está superando, y eso debería llenarnos de orgullo. Mientras algunos adultos discuten, los jóvenes están dándonos un ejemplo en esta lucha por la justicia y la seguridad. No podemos quedarnos al margen mientras nuestros hijos demuestran que la valentía y la determinación no conocen límites.
Este episodio deja claro que la juventud está dispuesta a desafiar las adversidades, a alzar la voz contra la injusticia, y a tejer la trama de un cambio que trascienda las aulas universitarias. Los estudiantes no solo exigen justicia para el compañero agraviado, sino que también reclaman un espacio libre de la sombra amenazadora de la violencia policial dentro de su campus.
La movilización del 16 de noviembre no fue solo un acto de protesta; fue un ejemplo de unidad y solidaridad. La comunidad estudiantil, lejos de caer en la trampa de la confrontación, demostró que es posible luchar con firmeza sin perder la esencia pacífica. La presencia masiva y la determinación dejaron claro que la voz de la juventud es fuerte y clara, y que no será silenciada fácilmente.
Los acuerdos alcanzados con las autoridades son un paso en la dirección correcta, pero la vigilancia y el seguimiento son cruciales. La prohibición de la entrada de la policía al campus es una victoria significativa, pero es esencial asegurar que esta medida se cumpla de manera efectiva. Además, el castigo ejemplar prometido para los responsables debe ser un recordatorio constante de que la impunidad no tiene cabida.
Como padres, no podemos ser espectadores pasivos. Debemos aprender de la determinación de nuestros hijos y ser sus aliados en esta lucha por un entorno seguro y justo. Nuestra generación puede ser el cómplice necesario en este proceso de cambio, respaldando a los nuestros jóvenes y asegurándonos de que sus demandas no caigan en oídos sordos.
En estos tiempos tumultuosos, la juventud se erige recordándonos que la revolución no es solo un acto del pasado, sino una llama que arde en las manos de quienes buscan un futuro más justo. La herencia de la revolución está viva en la valentía de los jóvenes, y como adultos, es nuestro deber apoyarla y protegerla.