Gajes del oficio de enseñar
En opinión de Lorena Elizabeth Castillo
El pasado lunes 15 de mayo, Día de la Maestra y el Maestro, menudearon las felicitaciones enviadas y recibidas de y para quienes nos dedicamos a la actividad docente, por lo que, más allá del indudable valor humano, ético y moral del proceso de enseñanza-aprendizaje, es necesario considerar hoy la razón de ser de la educación.
Lo anterior ante fenómenos, en apariencia tan distintos, como las redes sociales, influencers, violencia contra la mujer y hasta los inminentes riesgos de la Inteligencia Artificial (IA).
Ante un mundo cambiante de partidos e ideologías que pretenden forjar sus propios sistemas educativos y medios de entretenimiento que refuerzan conductas anti-sociales, léase series de streaming, noticieros electrónicos y medios impresos que explotan el sensacionalismo amarillista y el morbo del lector, urge mantener una convicción, con la cual orientar a la niñez y a la juventud.
Ya sea en las aulas o por recursos a distancia, resulta imprescindible volver a nuestros apuntes de Ontología de la Enseñanza, para retomar conceptos como los que hoy deseo compartir en este espacio. Partir de la noción misma de este concepto que nos remite a la rama de la Filosofía que estudia “el ente” (del griego “ontos” o sea, “el ser”), en este caso de la enseñanza, es decir, la herramienta o procedimiento de la que se vale la educación para formar un individuo.
En este punto es pertinente referirnos al estudiante o educando que “es una persona imperfecta que puede mejorar. Esta capacidad de ser educado es lo que se llama la ‘educabilidad’, característica típicamente humana. La educabilidad es una exigencia ontológica de la educación-enseñanza que nace de nuestro ser”, señala Daniela Burgoin Ceseña en su ensayo “Ontología de la educación”.[1]
En otras palabras, el docente, al enseñar inicia el impulso del estudiante hacia desarrollo de sus capacidades de conocer y actuar, de aprovechar cuanto le rodea para relacionarse con los demás. Además, como ya lo anotamos antes, es una exigencia moral, ya que responde a la insatisfacción de nuestro ser, al impulso de ser más, vitalidad que maestras y maestros infunden en sus estudiantes.
El complemento de la ya descrita Educabilidad es el concepto de “Educatividad” que significa “el acompañamiento del estudiante, para que ingrese por sí mismo, en el orden social que se le ofrece como posibilidad de realización de su proyecto ético de vida.” Es darle la oportunidad para que construya su proyecto, no sólo de preparación profesional mediante saberes científicos y tecnológicos, sino también para dotarlo de principios y valores, para enfrentar con éxito los retos de la vida.
De los siete tipos de educación identificados desde el enfoque Ontológico de la Educación, hemos abordado aquí los de Educabilidad y Educatividad, es decir, la “Educación individual-educación social” y “Educación como formación humana-educación técnica”, por lo que en otros artículos habrá oportunidad de abordar otros “gajes del oficio de enseñar” que cotidianamente cumplen nuestras maestras y maestros.