Escala de Grises - Yo decido
En opinión de Arendy Ávalos
Cinco días antes de que mayo terminara, un creador de contenido mexicano decidió criticar uno de los carteles que conforman la campaña “¡Yo decido!”, implementada por el Consejo Nacional de la Población (Conapo), instancia perteneciente a la Secretaría de Gobernación. Con el tono satírico que lo caracteriza, el youtuber cuestionó la eficacia de la publicidad gubernamental para prevenir la violencia de género.
El poster difundido a través de Twitter, además de los logos del Gobierno de México, la Segob y el Conapo, está compuesto por una ilustración. Al fondo se observan un cielo completamente azul y algunas casas. En primer plano, aparece una mujer joven con la palma de la mano extendida, rechazando una cerveza.
La frase “Yo decido evitar riesgos” precede el teléfono de la línea de atención disponible (800 624 64 64), nombrada del mismo modo que la campaña. Por supuesto, las opiniones al respecto no se hicieron esperar, pues el mensaje transmitido por la Secretaría de Gobernación no dejaba mucho espacio para interpretaciones erróneas.
Si usted se pregunta cuál fue el tremendo error cometido por el Conapo, permítame describirlo con las palabras criminalización y revictimización. ¿Es responsabilidad de las mujeres “evitar riesgos” o es responsabilidad de las instituciones generar las condiciones necesarias para que —aún si ingieren bebidas alcohólicas— las mujeres regresen seguras a casa?
Como consecuencia de la evidente respuesta, en dicha plataforma digital se emitieron señalamientos a las autoridades involucradas debido a su falta de empatía y a la nula comprensión de lo que implica la violencia de género, por lo que ciertos contenidos (un poster y un video) fueron eliminados de las cuentas oficiales del Consejo Nacional de la Población.
Ante la ola de señalamientos, la institución optó por aclarar que la campaña “Yo decido”, lanzada en 2021, estaba dirigida a la prevención, identificación y denuncia de violencia sexual en contra de mujeres, adolescentes e infancias. Del mismo modo, la dependencia informó que la campaña tiene como público objetivo a personas que viven en contextos rurales, por lo que la intención principal era favorecer el ejercicio de los derechos sexuales y reproductivos.
Otro de los propósitos era fomentar masculinidades positivas, planificación familiar y prevención del consumo de alcohol. Bajo esta misma línea y de acuerdo con lo difundido en redes sociales, la línea de atención busca brindar información sobre prevención de embarazos no planeados, prevención de Infecciones de Transmisión Sexual y uso de métodos anticonceptivos.
En resumen, la intención era buena, pero esa virtud no llegó hasta la ejecución de la estrategia. Y es que, aunque en este espacio se sabe que las palabras importan, también es necesario considerar que el discurso y sus interpretaciones no solo dependen de las letras. Ojo con la dicotomía entre la forma y el fondo.
A pesar de que la campaña se creó en 2021, continúa utilizándose en las cuentas oficiales de la dependencia, por lo que la caducidad del mensaje no es una de las posibles “justificaciones” que podrían argumentarse en favor de la Secretaría de Gobernación. Esta campaña, además de ser un error en la historia del Conapo, es una muestra clara de la ausencia de perspectiva de género que permea las instituciones a nivel nacional.
La gravedad de lo ocurrido no puede reducirse a un video o a una ilustración en específico. El problema va más allá de lo que podemos ver en la superficie. Las campañas, especialmente las institucionales, son supervisadas desde el momento en que comienzan a plantearse las primeras ideas.
¿Cuál es el público al que se va a dirigir? ¿Cuáles serán los elementos que la conformarán? ¿Cuál será el slogan? ¿Cuál será el tono? ¿Qué mensaje deseamos transmitir? Idealmente, esas preguntas y tantas más forman parte del proceso bajo el que se ejecuta una estrategia de comunicación eficiente.
Hay más de una persona responsable dentro del proceso creativo y se necesita la aprobación constante de ciertos niveles para proceder con la difusión del mensaje en cuestión. Resulta preocupante que ninguna de las personas involucradas a lo largo del proceso logró identificar un problema que debería ser evidente; especialmente bajo el contexto de violencia de género al que nos enfrentamos desde hace décadas.
Aunque la Secretaría de Gobernación ha intentado explicar la campaña punto por punto, una imagen pudo más que mil palabras, porque de eso se trata la publicidad. Además de responsabilizar a las mujeres de posibles peligros, la campaña logra quitar toda la culpa de los agresores que perpetran esos mismos “riesgos” que buscan evitar; así como pretender que el actuar por parte de las autoridades no impacta directamente en temas como violencia de género o seguridad.
¿No debería ser tu trabajo (como dependencia gubernamental) prevenir cualquier acto de violencia en mi contra, independientemente de las cervezas que decida tomar? ¿No debería ser tu responsabilidad quitar los “riesgos” y actuar de forma adecuada ante cualquier acto de violencia que pudiera ocurrir?
Porque criminalizar el uso de sustancias (en este caso el alcohol) tampoco es la respuesta, ¿eh? Ojalá la abstinencia fuera el método infalible para evitar que las mujeres fueran víctimas de violencia. Ojalá evitar ingerir bebidas alcohólicas fuera una solución efectiva para reducir las cifras de feminicidios, acoso y abuso sexual en el país. No es así de simple.
Respecto al consumo de sustancias, las mujeres deberíamos “evitar riesgos” sin haber tomado una gota de alcohol, habiendo tomado una cerveza o seis y bajo cualquier situación que pudiera ocurrírsele en este momento. Ahora, lo que parece no quedar claro es que la culpa jamás será de la víctima.
La culpa de los feminicidios recae en los feminicidas, no en las víctimas ni en la hora del día. La culpa del abuso sexual recae en los violadores, no en las víctimas ni en la ropa que vestían. La culpa de cualquier expresión de violencia de género recae en quienes deciden que la integridad de las mujeres no es merecedora de respeto alguno. La culpa de todo lo anterior recae en la negligencia por parte de las autoridades que no han logrado prevenir que todo se repita, que se sumergen en la impunidad, que no logran ni siquiera enunciar la palabra justicia.
Si todo se basara en nuestras decisiones, desde hace décadas hubiéramos decidido erradicar los actos machistas y la cultura misógina que se extiende a lo largo de todo el país. Si solo se tratara de decidir, las 11 mujeres que son asesinadas por razones de género cada día hubieran regresado a sus casas. Si tuviéramos tal poder de decisión, los feminicidios se hubieran detenido desde el momento en que exigimos justicia por cada una de las víctimas.
La culpa no era mía ni dónde estaba ni cómo vestía:
@Arendy_Avalos en Twitter