Escala de Grises - Lluvia suficiente
En opinión de Arendy Ávalos
El pasado 19 de agosto, Yesenia Alvarado fue secuestrada por unas personas encapuchadas al salir de un tianguis en Cajeme, Sonora. Su familia la reportó como desaparecida ante las autoridades y la búsqueda comenzó.
Un mes después, elementos de la Agencia de Investigación Criminal realizaron el cateo de un predio. Ahí, encontraron una fosa clandestina con los restos de seis cuerpos: dos femeninos, tres masculinos y uno por identificar. De acuerdo con las autoridades, tres personas fueron detenidas por este delito.
Después de las investigaciones correspondientes en el Laboratorio de Inteligencia Científica Forense se logró la identificación de Yesenia. Una mujer de 24 años, egresada de Administración de Empresas de la Universidad Vizcaya de las Américas, modelo de Ciudad Obregón, madre de un niño de seis años.
La joven fue buscada durante más de un mes por sus familiares, amistades y colectivos que se unieron a la causa e, incluso, organizaron manifestaciones para exigir la localización de Yesenia quien, ahora, forma parte de las 20 mujeres desaparecidas en Sonora de enero a la fecha. Una de las diez mujeres asesinadas por día en el país. Una víctima más de la violencia.
Las acciones que la desaparición de una persona debería desencadenar tendrían que ser inmediatas. ¿No hay comunicación o información en 12 horas? Comienza un proceso de investigación. ¿No hay información en 12 horas más? Que comience el proceso de búsqueda. Pretender esperar más tiempo por si “aparece” o por si “regresa” es negligencia de las autoridades, ergo del Estado.
¡Pero es que así funciona la ley! Pues entonces ya sabemos por dónde empezar a modificarla. Querer ahorrar recursos en la búsqueda o investigación, en las denuncias o en abrir expedientes está alejado de una realidad a la que nos enfrentamos todos los días.
La desaparición forzada es uno de los problemas más graves que existen en México, igual que la impunidad existente al respecto. Hace un par de semanas, compartí en este mismo espacio una cifra que vale la pena recordar.
Durante la administración de López Obrador han desaparecido 9 mil 910 personas, cuyas historias son mucho más que cifras en el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP), mucho más que un tema para abordar en las conferencias matutinas o un compromiso de los tantos que tienen Alfonso Durazo y el mismo presidente.
El pasado lunes, el Gobierno de México anunció el reconocimiento de la competencia del Comité contra la Desaparición Forzada de las Naciones Unidas (CED) en el país. Esta declaración fue firmada por el presidente de la República y enviada a la organización mundial.
Según la Secretaría de Relaciones Exteriores, la finalidad de esto es cumplir con las demandas que familiares de personas desaparecidas les realizaron a las autoridades correspondientes. Por lo que representa una “acción histórica” en cuanto a la garantía de derechos humanos en el país.
Sin embargo, las acciones encaminadas para apagar este incendio no se basan únicamente en abrir la llave de la manguera y pretender que se apague solo. Tampoco está en pedir, de la manera más atenta, que nadie prenda cerillos o de encontrar los cigarros que están encendidos. Es mucho más complejo que eso.
Para apagar el fuego, primero hay que investigar las causas. Quitarles todos los productos inflamables a los piromaníacos y no dejarlos pasar al bosque, prohibirles la entrada. Porque si nadie hace nada, no habrá lluvia suficiente que extinga las llamas.
Mientras tanto…
También a inicios de esta semana, el presidente López Obrador compartió un video en el que comparte sus pronósticos sobre el béisbol en Estados Unidos e, incluso, juega un rato este deporte al que, como sabemos, es aficionado.
Así de deportista, así de simpático, AMLO aprovechó para compartirnos su opinión sobre los equipos, los jugadores y un poco de historia. No sin antes, dejarnos en claro que no está de acuerdo con el fraude ni en el deporte ni en ningún otro ámbito. Muy cotorro el señor.
Parece que los siete meses que llevamos en confinamiento, enfrentando la pandemia, a él no le han afectado en lo más mínimo y han dejado intacta su insensatez. Para que usted no se quede con el pendiente, le comento que el presidente le va a los Astros de Houston y a los Dodgers, de los Ángeles.
Parece mentira que, mientras una parte de la población está luchando por, literalmente, sobrevivir a esta época, al presidente le parezca importante compartirnos su “cascarita” (o el equivalente en béisbol) y su quiniela.
Si usted es de las personas que reniega de la presente administración porque no le representa o si forma parte de las personas que se alegraron cuando a Donald Trump le dio covid19, déjeme decirle algo.
El problema de que figuras tan importantes a nivel nacional (internacional, en el caso del presidente estadounidense) manejen discursos disparatados como que los cubrebocas son innecesarios o que solo usarán uno cuando se acabe la corrupción no es lo que pueda pasarles a ellos, es la forma en la que impactan a las personas que confían en ellos.
El presidente de la República Mexicana, por lo menos, es la máxima autoridad y así lo ha sido desde hace mucho tiempo. Si la persona con mayor poder o autoridad (ojo, no son lo mismo) le asegura al pueblo bueno que las medidas de sanidad son una exageración y que mejor se vayan a comer a una fondita para apoyar el comercio local, el efecto dominó es imparable.
Si lo que buscaba el señor era distraernos de la crisis económica y sanitaria, pues no le salió muy bien el chistecito. Los próximos meses seguirán complicados y las medidas de protección y prevención deberán seguirse con responsabilidad.
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