El Tercer Ojo - ¿Sociedad Insensible?
En opinión de J. Enrique Álvarez Alcántara
Muy recientemente (21/04/21) en el Canal de YouTube La Comuna de la Palabra sostuve una charla con el filósofo y matemático checo Antonín Kosík intitulada “Problemas filosóficos contemporáneos y presentación del libro Insistenza” (https://youtu.be/ahFWU-JWiWs) (https://open.spotify.com/episode/2CS2LBk8lWUM3xmwWnNS8y...), en tal diálogo Antonín Kosík comentó el libro del filósofo Byung Chul Han La società senza dolore, a propósito de la pregunta inicial de la misma charla.
Anteriormente (13/03/21) en El Regional del Sur publiqué, en El Tercer Ojo, una colaboración intitulada ¿La sociedad del cansancio?, a propósito, también, de la lectura de otro libro de Byung Chul Han La società della stanchezza. Simultáneamente leía del filósofo francés Edgar Morin y Sabah Abouessalam Cambiemos de Vía. Por su lado, el filósofo italiano Giorgio Agamben escribió un texto intitulado Che Cos’è Real?
En su conjunto, estos trabajos exponen, con cierto grado de pertinencia, problemas que hoy parecen demandar de nosotros una reflexión profunda para interpretar lo que afrontamos como individuos y como sociedad en esta era del Covid-19 y la post-Covid que se desea y vislumbra.
Hoy me propongo escribir a propósito de la sociedad sin dolor, que he preferido traducir como insensible, porque considero es pertinente en esta era.
El escrito de Byung comienza con un epígrafe que he traducido de la versión en italiano de la siguiente manera: “De todas las demás sensaciones del cuerpo, sólo el dolor representa para el hombre una especie de corriente inagotable que conduce al mar. El placer ocurre donde el hombre trata de seguirlo, es como un callejón sin salida”, la cita es de Walter Benjamín.
Parece que el hilo conductor de la reflexión es “el dolor”; ahora bien, hablar del dolor debe exigirnos precisar el sentido y significado que adquiere tal concepto en esta época. Nos es dable admitir que el término “el dolor” no solo se refiere al evento fisiológico que sentimos y tenemos consciencia de su presencia indeseable y que tratamos, por todos los medios posibles, eliminar de nuestra existencia. De aquí sobreviene el término que contempla los recursos contra ese dolor y que denominamos “analgesia”.
Sin embargo, cuando utilizamos el sustantivo “el dolor” no sólo reducimos a este significado su acepción. También asumimos que podemos referirnos, sin duda, al “dolor emocional, psíquico o moral”.
De la misma manera, asociados al dolor (en cualquiera de sus significaciones) vienen, como mellizos, el sufrimiento, el miedo y, consecuentemente, todos los comportamientos orientados hacia su eliminación o evitación. Para este conjunto de rasgos que acompañan al dolor se emplea, muy infrecuentemente, un término de naturaleza psicológica y que se emparenta, insensiblemente, con la psicopatología. El concepto en cuestión es de la “algofobia”.
Pues bien, con este concepto comienza Byung Chul Han su exposición.
Cita y propone. “¡Dime tu relación con el dolor y te diré quién eres!”. Este lema de Ernst Jünger es aplicable a la sociedad en su conjunto. Nuestra relación con el dolor (Schmerz) revela en qué sociedad vivimos. Los préstamos incobrables son dígitos de un código: contienen la clave para comprender todas las sociedades. Entonces, quien quiera criticar a la sociedad debe realizar una hermenéutica del dolor. Si los sufrimientos se dejan solo a la medicina, su carácter de signos se nos escapa".
Naturalmente que en esta era pandémica, y la pospandémica esperada y deseada, el dolor psíquico está presente, y no solo por los efectos de la pandemia misma; aunada a ésta los grandes problemas que le han precedido y persisten (la violencia estructural y sus consecuencias, la pobreza y sus secuelas, la inseguridad e incertidumbre, etcétera), nos colocan ante una sensación de inminencia del dolor, un miedo a que efectivamente se presente, una indefensión ante el mismo, incertidumbre y, teniendo la certeza de que quienes asumen la responsabilidad de afrontar exitosamente estas calamidades, son no sólo ignorantes e incompetentes para tener éxito en esta tarea, sino que, además, no quiere hacerlo, tenemos la certidumbre de que hagamos lo que hagamos, el dolor es inevitable. No sólo indefensión, sino desesperanza y sinsentido.
Algofobia como condición de relación de nuestra sociedad con el dolor. No es ciertamente, psicopatología o algún trastorno de salud mental derivado de cambios neuroquímicos en nuestros encéfalos. Parece que una realidad extracerebral, la organiza como construcción exocerebral que marca a individuos y colectividades.
Algofobia.
¿De qué estrategias valerse, entonces, para evitar, mitigar o eliminar, de ser ello posible, el dolor?
Parece que una de ellas es ir, progresivamente, como quienes trataron de inmunizarse contra los venenos ingiriendo a microdosis el mismo veneno para hacerse resistente a ellos e ir incrementando la dosis para incrementar la resistencia e inmunidad al dolor, inmunizarse al dolor.
¡De qué manera?
Tornándonos insensibles al dolor. Dejar de sentir el dolor. Es decir. Para abatir la algofobia y el dolor mismo una manera relativamente segura es negar el mismo dolor y hacerse insensibles al mismo.
Dolor, miedo, desesperanza, indefensión, certidumbre de inevitabilidad e insensibilización (a manera de una estrategia de “desensibilización sistemática”) se nos muestran hoy como una “alternativa” para afrontar exitosamente, como individuos y como sociedad, el dolor y la algofobia.
La analgesia o anestesia no parecen opción.