El Tercer Ojo - Crónica de una pequeña muerte imprevista: Cine y música, café y jugadores de ajedrez en la Librería Gandhi

En opinión de J. Enrique Alvarez Alcántara

El Tercer Ojo - Crónica de una pequeña muerte imprevista: Cine y música, café y jugadores de ajedrez en la Librería Gandhi

Hace poco más de medio siglo, cinco decenios o diez lustros, un día del mes de junio de 1971, en el sur del entonces Distrito Federal, hoy Ciudad de México, Mauricio Achar, un personaje emigrado desde Argentina, inauguró la Librería Gandhi, ubicada en ese momento frente a la que hoy encontramos y que es una enorme, muy surtida, pero distinta a la que conocí, Librería Gandhi.

Para esa época debería haber tenido una edad aproximada de 14 años y era un adolescente muy activo y en ciernes un miembro de las juventudes comunistas del entonces Partido Comunista Mexicano (PCM). Era aún estudiante de secundaria en la escuela secundaria No 111, y lo menciono porque un compañero de la misma escuela, años después, trabajaba de mesero en la cafetería de la librería, junto con Genaro y Chabelo y ahí tuvimos un reencuentro.

El día de la inauguración estaban Manuel y su hermano, Alejandro Milton, Enrique, tal vez Elsa y otros trabajadores más; vi allí a Mauricio, entre varios personajes y escritores de la época. Por supuesto, como parece obvio, también estuve en tal suceso, ciertamente histórico.

A partir de esa fecha, casi religiosamente, una o dos veces por semana, iba a la librería, a su cafetería y, algunas ocasiones, a jugar ajedrez, o a ver jugar, por ejemplo, a Bernardo, a Mauricio, a Enrique y algunos más. Por supuesto a comprar libros.

Así transcurrieron varios años, lustros y décadas, y progresivamente fui dándome cuenta de que toda cambia y nada es para siempre; cada vez que visitaba la librería o la cafetería me percataba de que se habían realizado varios cambios.

A la vuelta del tiempo, exactamente frente a la original y "vieja" librería Gandhi se abrió otra Librería Gandhi, la más reciente, quedando la inicial como cafetería-librería, aunque más pequeña que la "nueva". Debo señalar además que en diversas entidades federativas se abrieron sucursales de la Gandhi. Una expansión era evidente.

Pasaron los días, pasaron semanas, meses y años y, sin haberlo previsto, un día ya no vi a Manuel, ya no estaba Alejandro, Genaro se jubiló, Enrique también, Elsa quizás, Bernardo ya no iba a jugar ni a beber café ni, por supuesto, Mauricio estaba. Ya no se jugaba ajedrez ni tomaba uno un cafecito Gandhi.

Así transcurrieron otros años más y seguí yendo a comprar libros y películas y música. Ángel, ya no Elsa, me apoyaba en la tarea de búsqueda de la obra completa de Werner Herzog, Akira Kurosawa o Stanley Kubrick y me sugería novedades. También las sinfonías completas de Gustav Mahler, Dimitri Shostakovich, o lo que tratase de hallar para mi solaz esparcimiento.

Un día, sin tenerlo claro, inesperadamente, se mostró ante nosotros la "Nueva Era de la Peste", la presencia de la epidemia y pandemia del COVID, entonces fuimos objeto de un confinamiento semejante a un arresto domiciliario, cubrebocas, miedo, ansiedad y algo más…

Prácticamente tres años, 2020, 2021 y algo del 2022… durante esos tres años no visité la librería Gandhi en la Cd. de México. Tan sólo aspiré a hacerlo.

Ah, pero precisamente hoy, impensadamente el hoy, jueves 26 de enero del recién nacido año 2023, nuevamente visité la librería Gandhi.

No puedo dejar de reconocer que fue sorpresivo descubrir que ya no existe la cafetería y librería inicial; y, aún más, la inexistencia de las áreas de cine y música me desconcertó. A pregunta expresa a un encargado que ya conocía me dijo que, más que la pandemia, fueron los medios de la tecnología actual los que abatieron inevitablemente acetatos, cd's, videos y más. Las plataformas las mandaron irremediablemente al basurero de la historia…

Naturalmente que no dejé de adquirir unos cinco libros que, deberé leer sin nostalgia y sin melancolía.

"Nadie se baña dos veces en el mismo río" dicen que decía o escribía Heráclito, el Éfeso. Dicen quienes de ello saben que, metafóricamente visto, la esencia de todo cuanto existe está en el fuego. Nada, nunca, es para siempre…

¿Qué fue lo que murió y qué fue lo que nació y que era imprescindible para que ello fuese así?

Tal vez somos nosotros quienes aún debemos asumir que si mueren formas de ver e interpretar el mundo debemos siempre tratar de adaptarnos al movimiento eterno y perpetuo. La dialéctica de la vida misma.