El legado de la lucha contra el narcotráfico de Calderón: un México sumido en la violencia, inseguridad y una crisis sociopolítica
En opinión de José Eduardo Cristóbal Salgado

En poco menos de año y medio se van a cumplir casi 20 años desde que Felipe Calderón inicio una lucha contra el narcotráfico en nuestro país, el 11 de diciembre del 2006 es una fecha que difícilmente vamos a olvidar los mexicanos, porque marcaría un antes y un después en nuestras vidas, a día de hoy, no hay ni un solo mexicano que no se haya visto afectado por esta decisión, y es que solo basta con preguntarse a uno mismo si realmente se siente seguro una vez que sale de su casa, ya que las posibilidades de que se desate un ataque armado son realmente altas, la situación es tan drástica que los mexicanos ya hemos normalizado el ver tantos homicidios.
Si bien no se puede culpar a Calderón de todo este problema de inseguridad, ya que una gran responsabilidad recae en las administraciones anteriores, que no tenían un plan de acción concreto que entregara buenos resultados en el combate contra el crimen organizado, tampoco se puede negar que la lucha contra el narco marcaría un precedente negativo, ya que elevaría las tasas de homicidios a niveles nunca vistos en la historia de nuestro país.
Antes del inicio de la llamada “guerra contra el narco”, México ya enfrentaba problemas relacionados con el crimen organizado, pero la violencia letal se mantenía en niveles relativamente bajos en comparación con lo que vendría después. Durante el sexenio de Ernesto Zedillo (1994-2000), el país registró 79,759 homicidios. Con Vicente Fox (2000-2006), los homicidios disminuyeron a 60,073, lo que representaba una reducción del 24% y generaba cierta expectativa de que el Estado lograba recuperar el control.
No obstante, al asumir Calderón la presidencia en 2006, la estrategia cambió drásticamente. El nuevo gobierno optó por una militarización de la seguridad pública, desplegando tropas en calles y carreteras bajo el argumento de que las policías estaban corrompidas e infiltradas por el narcotráfico. Si bien el diagnóstico no era del todo equivocado, la forma de enfrentarlo tuvo efectos devastadores que en su mayoría los tuvieron que pagar la ciudadanía.
Muchas familias mexicanas familias quedaron atrapadas en enfrentamientos armados, ejecuciones, levantones y desapariciones forzadas, a lo que el expresidente cínicamente llamo “daños colaterales”, miles de mexicanos inocentes fueron asesinados simplemente por el hecho de estar en el lugar incorrecto, parecía que ningún rincón del país te podía brindar la seguridad suficiente, estados como Chihuahua, Tamaulipas, Michoacán y Guerrero que se convirtieron en verdaderos campos de batalla; a raíz de todo esto la cifra de desaparecidos también aumentó de manera exponencial, puesto que con Vicente Fox la cifra oficial de desaparecidos en su sexenio era de 914, sin embargo con Felipe Calderón esta cifra llegó a 16,889 un aumento porcentual de aproximadamente 1,748%, algo realmente escandaloso y preocupante que deja ver que la estrategia de seguridad había fallado completamente.
Comunidades enteras fueron desplazadas de sus lugares de origen debido a la violencia. Agricultores, comerciantes y profesionistas se vieron obligados a abandonar sus tierras y negocios ante las extorsiones, el cobro de piso y las amenazas. La economía local de muchas regiones colapsó, alimentando un círculo vicioso de pobreza, inseguridad y dependencia de actividades ilícitas.
Asimismo, la militarización de la seguridad pública tuvo costos humanos adicionales. Organizaciones nacionales e internacionales de derechos humanos documentaron múltiples casos de abusos cometidos por las Fuerzas Armadas: ejecuciones extrajudiciales, torturas y detenciones arbitrarias. La lógica de la guerra convirtió al ciudadano común en sospechoso y, en muchos casos, en víctima de quienes supuestamente debían protegerlo.
La cultura del miedo es un claro ejemplo del legado que nos dejó esta situación, ya que como mencioné al principio, hoy en día es raro quien no se siente inseguro en la calle, y es que basta con ver las noticias para ver las imágenes de personas ejecutadas con narco mensajes, las cuales se han vuelto normales para nosotros.
Otro punto importante, es la normalización de la violencia, como consecuencia de la fallida guerra contra el narco, los mexicanos hemos desarrollado una alta tolerancia hacia los actos de violencia, pareciera que ya nada nos sorprende, puesto que después de un asesinato, todo vuelve a la “normalidad” en cuestión de minutos, el problema es tan grave que ya hasta forma parte de nuestra cultura, siendo los narcocorridos una manifestación de la crisis de seguridad en nuestro país.
En resumen, la guerra contra el narcotráfico lanzada en 2006 representó un punto de quiebre en la historia reciente de México. Más allá de las intenciones del gobierno de Calderón, lo cierto es que sus resultados fueron catastróficos: el crimen no fue erradicado, la violencia alcanzó niveles históricos y la sociedad mexicana quedó atrapada en una espiral de inseguridad que aún no se logra contener.
El costo humano y social de aquella estrategia sigue siendo incalculable. Decenas de miles de muertos, desaparecidos y desplazados forman parte de una herida colectiva que no ha sanado. La experiencia deja una lección clara: la violencia no puede combatirse con más violencia. México necesita construir una política de seguridad que priorice la prevención, la justicia social, el fortalecimiento de las instituciones civiles y el respeto a los derechos humanos.
Solo así será posible empezar a cerrar el capítulo de horror que se abrió aquel 11 de diciembre de 2006 y que, a casi dos décadas de distancia, todavía determina la vida de millones de mexicanos.