Cuando sea demasiado tarde… - El Rumor es Violencia

En opinión de Gabriel Dorantes Argandar

Cuando sea demasiado tarde… - El Rumor es Violencia

Este último par de años, el tema de las quejas y las denuncias se ha tornado un poco oscuro. El movimiento feminista comenzó a tener bastante fuerza, a través de él se buscó revindicar todo tipo de tratos inadecuados que muchas y muchos hemos sufrido. Sin embargo, a lo largo del camino del movimiento, ha surgido una arista inadecuada. Muchas quejas que no han podido encontrar camino han encontrado alivio en la colocación de rumores. A través de las redes sociales se colocan imágenes, capturas de pantalla, y comentarios que tienen como propósito presentar una queja ante el público y señalar a individuos por acciones que supuestamente cometieron. Percibo que muchas de esas quejas colocadas a través de la estrategia del rumor han quedado en el vacío, las personas señaladas se llevan un “quemón” y con eso la queja pierde su fuerza verdadera. Una estrategia más que el movimiento ha puesto a servicio de la comunidad para incrementar su alcance y fuerza, ¿cierto? Lamentablemente no ha sido siempre así.

            He podido observar cómo colectivos de individuos utilizan la estrategia del rumor y la disfrazan en el movimiento de las víctimas para adelantar sus motivaciones románticas, políticas, laborales y económicas, denostando a individuos que no necesariamente hayan realizado un acto que merezca tal trato. Se ha abierto la puerta al mal uso del rumor, y a través de ello, se ha enturbiado la fidelidad de las quejas. Su operación es bastante sencilla, se puede observar claramente cuando las acciones tienen como fin exclusivo denostar a un individuo, en lugar de colocar una queja legítima que busque revindicar a la víctima. ¿Cómo se hace esto? A través de 4 sencillos pasos que describiré a continuación.

            El primero de ellos es la recolección de información. La denostación de un individuo requiere de conocer la mayor cantidad posible de hechos verídicos y no verídicos que rodeen a la persona. Para ello es necesario dejar de lado la educación y la dignidad que en algún momento los padres de los perpetradores debieron de tratar de infundir en ellos. Escuchar conversaciones ajenas a través de paredes, puertas, e incluso escuchar en secreto. Fotografiar documentos, hurtar computadoras, interrogar a terceras personas que puedan proveer jugosos detalles es una acción que no puede faltar. Esto dará un panorama de la situación y los posibles argumentos que se pueden esgrimir en contra del o los individuos que se pretende denostar, lo cual permite entrar en la segunda fase. Este momento consiste en elegir a los individuos que, con consciencia de ello o no, ayudarán a ejecutar el esparcimiento del rumor. Por lo general es buena idea elegir a alguien que tenga experiencia en la labor de denostar a sus pares, pero preferentemente es alguien que tenga una queja que parezca legítima. A esta persona, o personas, hay que cooptarlas a través de trabajos de persuasión que pueden verse ayudados no sólo por carisma, sino a través de regalos (aretes, pulseras, boletos para el cine), ofertas de amistad o de sociedad, o incluso promesas de vínculos laborales presentes o futuros. Ni siquiera hace falta que las promesas sean verídicas, recuerden que la dignidad humana y la ética profesional salen sobrando en estos menesteres. Sólo necesitamos echar a andar la maquinita de argumentos para que se coloque el nombre del individuo sobre la mesa.

            La tercera fase es más difícil porque requiere de más sutilidad. Es preciso organizar a dos grupos de individuos que operarán de manera conjunta. Yo los llamo “paleros” y “agresores.” Los paleros tienen la función de esparcir el rumor, haciéndolo más grande y haciéndolo llegar a más personas. La comunicación social es primordial aquí, pues a través del fenómeno del teléfono descompuesto, enriquecido con ese placer humano de denostar a los demás a manera de deporte, puede llegar muy lejos. Lamentablemente hay personas a las que nunca se les enseñó por qué uno no debe de hablar sobre la vida de otros, pero por esas personas ya no hay nada que su servidor pueda hacer, están perdidos para la sociedad. Los agresores buscan solidificar el rumor que se está esparciendo a través de comentarios denostativos hacia la persona o grupo de personas en cuestión, haciendo uso de la ironía y la burla. También es de utilidad agredir y denostar a los individuos que osen cuestionar la veracidad misma del rumor, acusándolos de compinches o carentes de empatía.

A estas alturas, ya se tiene un rumor sólido circulando entre la comunidad. La cuarta fase consiste en regresar al principio, puesto que a lo largo del camino salen detalles cada vez más jugosos que no necesariamente sean verdad, ni necesiten serlo. Todo lo que hace falta es soltar el rumor, disfrutar de hacerlo correr como pólvora, agredir a la disidencia, aplicar, enjuagar y repetir. En cosa de un par de semanas, a través de tres individuos cooptados, pueden organizar a un grupo de 30 o 50 personas que participen en una acción que ni siquiera es preciso funcione en el mejor interés de los participantes mismos. Le recuerdo que la dignidad humana y la ética profesional salen sobrando en estos menesteres. ¡Deshágase de ellos inmediatamente!

            ¿Cómo se combate esta estrategia? Las acciones para contrarrestar al rumor son harto diversas, pero también dependen de la dignidad humana y ética profesional que usted guste imprimir en su actuar. Si estos elementos son escasos en su persona o en su grupo de colaboradores, ahí tiene usted la fórmula para esparcir sus propios rumores a manera de acto de contrainteligencia. Esto tiene como efecto enrarecer por completo el medio, causando disidencia entre todas las partes, y en casos disolviendo los grupos mismos. Si la dignidad y la ética son variables que juegan un papel importante en su vida, le tengo dos recomendaciones: la primera de ellas es no caer en discusiones. No hay suficiente verdad verdadera que apague el placer de denostar a un individuo o grupo de individuos. Mientras más explicaciones ofrezca usted para defenderse, más herramientas para denostarlo proveerá a sus victimarios. Sobre el terreno del rumor, la mayoría siempre tiene la ventaja, y ya ve lo que se dice al respecto de los individuos de excesa inocencia.

            La única manera que se tiene de evitar el rumor es no acudiendo a él. Si usted ha vivido violencia en su hogar, escuela, o centro de trabajo, es preciso acudir a una autoridad. Muchas veces el miedo paraliza, o la indecisión hace que el tiempo transcurra y la genuinidad de la queja se disuelva. No es lo mismo indicar que un individuo tomó algo que no le pertenece hace unos momentos, a decir que lo hizo hace unos días, o hace unas semanas. Si usted vivió algo que no fue de su agrado o vio algo que no fue de su agrado, acuda a una autoridad. No hace falta que se tomen acciones, acudir a una autoridad no equivale a terminar en un juzgado. La orientación y los procedimientos necesarios son custodiados por las autoridades, por lo que es preciso acudir a ellas en estas circunstancias. ¿Quién es una autoridad? Una autoridad es un individuo que en el organigrama se encuentre por encima del perpetrador. Un compañero de trabajo no es una autoridad. Un compañero de clase no es una autoridad. Si tu queja es sobre un profesor, otro profesor no es una autoridad. Los profesores también son seres humanos y están sujetos a sus propios códigos de ética y dignidad humana, o la absoluta carencia de los mismos.

            La propagación de rumores puede ser divertido y hasta gratificante. Tal vez no se realizó una acción en contra del individuo que hizo algún daño, pero por lo menos se le hizo daño de regreso, ¿cierto? Falso. Los rumores lesionan no sólo al individuo y a aquellos que lo rodean (incluyendo familiares y amigos que son inocentes), sino perpetúan el ciclo de la violencia apelando a la ley del talión. No sólo eso, se da la oportunidad a individuos con intenciones menos fidedignas para adelantar sus agendas sentimentales, políticas, laborales y económicas.

            La mejor manera de contrarrestar el rumor es no participando en él, y no aceptando argumentos que comiencen con “dice la gente”, “el otro día me dijeron”, o “si tu supieras lo que yo.” Por no acudir a una autoridad, las lesiones se pueden llegar a repartir entre actores de la comunidad que no tuvieron nada que ver en la acción, e incluso lesionando a las personas mismas que participaron en la estrategia. El rumor es violencia, y no es el camino que le otorgará restitución a nadie como víctima, falsa o verdadera.

            El rumor no ha muerto, y dependerá de nosotros que no se apropie de nuestra comunidad.