Cuando sea demasiado tarde… - El polvo de la revocación.
En opinión de Gabriel Dorantes Argandar
Pues ya fue una semana que ocurrió el tema este de la revocación de mandato. El campamento de la 4T tuvo su fin de semana de elecciones entre toda una gran polémica y debate. Si usted tuvo la oportunidad de entrar a sus redes sociales, se pudo percatar del estado en el cual están las cosas. Por un lado, los lopezobradoristas desgarrándose las vestiduras por el gran privilegio que su líder les dio, defendiendo un país que les hicieron creer que podría ser y que los conservadores y neoliberales les quieren quitar. Por el otro lado, otro tanto de individuos de diferentes frentes promoviendo la abstención absoluta por razones harto diversas, poco claras, y con poco sustento. Ambos campamentos señalándose los unos a los otros con argumentos de diversa índole, pasando del debate sincero hasta el ad honoriam acompañado con amplia soez. Al final del día, perdimos todos.
Los principales perdedores, según mi muy humilde y lo menos subjetiva posible opinión al respecto, fueron los lopezobradoristas. Cualquier argumento con una persona pro-4T empieza con el reglamentario “somos 33 millones de personas que…” seguido por una retahíla de otros argumentos genéricos, intercambiables, y provistos por una tercera persona. Pues bien, si confiamos en los números del INE, que como todo organismo electoral está hecho con el barro del herror (así, con hache de horrendo), unos 15 millones de lopezobradoristas se lanzaron sobre las urnas para manifestar su deseo de seguir teniendo el presidente que ya tenemos (que además tengo entendido que podrá continuar su sexenio sin preocupaciones porque el ejercicio no fue vinculante). Sin embargo, ya no van a poder decir que son más o menos una tercera parte del padrón electoral, el cual tengo entendido que son alrededor de los 94 millones de mexicanos que cumplimos con los requisitos. Este ejercicio demostró con números duros que ya sólo un 16% del padrón electoral sigue siendo fervientemente lopezobradorista, de lo cual se desprenden otras nociones.
Principalmente, ya no sale la matemática para las elecciones presidenciales del 2024. De por sí no se veía a Marcelo Ebrard o a Claudia Sheimbaum esgrimiendo los 33 millones de mexicanos que votaron por el presidente López, ahora ya sabemos que, dadas todas las condiciones iguales, el candidato de Morena (quienquiera que sea) no va a pasar de un muy generoso 20% del padrón, que sigue siendo más de lo que obtuvo el PRI en 2018. Disculpe usted, apreciado lector, si encuentran los cálculos imprecisos, porque en realidad lo son. No hay nada seguro en esto de los números electorales. Si uno toma en cuenta los números de aprobación de cualquier presidente de cualquier país, los últimos años de su sexenio tienden siempre a la baja. Vaticino que la siguiente elección será muy reñida, habrá inversiones millonarias en mercadotecnia y campañas, el crimen organizado estará metido hasta los codos, y la guerra sucia estará a la orden del día.
Por otro lado, el Instituto Nacional Electoral, de por sí ya arrastrando la cobija por las interminables acusaciones de las cuales es señalado cada elección que le toca organizar, por las también interminables tramas de corrupción. Personalmente opino que todo el sistema es corrupto, desde los partidos políticos, los operadores, los políticos mismos, y el INE no es exento de tales menesteres. Entre los 5 mil millones de pesos que tiene como presupuesto, y los inagotables debates requeridos para los acuerdos en toda democracia, el sistema se complica en gran medida. No defiendo al INE, tengo décadas viendo procedimientos electorales de diversa naturaleza a diferentes alturas del aparato gubernamental, y la democracia mexicana es harto imprecisa, pero lo es porque el mexicano es impreciso en sí mismo. Desaparecer el INE no sólo es un retroceso político (vamos, ya hasta está Manuel Bartlett por ahí, ya ven ustedes la elección de 1994), también abre la puerta en gran medida para el tema, ya no de la revocación, sino de la continuación del mandato. He visto que ya incluyeron la noción del miedo que nos inculcaron nuestros padres a la reelección y que tenemos que ser valientes para poder seguir teniendo el lujo de presidente que tenemos, entre los argumentos que les proveen. Ahí usted decida cuál de todas las opciones es la menos peor.
Por todo lo demás, la cosa sigue poniéndose más horrenda. Leí que se desaparecen alrededor de 10 niños al día, las publicaciones de muchachas desaparecidas están de a 3 al día, casi diario hay manifestaciones de padres exigiendo la aparición de sus hijos. Encontré una cuenta de twitter de una señora que manifestaba que había encontrado a su hijo porque reconocía la dentadura de una osamenta desenterrada de una fosa clandestina. En China y otros países la cuarta ola está a todo lo que da, aunque en México la cosa parece estar muy tranquila, a ver cómo nos va para principios de mayo.
Por ahora le sigo insistiendo que abrace usted fuertemente a los suyos y si no tiene a qué salir, le sigo rogando fervientemente que no lo haga pues la reelección no ha muerto, a ver si en dos años no reaparece como zombie.