Concepto Social de la Discapacidad - Hospital de Nutrición y Salud: Primera Infancia
En opinión de Eliseo Guajardo Ramos
Dando continuidad a nuestro proyecto para desarrollar estrategias de estimulación para el desarrollo de la infancia en este Hospital de Nutrición y de Salud, aplicamos la Escala del Desarrollo de Irene Lezine, derivada de la original Brunet-Lezine. Pasábamos vista -visita en cada cuna- con los internos de pediatría y la enfermera de turno, ellos anotaban en su expediente y nosotros llevábamos nuestro récord aparte sobre el desarrollo de las niñas y niños.
Con el objetivo central de lograr reducir el internamiento de 3 meses a 1 mes y medio, pasaron procesos que se fueron conjugando:
§ El interés del Dr. Roberto Negrete, en aquel entonces, jefe de Enseñanza del Hospital, que consistía en saber por qué con la misma dieta algunos infantes iban recuperando peso y talla, siendo para él, los únicos indicadores de normalidad para darlos de alta, cuando habían ingresado los niños por desnutrición, deshidratación o gastroenteritis desde los 3 meses a los 3 años, aproximadamente.
§ Por otra parte, la Escala del Desarrollo que manejábamos los psicólogos, aportaban nuevos datos y muy significativos, los que no se reducían a la maduración en general; sino que se alineaban también, el desarrollo psicológico de los infantes.
Las niñas y niños que eran internados en condiciones delicadas de salud, corrían un grave riesgo, pues la mínima infección, podría ocasionarles la muerte. Por tal motivo, el personal médico del Hospital, se enfocaba en cuidar la higiene y vigilar y recuperar los estándares de peso y talla de acuerdo con su edad; lo más complejo entonces resultaba constatar que la recuperación de los factores de salud, fueran de la mano con el restablecimiento del rezago en el desarrollo, cuestión que era, como psicólogos, nuestro objetivo principal.
Convencer al personal médico para que aceptaran el sistema de visitas de las madres y los padres, a las horas de comida para que los ayudaran y los acompañaran y también para quedarse unos momentos más para que los “apapacharan”, fue una batalla campal; debido al gran riesgo para contraer alguna infección de fuera por contagio de los propios padres. No obstante, insistimos en las medidas higiénicas estrictas para resolver este riesgo y al final accedieron, sobre todo el director y con todo lo contraindicado, se estableció el sistema de visitas. Como de forma natural algunas mamás podían visitar a sus hijas o hijos, pera a otras no les era posible. A partir de la sistematización de las visitas, se comenzó a palpar la diferencia en el tiempo de internamiento, misma que se reducía con los infantes estimulados emocionalmente con el apego de sus tutores, Vs. las niñas y niños con desapego, salvo el que podía brindarles la enfermera en turno, lo cual, como se ha comentado era mínimo debido a la carga de trabajo con varias niñas y niños bajo sus cuidados.
Otro asunto que detectamos fue que algunos chicos, no lograban un sueño reparador, con relación a otros que lo conseguían sin mayor problema. Hicimos un registro durante 24 horas, para vigilar los periodos de sueño de los infantes internados. Consistía en observar los movimientos corporales y el movimiento de los ojos a través de sus parpados cerrados. Por lo que buscamos la forma de inducir el sueño. Encontramos en una novelita rusa, cómo describían en un asilo de ancianos la forma para que lograran conciliar el sueño, por los mismos motivos; lograr que sus padecimientos y enfermedades se recuperaran, así como la mejoría de su salud. El director del asilo había tomado de cómo en una tramoya de una obra de teatro, simulaban lluvia con unos ductos de cartón en zigzag, vaciaban garbanzos secos y el sonido se parecía a la lluvia al exterior, lo que adaptaron esta medida como si fueran noches lluviosas en el asilo con los adultos mayores. Con esta base, tomamos la idea para inducir el sueño nocturno en los infantes con un sonido monótono de lluvia ambiental en las salas de los cuneros.
Solicitamos una grabadora de carrete grande para que durara por lo menos 8 horas del turno nocturno, no existían los equipos digitales de ahora, era música analógica a través de cintas grabadas y bocinas en las salas. Esta solicitud la tuvimos que elevar por arriba del director del Hospital, con quien dirigía el sistema de tres hospitales similares. Nos aprobaron el equipo y la estrategia de inmediato, porque ya había trascendido nuestro prestigio como equipo de psicólogos que realizábamos investigación sobre el desarrollo de los niños, en uno de sus tres hospitales y él estaba muy contento por la reducción del tiempo de internamiento.
Cuando demostramos los resultados favorables en la inducción del sueño a través de sonidos ambientales, se aplicó como parte del tratamiento cada noche en el Hospital, sumado al sistema de visitas maternas regulares. Poco tiempo después, consideramos que era importante que los infantes tuvieran actividades de juego en un pequeño jardín del hospital. Era un triangulito pequeño y solicitamos a las enfermeras que por la mañana y por la tarde, salieran con los internos para que gatearan en el pasto. Esta actividad le gustó mucho al personal de enfermería porque salía de su rutina hospitalaria; se sentaban con los ellos con algunos juguetes que lanzaban de un lado a otro y para que la ilusión óptica favoreciera al pequeño espacio, mandamos pintar líneas de color verde fuerte que se iban diluyendo del piso hacia arriba con un verde más débil, seguido de un celeste bajito hasta un azul más arriba que coincidiera con el cielo que se asomaba el jardincito, por lo que se convirtió en un espacio abierto.
Con estas sugerencias y pequeños cambios, se buscaba actividad y estimulación en el día y un sueño reparador por la noche. Este conjunto de estrategias iba contrarrestando el retraso en el desarrollo medido con la escala Lezine, por lo que los resultados fueron significativos, logrando la reducción en el tiempo de internamiento.
Más adelante, el jefe de Enseñanza nos pidió que diéramos algunas clases y conferencias sobre el desarrollo infantil a los internos de pediatría. Nos pareció un gran salto, ya que al principio los médicos nos veían con arrogancia a los psicólogos. Ahora, el reconocimiento de la psicología infantil, como parte de su formación como pediatras fue incorporado por el jefe de Enseñanza. Nuestro enfoque estuvo basado en la psicología genética de Henri Wallon -no el de Piaget-. La medicina como una técnica que busca el restablecimiento de la salud, echa mano de toda técnica y ciencia que esté a la disposición. La psicología, aplicada, como lo estábamos haciendo les interesaba en su programa de formación de la especialidad de pediatría.
El Dr. Negrete, supo que había una investigación muy parecida a la nuestra en Monterrey, en el Hospital del IMAN (Instituto Mexicano de Atención a la Niñez, en ese entonces así denominado, en los 70ª, ahora Instituto Nacional de Pediatría) y a través del Dr. Joaquín Cravioto, se realizaron las gestiones para que fuéramos a visitar las salas que tenía disponibles el Dr. Cravioto.
Realizamos la visita al IMAN, y aunque no nos recibió el doctor investigador, su personal médico responsable, nos hicieron un recorrido por las dos salas experimentales. Cuando vimos que en una sala las enfermeras -no las mamás- cargaban a los bebes para darles su biberón y les cantaban cancioncitas de cuna, les hacían cariños y en la otra; les enchufaban el biberón a los niños acostados en la cuna sin hablarles, ni cargarlos, ni moverlos; solicitamos una explicación, y nos comentaron que el segundo grupo era “el grupo control” que permitía comprobar el avance del “grupo experimental”.
A nuestro regreso, le comentamos al Dr. Negrete, jefe de enseñanza del hospital de Monterrey que nuestro trabajo era superior al del Dr. Cravioto; considerando para empezar, que un modelo experimental así no aplica en humanos, solo se emplea en ratas de laboratorio. “¡¿Cómo se atreve a privar a los niños del grupo control de los beneficios que sabe se tienen del grupo experimental, les están haciendo daño?! (sic.) Solo para tener evidencias para publicar un artículo en algún Journal “científico”. Un modelo longitudinal permitiría comprobar lo que estaba buscando y comparar a los mismos niños con ellos mismos en diferentes momentos, se comprobaba un resultado igual y no tenía porque faltar a la ética, como lo estaba haciendo. Este tipo de trabajo, no fue el único por lo que se criticaron tanto las investigaciones de nutrición con bebés que realizó el Dr. Cravioto, aunado a que no fuimos los únicos en expresar nuestro rechazo.
El director del sistema de hospitales de nutrición y salud de Monterrey nos ofreció al equipoque ya no fuéramos voluntarios, y contratarnos para trabajar con ellos en este sistema público de salud, eran hospitales IPI (del Instituto de Protección a la Infancia, ahora conocidos por sus siglas “DIF”). Al preguntarle de quien dependeríamos, nos respondió que sería con la directora del Departamento de Psicología, por lo que no aceptamos la propuesta. Y asombrado nos cuestionó los motivos y nosotros argumentamos que “nos darían órdenes con las que no estaremos de acuerdo, porque no éramos de la misma corriente en psicología y seguro habría discrepancias. Mejor déjenos así, libres, sin paga, y por lo tanto no dependemos de ella y su departamento” (sic.). Mis colegas, luego me dijeron: “no la amueles, si tu no necesitas el dinero, nosotros sí. Ya es hora de que nos paguen por lo que estamos haciendo aquí” (sic.) y pues efectivamente, tenían razón, les propuse un punto medio, ellos recibirían la mitad del ingreso -y para mi nada- como una “beca”. Así no dependemos del Departamento de Psicología y seguimos trabajando experimentalmente. Mis colegas aceptaron el trato. Yo quedaba exento de esa beca, porque ya estaba trabajando en “El Plan Nuevo León” con la Dra. Margarita Gómez-Palacio, como cité en mi artículo anterior.
Pasado el tiempo, el lugar que no quedaba tan lejano de la Facultad de Psicología de la Autónoma de Nuevo León, lo asignaron para que los estudiantes del área infantil hicieran sus prácticas profesionales y su servicio social. Y nos solicitaron que, así como enseñábamos a los internos de pediatría, lo hiciéramos también con los estudiantes propios de la psicología infantil.
Pasaron muchos estudiantes por lo que le llamábamos “el hospitalito”, recuerdo dos muy destacados, César Jaime que al egresar de la licenciatura se fue a un posgrado a la Universidad de París (París VIII) con maestros discípulos de Wallon y René Zazzo. Y a Susana Quintanilla que también se fue a un posgrado a la Universidad Autónoma de Madrid y terminó emigrando a España y después de hacer su doctorado en Psicología, trabajó como maestra en alguna de las universidades españolas. Desde hace muchos años, vive en Toledo, con la familia que formó allá. Si le sigo escribiendo me acordaría de otros más destacados estudiantes que pasaron por esa clínica-hospital, pero aquí le dejo.
¡Enhorabuena por la investigación del desarrollo infantil en discapacidad!