Casos y Cosas de Morelos - Victoria pírrica de Marcelo ¡a bailar!
En opinión de Sergio Dorado
“Otra victoria como ésta y volveré a casa solo”, expresó Pirro de Epiro, uno de los mejores generales de su época, al regresar de la cruenta batalla de Heraclea, cuando tras la apretada victoria sobre los romanos, retornó a Epiro con unos cuantos hombres maltrechos. La batalla tuvo lugar en al año 280 antes de Cristo, lo que dio inicio a lo que hoy conocemos como las Guerras Pírricas. Guerras que fueron el último intento de la Magna Grecia por impedir la expansión de la joven república romana en su territorio.
No hay datos históricos de la celebración victoriosa de Pirro, pero según la propia expresión pesimista del generaltras la primera guerra pírrica, quizá solamente bebió de una copa de latón con vino amargo la preocupación por lo que acontecería más tarde. En el año 146 antes de Cristo, Roma dominaría a Grecia con un poderío militar incontenible, cuando Roma era ya la Roma Imperial que gobernaría el mundo por diez siglos.
No hay duda que Octavio Paz tuvo toda la razón al afirmar en su “Laberinto de la Soledad” que a los mexicanos nos encanta la celebración. El motivo es lo de menos. No somos como los gringos, por ejemplo, que tienen fiestas aguadas donde unos cuantos dicen divertirse con salchicha asada. Acá no, acá hasta los perros bailan en la tertulia, con el alcohol necesario para impulsar el ánimo al éxtasis, y con adornos de papel de china en el patio para mover el bote livianito y como se debe: “Tuvimos un sirenito justo al año de casados, con la cara de angelito pero cola de pescado…”.
No sé si la cancelación de aranceles por parte del gringo mayor Donald Trump haya merecido tal celebración, el caso es que el sábado pasado hubo fiesta en México, no como las del pueblo sabio jodido en honor a Rigo Tovar; no, no, la de Marcelo Ebrard fue una pachanga política fenomenal, donde la estrella principal fue el mismo Ebrard, porque Cuauhtémoc Blanco prefirió ir a echarse una “cascarita” en vez de asistir a la verbena de Tijuana.
El caso es que algunos fifíes palurdos, ya ve usted que andan creciendo por ahí sin hacer ruido, opinaron que la victoria de Marcelo fue solamente una victoria pírrica que sigue todos los patrones de la batalla de Heraclea. Sí, se detuvo la puesta en marcha del 5% de aranceles por el vaquero citadino Donald Trump, pero no a cambio de nada; el presidente norteamericano no da paso sin zapatón bostoniano.
Hoy es claro que quien manda en México en materia de derecho internacional (humano, político, económico o el que usted guste o mande, estimado y único lector), es Donald Trump. El arancel fue cancelado porque México deberá seguir a la letra las instrucciones del presidente gringo en materia de emigración centroamericana. ¿Cómo? Pues por la fuerza. (¿Cómo que cómo, estimado y único lector? ¡No le digo!)
Donald Trump impone lo que debe hacerse por sobre la ideología del presidente Andrés Manuel López Obrador -quien desea volver bueno al mundo de un chasquido.Aquél dicta lo que debe hacerse: taponear la frontera del sur de México con presión y vigilancia militargeniuda, hacerse cargo de los pulguientos colados mientras Estados Unidos decide quién merece soñarel sueño americano y quién no.(Y otras sorpresas que trae en la manga, eh).
Lo de los aranceles, sin embargo, puede cambiar de pronto, don Marcelo; incluso, para ahorrar tiempo, ayer en la mañana Trump twiteó que develará los detalles del acuerdo y mantendrá el ojete vigilando el seguimiento puntual de su mandato. Porque si no, se infiere, dobladita y hasta el fondo, papá, como dice Paco Ignacio Taibó II, ya ve usted que ése sí que es grosero de a de veras. No como uno.
En la reunión de Tijuana hubo veinte mil discursos de chile, de dulce, bilingües y de manteca. Pero el discurso principal, que inicio la tanda de sermones por ser motivo de la fiesta, claro, fue el de nuestro ilustre secretario de Relaciones Exteriores, Marcelo Ebrard, en el que a algunos de nosotros más que causar gusto nos regresó la preocupación al cuerpo. Confesó el secretario que si Trump no se hubiera desmontado del macho güero, México habría sufrido un problema económico serio, el que de rozón habría impactado en alrededor de un millón de empleos perdidos.
Sr. Marcelo Ebrard, celebro con usted… ¡Salud!, la suyaemula la victoria del general Pirro de Epiro del año 208 antes de Cristo, quien sin embargo quedó registrado en la historia. Pero en período de austeridad tan franciscana como la nuestra, don Marcelo, ¿no cree usted que habría sido bueno ahorrarse el gasto?
¡Ah!, y a propósito -casi lo olvido, ¡perdón, perdón!-, dicen unos fifíes palurdos del barrio de Gualupita que el nombre de la reunión:“Acto de Unidad en Defensa de la Dignidad de México y en Favor de la Amistad con el Pueblo de los Estados Unidos”, les quedó muy largototote, pero que por sobre eso y mucho más a cuestas, y en bien de apelar a la verdad del Águila mexicanadevorando cascabel con maña picuda –y claro, también sin razón de parecer muy pickies en época de sobriedad total-, si Marcelo le hubieran añadido el calificativo “Dobladita” enseguidita del sustantivo “Dignidad”…no haría rima, es cierto, pero tampoco sonaría mal para una letra de canción de Rigo Tovar bailando en la gloria del cielo eterno con música del sirenito: “La metieron dobladita justo a meses de casados…”
¿Usted cree?
¡Ínchis palurdos, qué buena onda!